Sergio Blanco declara su amor a Lope
El director franco-uruguayo llega a Madrid con «Divina invención», una «conferencia autoficcional» en la que dialoga con el autor de «Castelvines y monteses» sobre los sentimientos
Creada:
Última actualización:
Para entender el desembarco de Sergio Blanco en la casa de la Compañía Nacional hay que retroceder en el tiempo «casi 35 años», dice el autor y director. Además, hay que cambiar de continente, viajar hasta América, hasta Uruguay, concretamente. Fue allí donde, llevado por sus tías abuelas, hubo un niño que acudía con asiduidad al teatro. Y en una de aquellas funciones se topó con un dramaturgo que se llamaba Lope de Vega. Blanco estaba ante «La dama boba», pero algo no le cuadraba: «En el entreacto pregunté por qué hablaban así, no lo hacían como nosotros». La contestación de sus introductoras en la escena fue sencilla: «No te preocupes, déjate llevar por el verso». Y él, obediente, se dejó llevar. Luego llegó «Don Gil de las calzas verdes» de Tirso, y, más tarde, también lo hizo «La vida es sueño», de Calderón. «Me iba impactando ese mundo en el que salíamos del lenguaje cotidiano y entrábamos en otro tipo de cadencia y de ritmo», cuenta ahora un Sergio Blanco que terminó entendiendo que «decía más todo eso que el lenguaje prosaico que usamos todos los días».
Con aquel bagaje, que se ha ido engordando, y de qué manera, con el paso de los años, llega el director franco-uruguayo a Madrid, y lo hace enamorado de cualquier palabra inocente con la que se tropiece por la calle. Hasta cuando se va a cortar el pelo –como sucedía esta misma semana– curiosea sobre el origen de las mismas. Solo así llegó hasta el porqué de la peluquería Tánger. «Porque la palabra es bonita», le respondía el barbero, que, por cierto, siendo marroquí, no tenía nada que ver con la ciudad. Blanco no necesitaba otra respuesta. Era esa misma belleza «que va más allá de lo prosaico» lo que le conectaba con las explicaciones que, en su día, le dieron sus tías abuelas.
Aquel Lope que le presentaron con «La dama boba» hoy ya no es un secreto para él. Sacudiéndose la soberbia, asegura que se ha leído toda su obra de forma «quirúrgica». «Había que ir desentrañándolo y entendiéndolo». Solo de esa manera iba a convertirse en una especie de «alter ego» del dramaturgo áureo. «Una vez mi diafragma adquirió todo Lope empecé a escribir. Tenía que ir siguiendo el ritmo que me marcaba el dictado de Lope. Quedé agotado», explica quien no es actor y, sin embargo, protagoniza ahora «Divina invención o la celebración del amor» en el Teatro de la Comedia (hasta el domingo). «Yo solo escribo y dirijo, por lo que no tengo ninguna técnica interpretativa, solo el entusiasmo, la pasión y el procedimiento de decir en prosa un texto que tiene que reproducir el ritmo de los sistemas de Lope». Sistemas que no son otra cosa que décimas y redondillas que el director asegura haber estado «respirando durante un mes» sin parar. Trabajando la cadencia de estas sin transformar el texto. «Me lo tomo como un ejercicio de estilo, cómo llevar el verso a la prosa». Para Lluís Homar, actor y director de la CNTC, nadie conseguirá superar a Blanco en este aspecto: «Dice que no es intérprete, pero consigue algo que nosotros buscamos siempre, ser genuinos. Te lleva de la mano».
Pero ese viaje que propone «Divina invención» en la sala pequeña de la Comedia no es un trayecto cualquiera. Sin abandonar su clásica autoficción, el director le da una vuelta al género y presenta la «conferencia autoficcional»: «Se trata de textos que giran en torno a un tema específico y en donde se cruzan dos modalidades opuestas, que son la conferencia y la autoficción. Lo que más me atrae es la unión en un mismo soporte [mi cuerpo y mi voz] de dos modos discursivos opuestos y antagónicos –continúa–. Allí donde la conferencia debe responder a máximas de objetividad, claridad y precisión por medio de un discurso ordenado, equilibrado y medido, la autoficción [que es mentir la verdad sobre uno mismo] será subjetiva, confusa y difusa a través de un discurso desordenado, desequilibrado y desmedido».
Blanco une un par de mundos en un montaje híbrido que «exige mucho al espectador porque se lo lleva de un lado al otro con mucha rapidez». Así, pasa de la verdad absoluta a la invención en un solo pestañeo. Es la forma que ha escogido el autor de levantar un encargo directo de Homar: hablar de la relación de Lope con el amor. Una mirada que no siempre es idílica, ni es el antídoto a la muerte, sino que también es «abismal, irracional, bestial...», enumera el líder de la Compañía Nacional.
«Como lo profesa Lope, el amor es una ciencia que nos hace sabios –añade Blanco–, también es cierto que nos conecta con nuestra parte más bestial. Los momentos de mi vida en que más me he acercado a lo animal fueron aquellos en los que estuve enamorado. De todos modos, más allá de que el amor esté entre la civilización y la barbarie, la sabiduría y la rudeza, creo que es una experiencia sublime que siempre nos termina transformando». Para todo ello, el autor dibujará una función que se moverá de Heidelberg hasta Hong Kong pasando por Venecia, Manhattan y el Río de la Plata, pero también propondrá un viaje histórico que va de Cleopatra y Superman a Lancelot, Melibea o Scarlett O’Hara.
- Dónde: Teatro de la Comedia (Sala Tirso de Molina), Madrid. Cuándo: hasta el domingo. Cuánto: 25 euros.