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Cultura

El crimen de guerra del que nadie habla

En “Nuestros cuerpos, sus campos de batalla” la autora británica Christina Lamb aborda, a partir de testimonios, el arma más destructiva jamás conocida: la violencia sexual

El Ejército Rojo de Stalin, en su invasión a Alemania durante la Segunda Guerra Mundial
El Ejército Rojo de Stalin, en su invasión a Alemania durante la Segunda Guerra Mundialarchivo

Dicen que, cuando estalla una guerra, las normas y el orden desaparecen instantáneamente. Pero, realmente, lo que ocurre es que el egoísmo y la maldad humana se intensifican hasta tal punto que el caos está servido. En todas las guerras de la historia las atrocidades han sido desafortunadamente innumerables. Asesinatos, bombas y masacres se han sucedido con tal frialdad que es escalofriante ver cómo terminan reduciéndose a números, por su imposibilidad de individualizar sus historias. Sin embargo, hay un crimen del que poco se habla y que Christina Lamb sí ha sabido materializar en testimonios, en personas con nombres y apellidos.

La periodista y escritora británica, corresponsal de “The Sunday Times”, horroriza con la verdad a través de su nuevo libro: “Nuestros cuerpos, sus campos de batalla. Guerra por la vida de las mujeres”. En él escribe sobre el mayor crimen y más olvidado de todas las guerras: la violencia sexual. La autora ofrece uno de los primeros exámenes exhaustivos que se ha realizado sobre la violación como arma deliberada, utilizada para transmitir poder, terror y humillación. Unas páginas tan dolorosas como de obligada lectura para todos aquellos interesados en temas internacionales y militares.

“La violación de guerra fue recibida con una aceptación tácita y cometida con impunidad, los líderes militares y políticos se encogieron de hombros como un espectáculo secundario. O se negó que hubiera sucedido”, explica Lamb en el libro. De esta manera, Lamb ha creado un relato a través de un viaje espacio-temporal. La periodista ha escuchado a mujeres de Asia, África, Europa y América del Sur, así como trata episodios bélicos de gran parte de la historia. Desde las miles de alemanas violadas por el Ejército Rojo de Stalin durante la Segunda Guerra Mundial, hasta las miles de mujeres asiáticas obligadas a la esclavitud sexual por los japoneses durante el mismo periodo, pasando por los actuales secuestros de mujeres y niñas por parte del ISIS.

“Desafortunadamente, es muy fácil usar la violación o la violencia sexual como arma de guerra. Es muy eficaz y barato: no cuesta nada”, explica Lamb a una revista estadounidense. Entre las historias más inquietantes del libro, destaca el caso de un bebé de 7 meses: una madre regresa de trabajar en los campos del Congo cuando se encuentra su casa saqueada por un grupo de milicianos y su hija rota de dolor. La madre lleva a su bebé a un centro médico cercano, un hospital que ha tratado a 55.000 víctimas de agresión sexual desde 1999: “Espero que quien haya hecho esto vaya a la cárcel durante años”, le decía la madre a la periodista.

Lamb no escatima en detalles, algo que se agradece pues, aunque las historias aterroricen, son realidades que se deben conocer. Mujeres de Bangladesh atadas a árboles, militantes de ISIS que sacan los nombres de mujeres de un cuenco para venderlas como esclavas sexuales, mujeres bosnias que, encarceladas en un hotel, son sometidas a violaciones en grupo cada noche... “Somos como mujeres muertas caminando”, le dice Victoire Mukambanda, quien perdió la cuenta de las violaciones que sufrió en el genocidio de Ruanda.

“Trágicamente, la mayoría de estas mujeres no pueden encontrar la paz. Los hombres las rechazan si no pueden tener hijos. Incluso, si tienen hijos, éstos dejan de hablarles por vergüenza. Algunas siguen viviendo entre sus atacantes, con quienes se cruzan por la calle”, redacta Lamb.

Por tanto, “Nuestros cuerpos, sus campos de batalla” es un retrato realista y sincero de una de las injusticias más grandes y más ignoradas que ha existido y continúa existiendo en el mundo. Los hombres, a los cañones. Y las mujeres, ¿a los hombres? “La violación en la guerra genera tanta destrucción como las armas, puede destruir familias y dejar a sus supervivientes con cicatrices permanentes”, argumenta la periodista.