La RAE ataja los bulos de la época de la pandemia
El mal uso de los términos ha alentado las noticias falsas y la epidemia, concluyen, ha sido una vía para el asentamiento de anglicismos en nuestra lengua
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No es igual «tasa de mortalidad» que «tasa de letalidad». La primera hace referencia al número de fallecidos dentro de la población general, mientras la segunda recoge la proporción de muertos entre los pacientes que afrontan una enfermedad. Pero las dos expresiones se han empleado de manera indistinta y, por tanto, de forma equivocada durante la pandemia. La Real Academia Española y la Fundéu han reflexionado sobre el mal uso de la lengua y de los términos científicos durante los dos años de azote de la Covid, un periodo temporal que ha sido una breve época dorada para los aventadores de falsas noticias y bulos; los amantes de la desinformación y los alentadores de mentiras.
María Blasco, directora científica del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNI) y una de las ponentes del XV Seminario Internacional de Lengua y Periodismo que se celebra en San Millán de la Cogolla, reflexiona sobre las célebres «Fake News»: «Es lo más preocupante que ha sucedido durante la epidemia. Los más graves inducen a error al extender la desinformación en la población. Esto ha ocurrido con las vacunas, que ha conducido a que muchas personas no quieran vacunarse y, por tanto, corran el riesgo de morirse o de infectarse. La consecuencia de estos bulos puede ser mortal. La decisión de no vacunarse es la más perjudicial de lo que hemos conocido hasta ahora, aunque también han existido otros, como no utilizar las mascarillas, algo que hemos observado en quienes consideraban que el virus no existía, poniendo en peligro a otros y ampliando con su actitud el alcance de la pandemia».
En una serie de sesiones y mesas redondas, que contaron con el discurso inaugural de Luis Enjuanes, director del laboratorio de coronavirus del Centro Nacional de Biotecnología, y la presencia entre sus invitados de las académicas Carme Riera y Soledad Puértolas, se abordaron estos problemas y sus variadas consecuencias. Cristina González, filóloga de la Real Academia Nacional de Medicina, subraya que «se ha usado al lenguaje para crear alarma» y recalca que esta coyuntura internacional se ha convertido en una autopista para que los anglicismos penetren entre los hablantes, avancen en nuestras conversaciones diarias y se asienten en el idioma como palabras de uso corriente: «Siempre hay que difundir el uso correcto del lenguaje, evitar que se usen anglicismos y ofrecer un lenguaje claro». Sin embargo, no siempre ha sido así y ella misma pone sobre la mesa un ejemplo: «Para la tercera dosis de la vacuna se utiliza a menudo ‘’dosis booster’'. Pero nosotros lo tenemos fácil para evitar esto con emplear ‘’dosis de recuerdo’' y evitaríamos un anglicismo».
La importancia de la palabra
Esta preocupación es compartida por Josefa Gómez de Enterría, profesora de la Universidad de Alcalá y especialista en terminología científica: «Cualquier bulo es preocupante y de cara a la población, mucho más. Pero la falta de precisión en los términos también nos inquieta cuando estamos en medio de una situación como la que vivimos. Por lo general, el término lo acuña un científico y hasta que llega al público en una situación normal pueden pasar meses, y daba tiempo a que se produjera una fijación por parte de un organismo normalizador. Pero llevamos un año y medio en que este proceso no era posible seguirlo por la inmediatez de los acontecimientos. Los términos se acuñaban de manera casi instantánea y después saltaban al gran público al momento y las redes, y lo que se hace en ellas, sabemos ya lo que es. Es muy fácil propagar bulos con términos imprecisos».
Para María Blasco, «el lenguaje es fundamental» porque con él se pueden manipular muchos titulares, y se resaltan ideas engañosas o de forma ambigua. «Con la aparición de la nueva enfermedad, y con el hecho de que la población tuviera menos información, resultó mucho más fácil que prendieran mentiras en la gente. Por eso es importante que existan unos mecanismos rápidos y que se puedan dar noticias de calidad. Los medios de comunicación deben tener personas capaces de hacer esto, al igual de que deberíamos preocuparnos porque hubiera haya un conocimiento científico».
Goméz de Enterría respalda esta opinión y afirma que «se puede reforzar la mentira y la desinformación por la falta de precisión de un término. Los términos tienen que ser precisos porque detrás hay un significado, un concepto, pero en el momento en que los emplean en los bulos se procede a la desinformación. Y ha habido informaciones que no han sido precisas, porque el autor no buscaba la precisión, sino la confusión».