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“America First”, el eslogan de Trump que antes usó el movimiento nazi de Estados Unidos

En los años 30, los partidarios de Hitler en EE UU se agruparon en torno a varios colectivos y acuñaron el lema “America First”, que siguió esgrimiéndose en las siguientes décadas
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Antes de ser el eslogan de campaña de Donald Trump, lo fue de otros candidatos tanto republicanos como demócratas. Pero la consigna “America First” fue originalmente el lema contra la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial cargada de significados políticos. El America First Comitee fue un movimiento que agrupó bajo su seno a destacados antisemitas y filonazis estadounidenses que llegaron a ser mucho más importantes de lo que se ha contado tradicionalmente. Por eso, mientras el comité que pedía la neutralidad del país contra Hitler se disolvió oficialmente tres días después del ataque a Pearl Harbor (llegó a tener hasta 800.000 miembros) las ideas que defienden el aislacionismo y el nacionalismo dentro de Estados Unidos han llegado hasta la campaña del todavía presidente Donald Trump. La consigna fue reutilizada en muchas ocasiones, pero algunos de sus más destacados abanderados fueron los seguidores del Ku Klux Klan, que llegaron a ser cuatro millones. Por cierto que, en 1927, el padre de Donald Trump fue detenido en las cercanías de una manifestación del KKK. Esta es la historia circular de “America First”.
En la década de los 30, algunos estadounidenses tenían una buena imagen de Hitler, como sucedía en todos los países de Occidente. Sentían que compartían sus valores. Sin embargo, debido al crack bursátil de 1929, la crisis económica generó un caldo de cultivo ideal para el aumento de los seguidores de Hitler en el país deseosos de encontrar un chivo expiatorio que explicase el fin de la prosperidad y ante el miedo al avance imparable del comunismo. Aunque no se llega a constituir un partido nacional-socialista (el America First Comitee no se fundó hasta 1940) existe un claro nicho y refugio de estas ideas en el país: la German American Bund, un partido financiado directamente con dinero del Reich. El 20 de febrero de 1939, más de 20.000 personas acudieron en masa a un mitin pronazi del German American Bund en el Madison Square Garden presididos por una inmensa imagen de George Washington, al que llamaron “el primer fascista”. Nazis, sí, pero estadounidenses, parecieron decir. Esvásticas y el saludo con el brazo en alto se combinaban con consignas contra el presidente Roosevelt y sus “negocios judíos”. Roosevelt tenía que decidir la entrada de EE UU en la Segunda Guerra Mundial, a lo que era reticente. El líder de la asociación dijo en el Madison: “Somos ciudadanos americanos con ideales americanos que están decididos a proteger nuestros hogares, a nuestras esposas e hijos de los conspiradores viciosos y el parásito del comunismo judío”.
La relación entre Estados Unidos y la Alemania nazi tiene muchas caras. Mientras desde la política se abogaba por la no intervención, desde el sector empresarial, multitud de entidades financieras e industriales tenían intereses en Alemania. En la década de los 30, grandes corporaciones como IBM y Coca-Cola habían realizado inversiones en el país de Hitler. Algunos de estos grandes empresarios eran abiertamente seguidores del nazismo, como Henry Ford, al que devolverán el favor en tierras germánicas en 1938, cuando fue condecorado por Hitler con la medalla de la Orden de la Águila Alemana. No solo el destacado y desprejuicidamente nazi caso de Ford. En 1930, la Fundación Rockefeller, creada por el millonario estadounidense, ofreció financiación al Instituto Kaiser Wilhelm de Antropología, Herencia Humana y Eugenesia (KWIA), laboratorio de ideas de los experimentos más atroces del nazismo y los desarrolladores del concepto de eugenesia, por el cual se trata de mejorar la especie hacia la perfección de la raza humana. Con la consiguiente eliminación de los “seres inferiores”. Según algunas investigaciones, Rockefeller siguió apoyando estos estudios hasta 1939, con la guerra a punto de comenzar, y después de que ya estuviese muy claro que su objetivo era sentar las bases del Holocausto. Fue informado de ello, pero obvió los comentarios. También es conveniente matizar que no todos los partidarios de America First eran nazis. Entre sus seguidores se contaban Walt Disney, Frank Lloyd Wright, Gerald Ford y hasta John F. Kennedy, pero sí estaban en contra de la entrada en guerra. Muchos de ellos cambiaron de opinión con el estallido de la contienda bélica.
En el Congreso y en la Casa Blanca, sin embargo, la obsesión era mantenerse al margen de los problemáticos asuntos europeos durante aquellos años de entreguerras. Y precisamente la causa de la neutralidad será la de Charles Lindbergh, una de las figuras más controvertidas de esos años. Piloto de aviones que atravesó el Atlántico en tiempo récord y estrella mediática, Lindbergh adoptó todo el argumentario del nazismo aunque nunca lo apoyó públicamente. Sostenía que el pueblo judío pretendía empujar a los americanos a participar en una guerra ajena e innecesaria. Lindbergh fue, como sostiene Andrew W. Hart, uno de “los amigos americanos de Hitler”, si bien no se puede hablar de partido nazi en EE UU hasta la década de los 60, con el proyecto de George Lincoln Rockwell. Lindbergh estuvo a punto de concitar, en los años anteriores a la entrada en guerra por parte de EE UU, la unión de los grupos y asociaciones que simpatizaban con el nazismo. Sin embargo, no llegó a presentarse a las elecciones de 1940 y el ataque a Pearl Harbor estropeó su momento político. En una estupenda novela, “La conjura contra América” (2004), de Phillip Roth, se juega con la idea de que Lindbergh hubiese ganado esos comicios a Roosevelt.
Sin embargo, aunque la presencia nazi en el país fue muy real, la narrativa posterior de esas décadas que se impuso planteaba que Estados Unidos fue el salvador del mundo de las garras de Hitler y, además, habían descubierto a la Unión Soviética como nuevo enemigo, por lo que no convenía mencionar mucho que había quien estaba de parte de los malos dentro del país estadounidense. Fue real, como puede verse en el vídeo, pero era mejor enterrarlo. El resurgir de los partidos nazis en el país se dio a partir de los años sesenta, con múltiples intentos de resucitar el ideario como los de George Lincoln Rockwell, que, de forma explícita, fundó el Partido Nazi Americano basado en los ideales y las políticas de Hitler, pero “manteniendo fidelidad a los principios de la Constitución de Estados Unidos y a los Padres Fundadores”. Sobre el uso de la expresión “America First”, Donald Trump ha negado que tenga un contenido político: “Solo me gusta esa expresión”, dijo en una entrevista en 2017.
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