Cuando Brad Pitt durmió en la cama de Franco
El Hotel Madrid de Las Palmas de Gran Canaria conserva intacta la habitación número 3, donde durmió Franco la noche del 17 al 18 de julio. Un reclamo que ha atraído incluso la curiosidad de actores de Hollywood
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Francisco Franco y Brad Pitt estuvieron en la misma habitación. Fue en el Hotel Madrid, en Las Palmas de Gran Canaria, pero entre medias habían pasado ochenta años.
Cuando se registró en la recepción no era nadie en el contexto global del mundo, solo un meritorio oficial del Ejército español distinguido en las campañas del Norte de África y con la nombradía común de los que han destacado en servicio, pero cuando al día siguiente abandonó sus aposentos ya no podría afirmarse lo mismo. En apenas veinticuatro horas, el destino había decidido reservarle una página en la Historia y aquel comandante militar de Canarias iba ya camino de convertirse probablemente en el español más conocido del siglo XX junto a Picasso, Buñuel o Dalí. El Hotel Madrid, ubicado en la Alameda de Colón de las Palmas de Gran Canaria, un edificio de aires modernistas diseñado por Rafael Massanet y Faus, mantiene sus airosos balcones de balaustradas negras y el color amarillo y blanco habitual de su fachada. Es el alojamiento más antiguo de la ciudad. En su momento, uno de los más reputados y con mayor fama. Y en su interior todavía conserva intacta la famosa habitación número 3, donde Francisco Franco pernoctó la noche del 17 al 18 de julio, la víspera del alzamiento armado que desembocaría en la Guerra Civil española.
La estancia está igual que en aquella madrugada, con el mismo mobiliario que la adornaba: cabecero, cómoda, aplique de pared, armario y la elegante araña de bronce que pende del techo. Es, con toda probabilidad, la más célebre de la isla y docenas de huéspedes la solicitan cuando hacen una reserva. Los historiadores, de manera especial, piden dormir en ella. Pero tampoco son pocos los políticos que, cuando pasan por la ciudad, aprovechan un momento para visitarla. Pasqual Maragall, ex presidente de la Generalitat de Cataluña, se fotografió en su interior, y el ex ministro socialista José Bono ha estado varias veces y también se ha sacado el obligado retrato. Él mismo reconoció a los actuales propietarios del negocio que existe una obligación de conservarla porque forma parte de nuestro pasado y ayuda a tener viva la cronología de los acontecimientos acontecidos aquellas jornadas determinantes.
La más solicitada
No son los únicos que se detienen en este fragmento de nuestro pasado. A lo largo de un par de años consecutivos, personas del colectivo LGTBI la pedían. Se había convertido en una costumbre entre ellos hacerlo en algunas fechas concretas del calendario, aunque, según reconocen en el hotel, siempre exhibiendo el máximo respeto y sin faltar a la memoria que representa, que, en este caso, es una memoria que impone mucho. Quizá los más renuentes a quedarse a descansar en ella son los jóvenes, siempre de sensibilidades más frágiles, que dan muestra de cierta reticencia y prefieren declinar esa posibilidad, como si el dormir en la habitación conllevara algún tipo de transformación política o ideológica.
El Hotel Madrid siempre ha sido, además, un foco para las producciones cinematográficas. Por sus alcobas han pasado grandes mitos de la gran pantalla, como Marcello Mastroianni, Gregory Peck, que se hospedó ahí durante «Moby Dick», o Uma Thurman. La productora de un filme reciente, «Aliados», decidió reservar todas sus habitaciones para el equipo técnico y las necesidades de los actores, entre ellos, Marion Cotillard y Brad Pitt. Este último, al enterarse de la relevancia histórica del aposento, quiso conocerlo y, al entrar, exclamó: «Antes era la habitación de Franco, ahora es la habitación de Brad Pitt». El intérprete se sacó las correspondientes instantáneas, se tumbó en la misma cama que Franco y, durante las pausas de trabajo, según comentan, descansó o durmió en ella.
Pero, ¿qué sucedió realmente en esta estancia? Para empezar, no fue la única que Franco reservó. También se quedó con la número 11. El motivo era doble. Primero, hospedar a su familiar, que viajaba con él (que se hospedó en la 11) y, segundo, por un motivo de precaución lógico. No deseaba que nadie supiera en cuál estaba para prevenir un posible atentado contra su persona. Él había acudido a Las Palmas el día 17 de julio (llegó a primera hora) para presidir al mediodía la comitiva fúnebre del comandante de la Guarnición, Amado Balmes Alonso, que había muerto dos días antes, un fallecimiento que después ha dado pie a una abundante literatura.
Incidentes peligrosos
De hecho, en las horas previas se habían visto carteles que rezaban: «Abajo el Ejército! ¡Muera Franco!» y su escolta tuvo que reforzarse por temor a un atentado. En una de las calles por las que pasa, incluso, encuentra alguna aglomeración de protesta que no es más que un incidente con carácter de anécdota, pero que le hace ser precavido.
Después de un paseo en coche, Franco recibió en el Hotel Madrid, cuya primera planta se conserva tal como estaba entonces, con el mismo suelo, distribución y atmósfera, a diversas personalidades. Entre ellas, al cónsul de Inglaterra, que le vino con una solicitud para que mostrara cierta benignidad con unos turistas británicos que no tenían los papeles en regla (los pasaportes caducados, se ve, no es una cosa solamente de hoy). Aparte de algunos oficiales y militares con los que charló, a las siete de la tarde se reunía en su habitación del Hotel Madrid con el jefe de E. M. de la Comandancia Militar de Las Palmas, comandante García González, y le dio instrucciones para el próximo alzamiento en Canarias, cuya fecha no se había fijado de modo definitivo, como aseguran algunas fuentes.
Durante este turno de visitas también recibió al cónsul italiano Ruggero Martin, que se hospedaba allí mismo. Lo que se sabe después es más bien poco. Se conoce que cenó con su primo y con Lorenzo Martínez Fuset, y que, justo después, junto al general Orgaz y sus ayudantes, planea las actividades del día siguiente: visitas a cuarteles, baterías... Lo que no se sabe si es cierto o pura leyenda es que alguien llamó a la puerta de su cuarto y que su primo tiró de pistola para protegerlo por temor a que fuera un comunista infiltrado.
En lo que no existe duda posible es que Franco, haciendo alarde de austeridad, prefirió retirarse temprano para descansar (el cabecero y armazón de la cama que hoy se ve es el que él tenía: la madera es tan dura, según comentan en el hotel, que no se la comen ni las termitas).
Antes de arroparse con las sábanas, con una insistencia significativa, Franco había formulado a los propietarios del hotel una petición: que instalaran en su cuarto un escritorio (del que carecía) así como una lámpara adecuada para escribir. Una solicitud que tardó en materializarse. Parece ser que no se disponía de una mesa o un bufete. La única posibilidad era una cómoda de madera adornada con una pieza de mármol. Un mueble pesado que, a pesar de las reticencias, al final tuvieron que bajar de un piso superior. Como era tan aparatoso de mover, cuando Franco se marchó, los dueños decidieron que se quedara y, de hecho, ahí permanece. Jamás la pereza ha hecho un servicio tan grande a los curiosos. La lámpara también se dejó, pero resultaba tan bonita y los huéspedes, en cambio, tan descuidados, que los actuales propietarios han preferido guardarla y solo la enseñan a aquellos que la piden ver.
Una madrugada movida
El siguiente acto de la historia se produjo de noche, alrededor de las tres de la mañana. El comandante del Estado Mayor del Gobierno Militar de Las Palmas recibe a las dos y cuarto la noticia de que la guarnición de Melilla se ha levantado en armas contra el Frente Popular. El anuncio proviene del coronel González Peral, de Tenerife. Este despierta en el Hotel Madrid al teniente coronel Franco Salgado, ayudante del general, y este traslada el mensaje, de carácter urgente, a Franco, quien, inmediatamente, ordena que se despierte a su séquito. El Hotel Madrid se convierte en un minuto en un sin parar de idas y venidas. Desde esta habitación, se supone, escribe el telegrama que dirige a las fuerzas sublevadas. A las cinco y cuarto se difunde por la radio el llamado «Manifiesto de Las Palmas», también de él, pero existen dudas si este texto lo firmó en la habitación.
Lo que ocurrió después es conocido. Elige trasladarse al aeródromo de Gando por mar para evitar que lo detengan las fuerzas republicanas. Embarca, vestido de civil, en el muelle de San Telmo. A su lado están el teniente coronel Franco Salgado-Araújo, su primo, y José García de la Peña. Franco había dejado una guarnición junto a su familia. Su objetivo, llegar al Dragon Rapide. El avión despegó, con Francisco Franco a bordo, a las 14:20 horas de la tarde (otros afirman que a las 14:05), y aterrizará en Casablanca a las 21:00. La Guerra Civil española acababa de empezar.