¿A qué huele la historia?
Un estudio identificará y recreará los aromas que han olfateado las narices europeas entre el siglo XVI y principios del XX
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Incienso, tierra mojada, cigarrillos, alcohol, alcantarillas, praderas, leña, carbón, flores, caballos, tinta, polvo... Qué gran cantidad de olores han ido impregnando las calles de las ciudades a lo largo de la historia. No huele igual un pueblo en la montaña que Madrid, pero tampoco se parece el olor de la capital de hoy y del siglo XV. A pesar de haber investigado todos los detalles de nuestro pasado, si hay algo que no se puede percibir al 100% es el olor, aunque la imaginación y recreación pueda dar una idea cercana. Por ello, el olfato era un frente abierto que los historiadores han decidido ahora abordar a través de un interesante proyecto.
Se trata de “Odeuropa”, un proyecto en el que científicos, historiadores y expertos en inteligencia artificial de Europa colaboran para transportarnos al pasado a través de fragancias. El plan, que ha costado la friolera de 2,8 millones de euros, es el de identificar e incluso recrear aromas que habrían rodeado las narices de los ciudadanos entre el siglo XVI y principios del XX, así como el de promover el patrimonio material e inmaterial del continente
Explica a “The Guardian” William Tullett, miembro del equipo de Odeuropa y profesor en la Universidad Anglia Ruskin (Cambridge), que “una vez que se empiece a mirar textos impresos publicados en Europa desde 1500, se encontrarán un montón de referencias al olfato, desde aromas religiosos, como el olor del incienso, hasta tabaco”.
Con esto, el primer paso del proyecto -se extenderá tres años y dará comienzo el próximo enero- es el de desarrollar una inteligencia artificial para filtrar textos históricos en siete idiomas. Una catalogación para describir olores y su contexto, así como para detectar elementos aromáticos dentro de las imágenes, como puede ser el caso de las pinturas.
Una vez analizado este punto, utilizarán esta información para desarrollar una enciclopedia en línea de olores europeos. Una especie de biblioteca de aromas que incluirá olores particulares, información sobre emociones y los lugares asociados con ciertas fragancias.
“También incluirá discusiones sobre tipos particulares de narices del pasado”, continúa Tullett, escritor de “Smell in Eighteenth-Century England” (“El olfato en la Inglaterra del siglo XVIII”), “los tipos de personas para quienes el olfato era importante y lo que significaba para ellos, como es el caso de los médicos”.
Olores domesticados y artísticos
Odeuropa podrá “llevarnos a todo tipo de aromas diferentes, ya sea el uso de hierbas como el romero, para protegernos contra la peste, o el uso de sales aromáticas en los siglos XVIII y XIX, como antídoto para los ataques y desmayos”. Todo ello, con el fin de usar sus descubrimientos para recrear los olores del pasado y explorar cómo se podrían transmitir, mejorando así la experiencia de los visitantes en museos y exposiciones.
El proyecto también resaltará cómo los significados y usos de los diferentes olores han cambiado con el tiempo, algo que se nota, en particular, con el tabaco. Explica el experto que “es un producto que se introdujo en Europa en el siglo XVI y que comenzó siendo un tipo de olor muy exótico, pero luego se domesticó y se convirtió en parte del paisaje olfativo normal de muchas ciudades europeas”.
Por tanto, ¿se imagina entrar en el Museo del Prado y poder oler lo mismo que Velázquez mientras pintaba las Meninas? ¿Con qué exactitud se puede recrear el olfato de siglos anteriores sin parecer superficial? Avisa Tullett de que no todo serán fragancias agradables, de flores y naturaleza: “El olor que puede haber en una obra de arte puede ser de inodoro o de leña. Estamos intentando animar a la gente a considerar tanto los elementos repugnantes como las fragantes del pasado olfativo de Europa”, concluye.