Sonsoles Ónega: “La política necesita darle al ctrl+alt+supr”
La periodista presenta “Mil besos prohibidos”, un título previo a la pandemia que ha cobrado otro significado con el paso de las semanas
Creada:
Última actualización:
Sonsoles Ónega jura y perjura que «Mil besos prohibidos» (Planeta) no es un título elegido a propósito de la pandemia. Pero la vida es así, una frase que tenía otra intención, de repente, se convierte en realidad. «Nunca pensamos que se prohibirían los besos y los abrazos, y ahora pueden llegar a ser dramáticos», explica una mujer que en apenas dos años ha pasado de cubrir la información parlamentaria a presentar «La casa fuerte»: «Otro tipo de fieras», ríe. Hace meses que terminó la obra, pero, aprovechando el lanzamiento, le ha vuelto a «echar un ojo»: «Lo leo con otra mirada». Tanto han cambiado las cosas que, en estos tiempos, Mauro y Constanza, los protagonistas, «nunca se hubieran conocido». El encuentro casual que narra habría sido imposible con mascarilla y, por tanto, no tendríamos novela. Pero la historia es de antes de la Covid, así que Ónega tira hacia delante con una trama que hace de esa coincidencia un punto de inflexión en las vidas de la abogada y del sacerdote.
-¿Vamos a perdernos muchas cosas en esta “nueva normalidad”?
-Desde luego que nos va a costar reconocernos, pero lo que es más difícil es la expresión de los afectos por la distancia social. Me va a costar porque soy muy pesada con los míos, muy de abrazos y besos.
-¿Nos cambiará para siempre o volveremos a enero de 2020?
-Espero que determinadas enseñanzas se queden y que nos sirva para reinventarnos. Se nos ha desbarajustado todo, ya no valen las promesas que, como generación, habíamos hecho antes de todo esto. Jamás pensamos que nos pudiéramos ver dentro de una pandemia.
-Eran cosas de la ficción...
-Sí, y nos hace más frágiles. Hemos pecado de confiados. Pero, como siempre, la realidad supera la ficción. Hasta me produce inestabilidad emocional, me da miedo.
-La gente ya intenta desconectar de la situación, ¿es hartazgo o que se hace callo ante la muerte?
-No deberíamos acostumbrarnos. Pero sí es verdad que ha podido haber cierto agotamiento por una información permanente, que, por otro lado, era una demanda real. Y no, no podemos hacer callo. Este episodio marca a toda una generación. Ahora viene el hambre, no llegar a final de mes, la crisis... Vamos a padecer las consecuencias durante años.
-Mirando a la calle, a veces, da la impresión de que olvidamos rápido, ¿no?
-El confinamiento ha sido tan largo que existe una necesidad urgente de recuperar la normalidad, aunque es verdad que, en ocasiones, se hace de manera irresponsable. El ser humano necesita olvidar para sobrevivir. Los españoles somos de pasar página rápido, y está bien que sea así, pero estamos en un momento delicado todavía y debemos acordarnos de los sanitarios y pacientes. No lo estropeemos por muchas ganas que tengamos de marcha. A los que hemos sobrevivido nos queda toda la vida por delante.
-¿Constanza y Mauro se encuentran por casualidad o porque el destino ya está escrito?
-Muchas veces, el destino se impone a través de una casualidad menor. Creo en las dos cosas. Ello le sirve a la novela para reflexionar sobre los caprichos de la memoria, son dos personajes tocados por su pasado. Huyeron de sus orígenes y sienten la necesidad de volver a ese instante en el que fueron felices.
-"El amor de joven es un tatuaje en el corazón”, escribe en el libro.
-El 99% tenemos un primer amor que se interrumpe por razones equis y que todos recordamos. A mí me apetecía meterme en un amor difícil e imposible. Pero no porque sea yo, sino porque me ha permitido dar voz a ideas que llevaban mucho tiempo dentro de mí. Es una novela que ajusta cuentas con el pasado, el presente y el futuro. Esta novela te hace creer en el amor, y aunque no soy Constanza, sí quiero ser ella.
-¿Entonces no tienen ningún sacerdote en el pasado?
-(Risas) No, no, pero Mauro puede ser cualquier hombre casado, comprometido y convencido de que nada le hará dudar hasta que vacila por amor. Cualquier mujer que pueda vivir una historia con una persona casada encontrará paralelismos con la del padre Mauro.
-En el libro muestra una Iglesia demasiado poderosa...
-Ha cometido errores que aparecen en la novela: Mauro combate todo eso y tiene la dualidad de rebelarse contra lo que pasa dentro de la Iglesia y, a su vez, adaptarlo a la nueva sociedad. No pasa nada por admitirlo. Yo misma soy católica y no me impide ser crítica, es una capacidad que no debemos perder nunca.
-Pues, como periodista, ¿cómo ve el papel de la Prensa en esta crisis?
-Por desgracia vivimos en un momento de atrincheramiento. Personalmente no lo siento, pero sí lo percibo como reflejo del atrincheramiento de la política.
-A mal ejemplo hemos ido a llegar.
-Exacto. Los políticos son los que tienen más responsabilidades y deben ser ejemplares. Sumar y no restar. Unir y no dividir. No caer en el insulto...
-Durante años fue corresponsal parlamentaria, ¿le ha sorprendido la actitud en el Congreso?
-Pensaba que se iban a poner de acuerdo e, incluso, defendí la Comisión de Reconstrucción. Pero hemos visto que no es posible. Creo en el Congreso como institución, por lo que pienso que el problema son algunas gentes. No es de recibo que el mismo día que se decreta el luto oficial nos devuelvan una sesión de control plagada de insultos pomposos, porque “marquesa” tiene una intención descalificadora, y todo lo que vino después... Falta consenso, unión, sentarse a hablar, espacios sin cámaras... La política necesita resetearse, empezar de cero, darle al ctrl+alt+supr.
-¿Es un problema de líderes?
-No hay nadie que seduzca a la sociedad. A los resultados electorales me remito, ninguno tiene una mayoría sólida.
-¿Se están cargando el poco crédito que les quedaba?
-Ellos sabrán. Yo les recomendaría que estuvieran más atentos a las calles y a lo que la gente opina. No pueden campar a sus anchas. Cuando divides tanto, cómo unes sin que te llamen traidor. La dialéctica en la que se ha instalado la política es terrible.