«Ramas Nevadas»: ¿Puede combinarse el ordenador con la tradición poética?
★★★★☆
Acorde con lo que Octavio Paz llamaría la «tradición de la ruptura», Juan Larrea opinaba que las mejores obras de cada renovación literaria son las que permiten vislumbrar el poso de la estética anterior; que, a cada nuevo descansillo de la escalera, se observe el ensamblaje de todos los peldaños. Acaso es esa sincronía uno de los principales atractivos del lúcido viaje estático –también «extático»– de «Ramas nevadas», cuyo sujeto es el lenguaje mismo, a través de «El corazón, enfurecido, que ama / sin comprender la insistencia del hielo». Con predominio barroco –incluso algún gong gongorino: «Tinta una tumba de oro ha conformado»–, el encriptado de los versos no elude giros vanguardistas, anhelos de un misticismo imposible, invocaciones intimistas… de modo que las tendencias del pasado son posibles ingredientes necesarios para nombrar las escisiones y máculas más actuales. «No puedo proyectarme / hacia un resumen o una síntesis», pues sería faltar a «La verdad, mutación. / Nubes indescifrables, vaivén, sueño». Ya desde el título, afuera hace mucho frío, y todo es inasible y efímero. «Quise mi alma lanzar a lo indistinto», exclama, pero, una y otra vez, «El aire nos expulsa, confinados / a una extraña indigencia». Y si, por su parte, «Lo interior también se fragmenta», ¿cómo hallar, pues, la entro-salida? Ante semejante «horror vacui», la única respuesta es la poesía: el poemario-poema erigido en pomo donde salvaguardar las esencias. Pero es insuficiente; «la estrofa trata de vendar la herida», que es la del no menos inestable amor erótico, ante cuyas zozobras «tus palabras son arena en la arena».
Amago místico
El poeta se vuelve un ambidextro que alterna la poesía y el cuerpo del amor, el único lugar donde es posible ir haciendo pie. No hay otro amago místico que apurar el «abrazo, ebrio… la marca en mi muñeca de tus senos… el elixir sagrado de la piel». Por eso, semejante al «pordiosero erótico» acuñado por De Ory, el poeta implora a la amada –»a la misericordia de tu piel»–:»No me abandones nunca, cordera extraña, ninfa”.
En este rearme de la poesía, cargada de munición intertextual y metaliteraria, es clave el vínculo entre erotismo y muerte («Asolada la muerte en tus caderas»). Mazza parece alertarnos de la necesidad de escribir también para los antecesores; y de que, contra quienes defienden la adaptación de la poesía a los códigos del ordenador, el reto es al revés: cómo meter el ordenador en la poesía, nombrar la era digital desde la tradición poética.
▲ Lo mejor
Poder corroborar la potente validez de la tradición poética para nombrar la actualidad
▼ Lo peor
En realidad no hay nada que sea mencionable o subrayable como negativo en este poemario
Por Antonio PUENTE