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“Cruella”: vuelve la villana que no pasa de moda

Emma Stone se propone reinventar al mítico personaje que conocimos en «101 dálmatas» de la mano de Craig Gillespie, director de «Yo, Tonya»
disneyLaurie Sparham
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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Fue Lee Van Cleef, probablemente el mejor malo posible para acompañar al bueno y al feo, y testigo fehaciente de cómo le pegaron un tiro a Liberty Valance, el que dijo que no se podía juzgar a un personaje sin conocer «sus motivos». Esa es la tesis de «Cruella», la nueva película de Disney que llega hoy a las salas y a la plataforma digital de la compañía, en estreno simultáneo, y que pone a Emma Stone en la piel de la mítica villana a la que conocimos en «101 dálmatas», de 1961, y a la que dio ya vida una espléndida Glenn Close en 1996.
Siguiendo el hilo de producciones recientes, como «Joker» o «Maléfica», y en la línea de próximos regresos de otrora villanas como «Viuda negra» o la Harley Quinn de «Escuadrón suicida», Disney ha decidido contar la historia desde el punto de vista de las incomprendidas, y para eso ha recurrido al director más capacitado para ello, Craig Gillespie: «Es curioso, porque creo que todas mis películas giran en torno a inadaptados y sujetos marginales. Todavía no he sido capaz de comprender por qué, pero creo que tiene que ver con que me gusta entender por qué actúan así, o por qué han sido condenados al ostracismo», explica el realizador a LA RAZÓN después del éxito que le supuso «Yo, Tonya» y ultimando ya el rodaje de un nuevo «biopic» centrado en la relación de Pamela Anderson y Tommy Lee: «Ese viaje al origen del mal siempre es interesante, y es algo que en “Pam and Tomy” también exploramos. Cómo fueron consumidos por los medios y cómo eso acabó destruyendo sus vidas. Podríamos decir que me encanta aportar nuevas perspectivas», añade.
Viaje al origen del mal
Para insuflar nueva vida al mito de Cruella de Vil, además de una Disney que, reconoce Gillespie, le dio libertad absoluta pese al «nerviosismo de algunos ejecutivos respecto al tono», ha querido contar con Emma Stone en el papel principal. O al revés: «Cuando me explicaron que llevarían al personaje al Londres ’'punk’' de los 70 no podía estar más intrigado. El guion era bueno, pero los toques gamberros que añadió Tony McNamara fueron espléndidos. Preferíamos pedir perdón a pedir permiso». Así explica Gillespie cómo entró en juego el guionista de «La favorita», recomendado específicamente por Stone tras trabajar con él y que ejemplifica a la perfección la implicación de la actriz ganadora del Oscar en el proyecto: «Esto comenzó hace seis años, cuando Disney me ofreció el personaje», explica desde Los Ángeles. Y sigue: «Tanto ellos como yo teníamos la sensación de que el personaje se quedaba corto en las dos películas anteriores. Era Cruella, sí, pero no sabíamos cómo había llegado allí».
La tarea pues, era explicar el origen del odio visceral por los dálmatas de la diseñadora de moda. A ritmo de Queen, Supertramp, The Clash, The Doors y una extraordinaria nueva canción de Florence+The Machine, Gillespie nos cuenta que Estella –luego Cruella– se ha criado como una huérfana en la capital británica y que sueña con dedicarse a la alta costura. En su camino se cruzará La Baronesa, una diseñadora tan agria como Anna Wintour pero con los dejes icónicos y déspotas de Meryl Streep en «El diablo viste de Prada». «Como un regalo del cielo», explica el director, ese papel lo encarna Emma Thompson: « Me he sorprendido a mí misma. Es extremadamente fácil ser mala, ser cruel con los demás. Me salía meterme en el papel de una manera horrorosamente sencilla», confiesa la británica antes de continuar: «Fui criada en un hogar en el que siempre hubo cariño y amabilidad, así que este tipo de personajes me quedaban lejos. Otra cosa es la industria del espectáculo, en la que he conocido a varios sujetos así. No diré nombres, pero ya sabéis a quién me refiero».
Un odio visceral
Sobre esas inspiraciones, Stone, que durante las generosas dos horas de metraje parece pasárselo mejor que en cualquier papel anterior de su carrera, incide: «Era importante que el cambio de Estella a Cruella, por lo que ocurre en la película, fuera más allá de lo estético. Hay algo de mí en Estella, porque creo que es dulce y educada, pero con un punto de aversión por el rechazo con el que conectaba mucho. También hay algo de tentador en ser Cruella, que no pide perdón por ser quién es. La película está construida como una historia de ser o hacerse, y eso es clave para entender al personaje».
Antes de despedirse, eso sí, ambas actrices dirimen la única cuestión que queda por resolver al terminar la película: ¿Quién ganaría una pelea cuerpo a cuerpo entre ambas? «la Baronesa pesa más», bromea Thompson, «si tuviera la oportunidad de ponerse encima de Cruella no le duraría un segundo». «No estoy de acuerdo. Sería una situación como la de los caminantes AT-AT en ’'El imperio contraataca’', con Cruella rodeando con cuerdas a la Baronesa y tumbándola de una vez», remata Stone. Bromas aparte, lo cierto es que la relación que articula la película siempre fue clave en la villanada de Gillespie: «Desde el principio, desde el guion inicial de Dana Fox, queríamos dejar fuera de la historia la perspectiva puramente masculina», explica el realizador, que en su reparto cuenta con secundarios de lujo como Mark Strong o Paul Walter Hauser.
Y continua: «Por eso no hay ningún interés romántico y la figura del padre de Cruella se acaba diluyendo. Lo que me interesaba era construir a fuego lento el enfrentamiento, casi ideológico, entre ambas Emma, y ha sido tremendamente fácil gracias a ellas y a su talento». ¿Hubo algo, entonces, difícil de llevar a cabo? El director de «Lars y una chica de verdad» responde: «Lo recuerdo perfectamente. Hay una escena en la que Stone tiene que salir de un camión de la basura en pleno centro de Londres. Tuvimos ocho minutos de rodaje, a las 3 de la mañana de un sábado, para dirigir a un equipo de 400 personas. No lo olvidaré jamás».
Gracias a la buena mano con los malos de Gillespie, y a un endiablado montaje que hay que agradecer a Tatiana S. Riegel, la nueva «Cruella» de Disney no solo cumple con el cometido argumental de hacernos entender por qué alguien odiaría a una raza concreta de perro o tendería a la conducción temeraria, sino que entrega a todo tipo de públicos (incluso el adulto) una revisión del arquetipo, y se agradece, mucho menos reaccionaria que ese «Joker» con la que se comparó y bastante menos henchida de sí misma que «Maléfica». Disney, suponemos que por influjo de Stone y Gillespie, saca la lengua y estrena su mejor película del año.

La difícil actualización de un icono

El contexto, que avanza como una apisonadora, permite salvar a pocos mitos. Por eso, remontarse hasta 1961 cuando Marc Davis la dibujó por primera vez, parecía un reto harto complicado para el diseño de producción de Fiona Crombie («La favorita», «Macbeth»). Por ello, el vestuario al que ha dado forma la ganadora de dos Oscar Jeanny Beavan cobra especial importancia: «Estar metida en un tubo de pasta de dientes no es lo más cómodo del mundo, pero fue apasionante poder ver tan de cerca cómo funciona el diseño de vestuario y, sobre todo, verme en esos ’’looks’’ tan maravillosos», explica Emma Stone. «Me parece que soy demasiado vieja, porque recuerdo exactamente cómo eran los setenta en Londres», coinciden Thompson y la diseñadora en un encuentro con la Prensa donde confiesan que una de las inspiraciones fue Alexander McQueen: «Era importante contrastar el estilo antiguo y señorial de La Baronesa con el de Cruella, mucho más glam, punk».