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Librerías falsas, librerías reales

Con las librerías de verdad cerradas no hay que equivocarse y comprar un fondo falso libresco. Las librerías falsas de internet no son la solución

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Lección uno para la videollamada perfecta. Reúna todos los libros que pueda, aunque jamás los haya abierto. Incorpore, si es necesario, algún voluminoso ejemplar de recetas o esos catálogos de pintores impresionistas a buen precio que hacen bonito. Colóquelos a suficiente distancia para que no se lean los títulos, pero que abulten. Luces, cámara... Ya están preparados para quedar como las opiniones más autorizadas que salen por la tele. Que no falla, no hay conexión con experto o tertuliano sin librería a la espalda. Por eso, circula por internet la broma de un anuncio que vende un «fondo de pantalla» de cartón para videollamadas «perfecto para actores, periodistas y cómicos» y a un precio de 150 lereles. Bromas aparte, se ha producido un preocupante efecto llamada: no hay Zoom de empresa (de la logística a la abogacía a la repostería industrial) en el que alguien no haga ostentación libresca. Podemos obtener un mensaje de esto: tanta unanimidad en la elección del escenario no la concita ningún código de buenas prácticas del comentarista de actualidad ni el manual «Luzca brillante en sus videoconferencias», sino que estamos de acuerdo en que los libros dan la mejor imagen de nosotros.
En Ali Express se venden libros falsos, tanto de apariencia moderna como clásica. Presentan a Boticelli o a Masao Furuyama en la portada, pero no se pueden abrir ni leer. Otros hacen retrospectiva de fotógrafos falsos y artistas inventados. ¿A quién se le puede ocurrir gastarse dinero en un libro de «atrezzo» habiéndolos verdaderos? Hay que ser muy obstinado en la ignorancia o que tu ideal de decoración sea la recepción del dentista. Aunque, en el fondo, es fascinante, porque quien diseña y vende estos objetos se inventa un personaje, un creador fallecido que deberíamos conocer (¿no has oído hablar de Pichihausen?) y una pincelada de su obra. Lo malo es que todo se queda en la cubierta. Hay uno tan falso que dice, en español: «Iberos, públicos y cultura de masas. El pasado iberioco en el imaginario colectivo valenciano» (sic). Debe estar pensado para japoneses que vacilan de saber español. En Amazon hay fondos de vinilo, telones e inmensas fotografías que simulan bibliotecas, cuadros enormes que hacen de trampantojo cultureta. Pero es lo que sucede en las «librerías» de mentira, que venden libros de mentira y crean sociedades de mentira.
Por eso, igual que uno no va a tomar cañas a un hospital, aunque poderse, se puede, tampoco es aconsejable comprar los libros en cualquier parte. Porque mientras hablamos, en la calle, las librerías reales permanecen cerradas en el Día del Libro. Alguna, como Los Editores, en Madrid, ni siquiera van a volver a abrir. Por desgracia, no será la última. Lean ahora, que deben tener por terminar lustrosas colecciones. Qué demonios, enséñenlas, que son divinas. Pero, cuando todo esto acabe, vuelvan a las librerías. De lo contrario, se nos va a quedar una ciudad bonita por fuera pero hueca por dentro como un hotel de diseño.

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