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“¿Quién es quién?”: Frank Dubosc, la comedia y la quimera de la familia perfecta

El célebre actor francés protagoniza un filme en el que, de repente, todos los miembros de una familia intercambian sus roles justo después de visitar un parque de atracciones
DeAPlaneta
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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Desde hace tiempo, quizá gracias a una cultura e industria cinematográfica de mayor calado, o quizá solo a base de autores con más vergüenza que los patrios -que se limitan a producir “remake” tras “remake” solo por el bien de su bolsillo poco ecuánime-, Francia viene cultivando en sus salas el concepto de una comedia familiar comercial, sí, pero original e infinitamente más redonda y menos soez que en otros epicentros geográficos del cine. De hecho, el producto final suele ser tan universal que no se tarda en exportar directamente o, si la barrera de tres centímetros del subtítulo y hay un productor lo suficientemente codicioso, se adapta al país correspondiente con actores más conocidos por el público local. Uno de los valores en alza de este tipo de cine, que evita los recovecos más políticos del acto mismo del cine para centrarse en un “slapstick” y en un enredo que pueda resonar todavía con más demográficos, es el intérprete francés Frank Dubosc, protagonista de “¿Quién es quién?”, y que se estrena este viernes 10 de septiembre en España.
Cincuenta años no son nada
Después de éxitos en el país vecino como “Connectés”, “All inclusive”, la saga “Camping” o “Sobre ruedas”, donde ya compartía escena con su esposa en este filme, Alexandra Lamy (”Historias de una indecisa”), Dubosc se mete en el papel de un padre de familia, periodista y jefe de redacción, harto de las dinámicas de la misma y enfrentado a la patronal por la venta de la empresa que le da de comer. Con las negociaciones sobre el periódico en marcha, los Morel deciden irse a un parque de atracciones para celebrar el cumpleaños de la más pequeña de la familia, Cha-cha, sin saber que una vez allí, despertarán cada uno en el cuerpo de otro miembro de su familia. Así, Dubosc, de 57 años, acaba interpretando a una niña pequeña: “Fue el papel más difícil de hacer, porque es el personaje que más alejado está de mí. Me costó mucho porque tuve que romper con cierto pudor y cierta vergüenza al mostrar partes de mí que ya no existen o ya no recordaba”, explica en entrevista con LA RAZÓN.
Por supuesto, los enredos causados entre un padre agobiado por el trabajo, una madre tonteando con el adulterio, un par de hijos adolescentes que “pasan” de todo y una niña mandona desembocarán en un lío cómico de grandes proporciones pero que, de algún modo, encuentra el tono perfecto para que los chistes no se simplifiquen y la trama, pese a lo inverosímil, consiga mantener la atención del espectador. ¿Es la historia lo suficientemente universal para que pudiéramos adaptarla en España? Dubosc opina, vía videoconferencia: “Creo que sí, totalmente, porque al fin y al cabo todos somos latinos, y respiramos sentimientos y emociones parecidas. Tenemos un humor que también es similar, y lo veo cada vez que estrenamos en España, que la gente se ríe exactamente en los mismos lugares en los que lo hace en Francia. Con actores conocidos en España, podría funcionar totalmente”, matiza.
La muerte eterna de los medios de comunicación
Y sigue, sobre la inclusión en la trama de una problemática como la eterna muerte del papel y los medios de comunicación: “Como no soy el guionista, no puedo responder por las motivaciones de la trama, pero lo que refleja la película es una problemática a la que la prensa en Francia se enfrenta día a día. Como tantos otros sectores. Y es la crisis que supuso la llegada de Internet, que se tradujo como una especie de declive humano de la prensa. Desde que leo en Internet, creo que la relación que se establece entre el lector y el periodista es bastante menos real, menos humana. Ya no tengo una conexión tan fuerte con la fuente, la lectura se hace anónima casi. En el papel sigo notando esa conexión, aunque quizá sea algo solamente psicológico”, explica el actor, que también se vistió de corto para protagonizar un divertido partido de rugby en la película, acompañado por el mítico Sébastien Chabal, probablemente el jugador más icónico de la historia reciente de Francia: “-Bueno, como es cine y está todo planificado fue un día de rodaje muy divertido y todo fluyó perfectamente. Si no hubiera estado planificado, seguramente, hubiera habido más de algún problema físico. Él, a pesar de ser un jugador histórico, se prestó totalmente al juego como si fuera un niño”, remata.
Dubosc, que además de dar vida a su hija pequeña, también se mete en la piel de la adolescente y hasta de su propia mujer, cree que la pandemia ha servido como un perfecto catalizador de nuevas comedias, pero no ve muy esperanzado el futuro del cine en Francia, ese que estuvo cerrado durante casi un año y recibió a las salas con largas colas en el primer día de reapertura: “Esas colas que se veían en las matinales eran, sobre todo, demostraciones de apoyo de los más cinéfilos, que querían dejar ver su apoyo a las salas y sus ganas de ver cine en ellas. Sobre todo porque durante meses habían sido privados de uno de sus grandes placeres. Pero yo creo que el gran público todavía está dubitativo sobre acudir a las salas, y ha cogido ya costumbre de quedarse en casa viendo series o películas, así que será complicado. Poco a poco, todo volverá a la normalidad y eso incluye al público en las salas”, concluye.
“¿Quién es quién?”, además de una comedia familiar que no renuncia del todo a buscar un humor un poco más adulto llegado el momento, es una oportunidad excelente para volver a llenar las salas de cine. Como comedia de enredos, no se apoya tanto en el humor fácil como en el trabajo de las situaciones y en la inversión de roles, que no se vuelve rancia en ningún momento y es consciente de que se estrena en pleno 2021, donde la propia naturaleza de dichos roles está en constante debate. El cabeza de familia está a punto de perderla, la madre coraje se vuelve cobarde y los hijos, otrora ausentes para cualquier discusión importante, están dispuestos a tomar las riendas de los problemas que ocasiona el constante cambio de cuerpos. Su final, además, sin desvelar nada de la trama, es uno de esos en los que se deja sentir la mano de Jean-Patrick Benes, tan dado a la fábula (”Vilaine”, “Ares”), como una especie de lacito perfecto con el que salir “encantado” del cine.