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Crítica de “Josep”: El anarquista ilustrado ★★★★✩

Un fotograma de "Josep"
Un fotograma de "Josep"ImdbImdb

Dirección: Aurel. Guión: Jean-Louis Milesi. Voces originales: Sergi López, Gerard Hernández, Bruno Solo, Silvia Pérez Cruz. Francia-España-Bélgica, 2020. Duración: 74 minutos. Animación.

Es escalofriante comprobar lo poco que ha cambiado el mundo en los últimos ochenta años y, sobre todo, la mala memoria que tiene. Buena parte del metraje de la hermosísima “Josep” está dedicada a describir las penurias del pintor y dibujante anarquista Josep Bartolí en los campos de concentración franceses, en la época en que los republicanos que huían de la España tomada por las tropas nacionales se encontraban con otro tipo de fascismo, el que no conocía empatías con los exiliados políticos. En 1939 también hubo refugiados como los que ahora se agolpan en Lampedusa o Arguineguin, cuando la sombra del nazismo empezaba a oscurecer Europa y Francia orinaba sobre las víctimas de Franco.

Lo más conmovedor de “Josep” es que, por mucho que se acerque a los aspectos más terribles de la biografía del artista, sabe maquillarlos con una delicada historia de solidaridad masculina -la que vertebra todo el relato de supervivencia, con un gendarme benéfico inventado para la ocasión-, evita cualquier atisbo de moraleja edificante sobre el poder sanador del arte -aunque queda claro que los crudos dibujos de Bartolí, que luego reunió en el libro “Campos de concentración” y que se parecen a las caricaturas grotescas de George Grosz, salvaron al artista de la locura- y traza un sensible, humilde arco dramático entre los grises y los tonos pardos del sufrimiento y los colores vivos del México de Frida Kahlo, que fue amante de Bartoli en su exilio americano. Atención a la animación, de rasgo vivaz y tempo contemplativo, y una muy cuidada sencillez, como si quisiera obedecer al estilo rápido, impresionista de aquel Bartoli documental. Quédense a los créditos finales: la versión, cantada por Silvia Pérez Cruz, del poema de Miguel Hernández, “Todas las madres del mundo”, pone la piel de gallina.

Lo mejor

Su modestia y su sensibilidad, que atraviesan con fluidez su aproximación a la memoria histórica.

Lo peor

El abuelo que narra la historia a su nieto, un recurso narrativo acaso demasiado facilón.