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Los tormentos de Frida Kahlo en 34 dibujos

La editorial Artika publica un volumen con su obra gráfica más relevante con una fidelidad muy próxima al original

Libro de ilustraciones de Frida Kahlo de la editorial Artika
Libro de ilustraciones de Frida Kahlo de la editorial ArtikaJesús G. FeriaLa Razón

Frida Kahlo no usaba el dibujo como esbozo o apunte provisional para un lienzo. Su obra gráfica es un retrato de su cara biográfica más íntima y apartada de la mirada pública; un «selfie» antes de esta era del instante que vivimos y que han afirmado Instagram y la difusión de los móviles; un latigazo de talento que corría autónomo de sus autorretratos al óleo y cuya importancia muchas veces no se ha sabido valorar con la profundidad, severidad y rigurosidad que se debería.

Para ella, el lápiz y el difumino no suponían únicamente una extensión de su ingenio artístico, como sucedía en el caso de Goya o Picasso, que tenían una consciencia clara de que cada una de sus obras estaba predestinada a cimentar su reputación. Para ella, el carboncillo era una manera de expresión que principiaba y terminaba en lo privado. Sus dibujos no estaban hechos para calentar la muñeca o soltar la mano, como dicen los artistas. Tampoco para ir coleccionándolos y luego exhibirlos en muestras y sorprender al público. La mayoría de ellos estaban empujados por una urgente necesidad de entregar al papel un sentimiento y no tenían otra «comercialización» que entregárselos a las amistades más próximas. «Nos permiten asomarnos directamente a su interior, nos desvelan los anhelos y los sueños de Frida Kahlo sin esa bonita apariencia que había de otorgar valor a cualquier pintura al óleo si una quería venderla. Ninguno de los dibujos de Frida Kahlo fue concebido para su venta. Y, que yo sepa, ninguno de ellos se mostró en una exposición en vida de la artista», comenta Helga Prignitz-Poda, historiadora del Arte, que colabora en «Los sueños de Frida Kahlo», que publica la editorial Artika, un volumen que reproduce con la máxima fidelidad 34 dibujos de los 130 que se conservan de la pintora.

Una pieza de coleccionista

La preparación de esta obra, que comenzó hace años y que termina siendo una pieza en sí misma apreciada por coleccionistas y museos, ha requerido una exhaustiva investigación para saber dónde se encontraban estos dibujos, quiénes los conservaban y, luego, pedir acceso para hacer una copia exacta, que mantiene, incluso, la rugosidad, manchas y particularidades del original. Este proyecto ha contado con docenas de viajes y ha requerido un fotógrafo dedicado a esta tarea para sacar las mejores imágenes y apreciar cada detalle. Se ha necesitado un estudio particular para elegir el papel que más se asemejaba al utilizado por ella (a veces muy distintos entre sí) y que permitiera su reproducción más fiel (cada una de las copias está timbrada en la parte de atrás por un número de serie).

La editorial Artika, que ya hizo esta misma labor con los cuadernos de dibujos de Van Gogh (de hecho, en el museo de este pintor en Amsterdam lo que se muestran son estas copias y no los originales), ha acompañado este trabajo con un extenso volumen, profusamente ilustrado con fotos de Frida Kahlo. Un minucioso análisis de sus dibujos (muchos de ellos desaparecieron tras su muerte en 1954) que, aquí, se ponen en relación con el resto de su producción.

En estos dibujos asoma la vertiginosa legión de fantasmas que judicializaba los recuerdos de Frida y glosan su iconografía ideológica y parte de los terrores que jalonaron su existencia. Aquí aparecen los estragos de su accidente, los abortos que padeció, sus pensamientos y sufrimientos. Pero no arrojan solo una Frida Kahlo sufriente, un estereotipo que responde a su imagen más difundida, sino a una Frida Kahlo compleja, de arraigada personalidad y muy intelectual; la instantánea de una luchadora que no se arredra ante las dificultades y se planta cara a los duelos que ofrece el vivir.

Familia y política

Entre los dibujos, que, como se puede observar, realizó en ocasiones en cuadernos baratos y cuyas hojas aún conservan la marca de la espiral, hay algunos de esos autorretratos que han asentado su fama. También aparece con Diego Rivera y con algunos nombres de políticos que condicionaron su forma de observar su época. Estos dibujos incluyen frases manuscritas, como «Apariencias engañan», una manera de intitularlos que recuerdan a Francisco de Goya, que solía incluir un comentario en sus grabados. Pero también se puede ver la huella de sus influencias estéticas y de los movimientos que la marcaron el devenir de su estética. Es evidente en ese dibujo (también hay un óleo de claras semejanzas con él) en donde se retrata junto a su marido. El antecedente está en «El matrimonio Arnolfini», de Jan van Eyck. «La mano de ella no está cogida de la de él, sino que Diego le rodea la muñeca, de suerte que la mano de Frida se somete a ese dominio de un modo un tanto inorgánico, casi se oculta tras él. En su propio abdomen ha dibujado un feto, como si ella y el vestido fueran finos y transparentes», dice Helga Prignitz-Poda sobre este dibujo, que revela cómo ella asimila la tradición artística que ha heredado y para devolverla con patrones distintos.