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Música

Clásica

Plácido Domingo: crónica de una noche de ovaciones, plenitudes y desmesuras

El regreso del tenor: la ovación que recibió del público madrileño, de más de dos minutos, fue antológica. El gran artista que es merecía ese desagravio

Plácido Domingo, Ainhoa Arteta, Lucero Tena, María José Siri, Jorge de León, Virginia Tola, Nicholas Brownlee, Marina Monzó. Guitarra: Pablo Sáinz Villegas. Orquesta Clásica Santa Cecilia. Director: Mº Josep Caballé Domenech. Auditorio Nacional. Madrid, 9 - VI - 2021.

Hay que agradecer a Javier Martí y la Fundación Excelentia la recuperación de Plácido Domingo en los escenarios españoles con una gala a beneficio de la Cruz Roja. No sé a quién pertenecerá la idea, pero ha resultado todo un acierto sobre el papel y en los hechos. Ninguno de los artistas participantes se podrá quejar del calor con el que fueron recibidos. Nada menos que 35 grados fuera del Auditorio Nacional y cerradas ovaciones dentro. Artistas, casi todos en plenitud, que se merecieron esas muestras que empezaron para otra persona. La llegada de la presidenta Díaz Ayuso fue todo un espectáculo. Fotógrafos por doquier y unos aplausos que no tuvieron nada que envidiar a los que suelen acompañar a la Reina emérita cuando visita el Auditorio. Sin duda Madrid está con ella. Luego se la vio disfrutar durante el espectáculo, visiblemente con unas actuaciones más que con otras. Por supuesto con Plácido, pero muy especialmente con Lucero Tena y Pablo Sáinz Villegas. Se adelantaba a la barandilla de la primera fila de anfiteatro como para disfrutarlos más.

Tras un rutinario preludio de «Carmen» salió el tenor al escenario. La ovación, de más de tres minutos, fue antológica. La encontrarán en YouTube. A Plácido le han perdonado todo sus madrileños, si es que alguna vez hubo algo que perdonar. El gran artista que es se merecía este desagravio. Empezó dubitativo en la comprometida página «Nemico della patria» de «Andrea Chenier», con algunos desajustes en una orquesta que sonó con más volumen del adecuado. Resultó curiosa, por extraña, la atención que el tenor reconvertido a barítono prestó a todas las partituras que abordó, piezas que ha cantado montones de veces. Incluso así se le escapó alguna que otra sílaba. Lógico, por otro lado, cuando ya ha sobrepasado los ochenta años. Pero Plácido es un inexplicable milagro. Lo dio todo en un programa baritonal exigente: el citado Giordano; el largo dúo de «Traviata» con una admirable María José Siri, el también amplio dúo segundo entre Fiesco y Simon Boccanegra –lo que mejor cantó– con el vozarrón de timbre muy atractivo del bajo Nicholas Brownlee, de quien seguro oiremos hablar en el futuro; el menos logrado dúo entre don Álvaro y don Carlos de «Forza del destino» junto a un pletórico Jorge de León y un muy mejorable «Dúo de la Africana» con Virginia Tola, en el que ambos fueron sepultados por la orquesta.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en el recital de Plácido Domingo
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en el recital de Plácido DomingolarazonEFE

Pero una vez más se cumplió el refrán «quien tuvo y retuvo…» porque, cuando nos brindó la propina «Por el amor de una mujer» de «Luisa Fernanda», dio toda una lección del fraseo que siempre hemos admirado y prácticamente nadie ha superado. El resto de las propinas de algunos sus compañeros fueron desmesura en las dos horas y media sin descanso. Una vez más quedó clara la especial conexión que Ainhoa Arteta tiene con el público en una buena ejecución del aria final de Leonora de «Forza», con pianos sobresalientes, y el excelente momento de Marina Monzó. Sin embargo, quienes más se llevaron el gato al agua fueron Pablo Sáinz Villegas y Lucero Tena en unas actuaciones de técnica y expresión endiabladas. Lo del primero es explicable, lo de Lucero, no. ¿Cómo aún puede tocar así? El público se puso en pie como no podía ser de otra forma. Dos horas y media con un programa muy bien diseñado, con páginas de las que atraen a cualquier público y con unos artistas en plenitud vocal o de sabiduría, que nos hicieron disfrutar de verdad a todos los que llenábamos el Auditorio. ¡Gracias, Excelentia! Ahora es imprescindible la vuelta de Plácido al Real –¿podría ser en alguna de las representaciones de «Nabucco» la próxima temporada?– y en esa Zarzuela, donde le escuchamos en 1968, con una gala centrada en el género. Por favor, no me digan que lo impiden los ministerios de Podemos.