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Un Schiele que bien vale una muela

El Museo Ludwig de Colonia devuelve un cuadro del pintor después de que el Gobierno alemán concluya que la familia Rieger se deshizo de él por culpa del nazismo
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Dicen que el tiempo pone las cosas en su sitio, y, aunque muchas veces ni siquiera el protagonista de la historia pueda ver ese acto de justicia divina, es verdad que el refrán, en ocasiones, se cumple. Una nueva prueba de ello es la recuperación por parte de la familia Rieger de una acuarela de Egon Schiele que, en su día, este entregó a un antepasado de los Rieger: Heinrich, un dentista que llevó su amor por el arte hasta la caja registradora de su negocio haciendo buena esa costumbre denostada del trueque.
Pues bien, no siempre había que pagarle con monedas o billetes, si se tenía una buena pieza de museo para el también coleccionista, se cambiaba el oportuno tratamiento dental por una obra que engrosara su serie y todos contentos. No había problemas. Uno se iba con la muela a punto o el colmillo afilado y el otro sumaba una muesca más en sus activos. Ese afán por el arte llevó al bueno de Heinrich a conocer a grandes valores como Oskar Kokoschka, Gustav Klimt y el propio Schiele, entre otros. Todos ellos formaron parte de su exclusiva colección: 800 piezas que ocupaban una habitación entera de su casa y que abría hasta doce veces al año al público.
«Kaunder weiblicher akt» («Desnudo femenino en cuclillas», 1917) fue parte de la serie. Una acuarela que el pintor crearía un año antes de que la (mal llamada) gripe española acabara con él. Su amor por Edith, su mujer, fue tan fuerte que no quiso separarse de su ya moribunda figura. La acompañó hasta el final y el resultado fue que el artista seguiría el mismo camino solo tres días después y con solo 28 años.
Más recorrido le quedaría a Heinrich Rieger, al que sus dotes sanitarias le permitirían esquivar la pandemia de 1918, pero no otra mucho mayor: el nazismo. Moriría en el gueto judío de Theresienstadt en octubre de 1942 después de que, junto a su esposa, fuera expropiado y obligado a vender sus obras por los esbirros de Hitler. Sin embargo, su hijo Robert sí logró salir de Europa para continuar con la estirpe. «Una cosa es terrible, tenemos que vender casi todas nuestras posesiones a precios de remate», escribía Berta Rieger a su hijo en 1939. Con su marido fallecido, ella moriría en Auschwitz. Se cree que fue gaseada.
Ahora el tiempo (y la parte del Gobierno alemán encargada de los asuntos del expolio nazi) da la razón a la familia y devuelve a los Rieger ese «Desnudo femenino en cuclillas» que colgaba de las salas del Museo Ludwig de Colonia. «Nos sentimos aliviados de que haya una solución justa con la devolución del trabajo a la familia», ha asumido el director del centro, Yilmaz Dziewior.

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