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Teatro

Crítica de clásica

Gracioso y picante belcantismo de salón

La Fundación Juan March y el Teatro de la Zarzuela rescatan la ópera bufa del célebre Manuel García, “I tre gobbi”

Esta ópera bufa fue compuesta por el mítico tenor Manuel García "valiéndose del piano como escritorio", mientras daba sus lecciones de canto en el París en 1830
Esta ópera bufa fue compuesta por el mítico tenor Manuel García "valiéndose del piano como escritorio", mientras daba sus lecciones de canto en el París en 1830Fundación Juan MarchFundación Juan March

Obra: “I tre gobbi” de Manuel García. Intérpretes: Cristina Toledo, David Alegret, David Oller, Javier Povedano, Andoni Larrabeiti. Dirección musical y piano: Rubén Fernández Aguirre. Dirección de escena: José Luis Arellano. Fundación March. Madrid, 29-IX-2021.

El Teatro de la Zarzuela y la Fundación March se unen otra vez para una nueva aventura del llamado Teatro Musical de Cámara, protagonizada en este caso por “I tre gobbi” (1831) de Manuel García, de quien en temporadas pasadas se representaron también en la sede de la entidad privada “Le cinesi” e “Il finto sordo”. La obrita que ahora se rescata es la quinta de las partituras de salón escritas por el ilustre artista, que supo condensar en ellas todo un cúmulo de conocimientos y reglas del canto más depurado, en la línea aplicada por otros insignes músicos como Cimarosa, Mozart o Rossini.

A la hora de escribir sus obras escénicas, el compositor, cantante, maestro y tratadista sevillano hacía uso evidente de sus amplios conocimientos del arte del canto: estaba al tanto, como testigo e intérprete de excepción, de todas las técnicas y usos que derivaban de una curiosa fusión del estilo español, el de los tonadilleros y actores -él mismo lo era-, con el aplicado a la ópera cómica francesa y a la ópera seria, semiseria o bufa italiana, en la que primaba generalmente un depurado belcantismo. Después de todo, García había llegado a conocer, en 1811, a Giovanni Ansani, un viejo tenor, antiguo discípulo de Porpora.

En la escritura del sevillano siempre admiramos la limpieza de trazo, la claridad de la exposición, la finura del dibujo, la voluta de la línea vocal y la elegancia de la melodía. Sus construcciones, dúos tercetos y distintos conjuntos, incluida en este caso una “fuguetta” final (“Io per me son contentone”), nos informan de las bondades de su trabajo sobre un libreto al uso en el que, como es habitual, las situaciones tienden a ser estáticas y a veces la música no consigue agilizarlas, por mucho que la vocalidad brille a alturas indudables.

Fundación Juan March acoge esta ópera de salón de Manuel García
Fundación Juan March acoge esta ópera de salón de Manuel GarcíaFJMFJM

En todo caso la sesión fue muy divertida de la mano del incansable y conocedor pianista-director Rubén Fernández Aguirre, especialista en este jugoso repertorio (aunque no sólo en él), que dio forma, aire y sabor a la epidérmica y convencional anécdota, que nos cuenta las idas y venidas de tres jorobados en su pretensión de unirse a la bella y casquivana Madama Vezzosa. Se suceden los enredos, malentendidos y confusiones que pondrán en ridículo a los tres pretendientes. La ágil pluma de García nos desvela de manera bastante cruda y siempre sarcástica las miserias y descaro de los cuatro personajes. La acción proviene del “intermezzo” “La favola de’tre gobbi” de Carlo Goldoni puesta en música en 1749, como nos revela en su estupendo artículo Víctor Pagán, por Vincenzo Ciampi. Se ha confiado esta vez la dirección de escena a José Luis Arellano, que ha realizado un muy limpio vuelco de la acción sobre un funcional y geométrico decorado paralelepipédico de restallantes líneas rojas y ha resaltado sabiamente el fondo de las relaciones entre lo masculino y lo femenino. “Juego de espejos, de engaños, de ocultación de lo que pensamos para conseguir un objetico material”.

Actuaron y cantaron con gracia y buenos resultados generales la soprano lírico-ligera Cristina Toledo, de timbre penetrante, de acusado “vibrato stretto”, que se movió y expresó con mucha soltura, con aseada coloratura y con frecuentes excursiones a la zona sobreaguda. Javier Povedano, barítono-bajo de buen y restallante metal, de amplio registro y de dicción bien asentada, fue el Marqués Parpagnacco. David Alegret, resuelto tenor ligero, claro y ágil, fue el conde Bellavita. Muy gracioso su dúo “Corpo di Baco” con el anterior. David Oller, barítono musical, de timbre algo apagado, contribuyó al buen éxito. Elegante y de armónicos movimientos el actor y bailarín Andoni Larrabeiti como silencioso y concupiscente sirviente.