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Peribáñez: Eduardo Vasco, contra cualquier «buenismo»

El ex director de la Compañía Nacional regresa al teatro clásico poniendo en pie uno de los grandes textos de Lope de Vega: «Peribáñez y el comendador de Ocaña»
Asís G. AyerbeNoviembre Teatro
La Razón

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Después del reciente estreno en las Naves del Español de «Tránsito», una ópera de cámara con partitura de Jesús Torres sobre un texto de Max Aub, llega ahora al Festival Iberoamericano del Siglo de Oro Clásicos en Alcalá otro trabajo radicalmente distinto del director Eduardo Vasco, en este caso, con su propia compañía, Noviembre Teatro. La puesta en escena de «Peribáñez y el comendador de Ocaña», de Lope de Vega, es su última incursión hasta la fecha en un mundo que conoce a la perfección y al que vuelve profesionalmente de manera recurrente: el teatro del Siglo de Oro.
Publicada en 1614, y considerada dentro de los géneros de aquel tiempo como drama municipal, comedia de comendadores o drama de honor villano, «Peribánez» es una obra –parecida argumentalmente a «Fuenteovejuna» o «El alcalde de Zalamea»– que toca temas tan importantes como el abuso de poder, la universalización de la justicia o el concepto de dignidad. Yolanda Pallín, la otra cabeza visible de Noviembre y habitual dramaturga de la compañía, firma una versión en la que, según el director, «no nos ha interesado contar cómo el rey perdona el crimen de un villano, sino cómo el villano ha llegado a cometer ese crimen y cómo su acción le termina llevado ante el rey».
El argumento es el siguiente: después de haber sido cogido por un toro en las fiestas celebradas por el casamiento de dos aldeanos llamados Casilda y Peribáñez, un comendador es atendido de sus heridas por la recién casada. En ese breve espacio de tiempo, el comendador se enamora de Casilda e intenta manipular a su marido –con dádivas al principio, y alejándolo de su hogar después– para poderla seducir sin obstáculos. Peribáñez descubrirá las argucias del comendador y le dará muerte cuando lo sorprenda en su propia casa tratando de deshonrar a Casilda.
Al final, como suele ocurrir en este tipo de obras, el rey, que había ordenado la muerte de Peribáñez después de lo ocurrido, terminará perdonando a la pareja de campesinos cuando conozca la verdad de los hechos. «Lope nos está hablando de algo que está de plena actualidad –señala Vasco–, nos recuerda que la justicia social es un camino de ida y vuelta. Cuando el que está arriba se salta todas las normas y leyes, no puede esperar que el que esté abajo no lo haga también».
Y apunta el director que, en esta obra, a diferencia de otras parecidas en las que los personajes también basculan entre la justicia y la venganza, «los actos no están ligados a un estricto código de honor que el personaje se vea obligado a cumplir; aquí él decide obrar como lo hace sin ningún tipo de imposición». En este sentido, la pieza, como tantas del Siglo de Oro, puede resultar controvertida para algunos en cuanto que el protagonista, después de haberse tomado la justicia por su mano y de dar muerte a cuantos ha considerado, recibe la gracia y el favor del rey.
Vasco se rebela contra esa tendencia actual, que él califica como «buenista», de juzgar la calidad de las obras por las supuestas cualidades morales de sus protagonistas, y de juzgar esas virtudes de los personajes descontextualizándolos y analizándolos bajo el prisma ético del presente. «Por supuesto que este no es un personaje ejemplar –afirma–, pero es que no creo que sean nada interesantes los personajes monolíticos. A mí me gustan los que dudan, los que son contradictorios y se equivocan... Y creo que a la mayoría de la gente también. De hecho, es algo que estamos viendo todos los días en exitosas series de Netflix o HBO. Lo que resulta interesante es saber que provenimos de ahí, de esa moral construida hace 400 años. Eso nos permite ver a esos personajes y vernos a nosotros mismos de una manera crítica».
Rafael Ortiz, como Peribáñez; Isabel Rodes, en el papel de Casilda; y Alberto Gómez Taboada, dando vida al comendador, son algunos de los actores protagonistas dentro de un elenco con sobrada experiencia haciendo teatro clásico y en el que todos han trabajado ya más de una vez con el director: Elena Rayos, José Ramón Iglesias, Francisco Rojas... «Me gusta esa sensación de familia, de compañía de verdad –reconoce Vasco–. Pienso, por otra parte, que es la manera de crear un sello o un estilo determinado; es necesario trabajar a largo plazo y dar continuidad y complicidad a los actores. Lo bueno, además, es que esa familia con los años es cada vez más amplia y numerosa. También hago otro tipo de trabajos por encargo, en los que me ajusto a un elenco y un equipo que me vienen dados, aunque con mi compañía me gusta trabajar así», confiesa.
Pero no es el cartel de «Períbáñez» el único lugar donde se puede leer este año el nombre de Eduardo Vasco en el festival. El director también ocupará el Corral de Alcalá, concretamente esta noche, para dar a conocer al público, en «El verso áureo y su recitado», el ingente material fonográfico que colecciona desde hace tiempo y que contiene valiosísimos registros de voces, en discos de pizarra, de actores de principios del siglo XX recitando. «En un arte tan efímero como es el teatro, son importantísimas estas grabaciones –explica–. Aquí están plasmadas las escuelas y tradiciones que han configurado nuestra manera de decir hoy el verso».
  • Dónde: Teatro Salón Cervantes, Alcalá de Henares (Madrid). Cuándo: 25 y 26 de junio. Cuánto: de 8 a 16 euros.