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Freddie Mercury “cumple” 75 años: de las fiestas con Lady Di al adiós de Michael Jackson por la cocaína

El cantante de Queen hubiera sumado hoy una nueva primavera si el SIDA y los excesos no se hubieran cruzado en su vida. Una carrera top durante la que llenó el mundo de himnos
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Todavía resuena eso que dijo el bueno de Freddie Mercury de que no le importaría “morir mañana” mismo. “He vivido, en toda la extensión de la palabra”, continuaba. Solo lo pronunció un día antes de su muerte. Atrás quedaban 45 años que comenzaron en Zanzíbar y en los que dejó un sinfín de himnos (”Radio Ga Ga”, “We are the Champions”, “We Will Rock You”, “The Show Must Go On”...). Fue por ello por lo que, aunque a él le diera igual, a millones de seguidores se les rompió algo en los adentros cuando el 24 de noviembre del 91 se paró su corazón para siempre, víctima del SIDA.
Pero su historia comienza mucho antes, un 5 de septiembre de 1946, hace hoy 75 años. Estos serían los veranos que cumpliría el alma de Queen, el hombre al que pudimos ver por última vez sobre un escenario en Barcelona. El 8 de octubre de 1988, Mercury cantó “Barcelona” junto a Montserrat Caballé en el Festival “La Nit”. Aquella fue la última noche en que el mundo vio cantar a la leyenda del rock. No obstante, la actuación fue en “playback”, dato que no se debería tener en cuenta sabiendo que Mercury hizo un gran esfuerzo estando ya enfermo. Cuando bajó las escaleras del escenario, se prometió que no las volvería a subir jamás.
Así, la música se quedó huérfana de la voz de Farrokh Bulsara, su nombre verdadero. Una voz calificada por “The Guardian” como “una fuerza de la naturaleza con la velocidad de un huracán”. Y es que el músico gozó durante su vida de un chorro de voz que se especulaba que gozaba de una gama sonora de más de cuatro octavas. Para comprobar cómo había conseguido tener tal rango vocal un equipo de expertos austriacos, checos y suecos publicaron en 2016 un estudio (“Freddie Mercury-acoustic analysis of speaking fundamental frequency, vibrato, and subharmonics, Logopedics Phoniatrics Vocology, DOI:10.3109/14015439.2016.1156737″) en el que analizaron la voz de Mercury.
Sin embargo el estudio no arrojó grandes datos, en resumen, afirmó que la gama vocal de Freddie Mercury era “normal para un adulto sano, ni más, ni menos”. Sin embargo, es seguro que por muchoq ue nos esforcemos, ni usted ni yo lleguemos a acercarnos a su nivel. Eso sí, puntualizó que su frecuencia de 117,7 Hz era “la habitual para una voz de barítono”, pero con “un amplio control sobre su registro vocal y la mezcla de registros”. Por mucho que le pesase al protagonista, pues es conocida la anécdota de Caballé cuando aseguró que le había dicho que “tenía una voz de barítono”: “Le dije que hiciésemos un dueto de barítono y soprano y me contestó que ‘no, no, mis fans sólo me conocen como cantante de rock y ellos no reconocerían mi voz si canto como un barítono’”.
Lo que no se sabe a ciencia cierta es qué tipo de gorgoritos entonaba junto a una buena amiga, Lady Di. Eran jóvenes y vivían en una época de oro, por lo que las dos “celebrities” protagonizaron otra de las historietas más emblemáticas de la vida del cantante (y de la princesa). Ambos eran amigos desde mediados de los años 80 y solían quedar a escondidas. En una ocasión, en 1988, pasaban la tarde junto a los cómicos Kenny Everett y Cleo Rocos. Jugaban, bebían y reían hasta que se les ocurrió la gran idea de salir de fiesta. Pensaron en ir al Royal Vauxhall Tavern, un bar gay de Londres. No obstante, tenían que evitar que reconocieran a la que iba a ser futura Reina de Inglaterra.
“Dejad a la chica que se divierta un poco, venga”, pidió Mercury. Por ello, Diana se vistió con una chaqueta militar, una gorra de cuero y unas gafas de sol que no se quitó en toda la noche. Consiguió no ser reconocida. Y allí que fueron los cuatro destino a un pub en el que no duraron más de una hora al ser frecuentes las peleas. La acompañaron al palacio de Kensington y, al día siguiente, Lady Di devolvió la ropa con una nota de que tenían que “repetir”.
Pero no todo fueron juergas sin resaca. Una de ellas (una de tantas) terminó con otra buena amistad del cantante, precisamente con la de otro estrellón de la música, con la de Michael Jackson. Fueron grandes amigos. Fue inevitable que sus vidas se cruzaran y, cuando ocurrió, fue una explosión de personalidades. Mercury estuvo un tiempo en la mansión de Jackson, donde grabaron y crearon varias canciones. No obstante, cuando se puso droga por medio, los artistas tuvieron un determinante desencuentro. La amistad se enfrió de golpe cuando Jackson vio en su propio salón a Mercury consumiendo cocaína con un billete de 100 dólares. Demasiado duro para un hombre que nunca dejó de ser un niño.

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