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FUNERALES VICTIMAS PARACUELLOS

Los milagros de una madre coraje en la Guerra Civil

Cristina Falk hace en «La esperanza tiene un nombre» (San Román) un homenaje a su madre, mujer todoterreno que cuidó de su familia tras el asesinato en Paracuellos de su marido

A finales de 1936, más de 2.000 personas murieron asesinadas en Paracuellos del Jarama(Madrid). Aún hoy se considera como la mayor atrocidad cometida por el bando republicano, pues todas aquellas personas que murieron eran presos opuestos a su causa. Si bien los detalles de ejecución continúan siendo de debate, sí hay algo evidente: aquellos días se destruyeron familias, se rompieron vidas y se fusilaron a inocentes. La Guerra Civil es en nuestro país un episodio histórico que no se olvida, y menos aquellos descendientes de víctimas de la contienda. Es el caso de Cristina Falk, para quien es importante conservar la memoria histórica de un país «siempre que no genere odio» y explica asimismo a LA RAZÓN que «es absurdo que un monumento que se hizo como símbolo de unidad y paz, como el Valle de los Caídos, quieran destruirlo. Es como si quisieran arrasar el Campo Santo de Paracuellos». El padre de Falk, escritora, profesora y catequista, fue uno de los asesinados en dicha matanza, «y cuando pongo mis flores en la zona donde se produjo, no pienso en odiar a los que le mataron, sino en la pena que tengo de no haber podido conocer a mi padre, quien para mí siempre ha sido y será un héroe».

A modo de homenaje a su familia, Falk ha publicado «La esperanza tiene un nombre. Una mujer en la Guerra Civil Española» (San Román), y en su título se resume su esencia. «Cuando mi padre estaba ya preso en la Cárcel Modelo recibió la noticia de mi nacimiento. Mi madre quiso darle el privilegio de elegir el nombre, y le escribió “que la niña se llame Cristina como su madre y Esperanza, porque es lo que esperamos en estos momentos”». «Él esperaba vivir en un país en paz, con su familia unida en el amor», continúa Falk, «y esperanza es la segunda virtud teologal, sin ella hay desesperación, hay muerte». Así como el título alude al motor de su madre, pues se basó en la esperanza «para sacarnos a todos adelante, con tres niños pequeños y dos abuelos enfermos».

Los difíciles años 40

A partir de las memorias de su madre, Cristina Berenguer, recuerdos de conversaciones con ella, fotografías familiares a color y las cartas de su padre cuando estaba en la cárcel, Falk ha dado forma a un relato de una mujer todoterreno. «Crecí con la idea de que a mi padre lo mataron los rojos, pero mi madre nunca nos hablaba de política. Ella tuvo que trabajar, nos hacía toda la ropa, la comida era escasa, pero suficiente. Se ahorraba en lo que se podía, porque los años 40 fueron muy difíciles para todos. Mi madre hizo milagros», asegura.

Con esto, más allá de hacer honor a la historia de su familia, Falk explica que en la obra el lector podrá descubrir «que los políticos pueden crear un mundo de odio o un mundo de paz. El odio solo crea desorden, y en el libro mis personajes sufren sus consecuencias. Pero ellos no hablan de política, sino que tratan de sobrevivir» y advierte que «la historia nunca es neutra. El que la escribe conoce siempre una parte, nunca la totalidad. Yo cuento lo que ocurrió en mi familia, que conoció a personas buenas de una parte y de otra, y también malas. Eso sí, todos siendo víctimas de una política de odio».

Algunas de las tumbas de Paracuellos
Algunas de las tumbas de Paracuelloslarazon

A punta de pistola

En la dificultad de encontrar un punto de partida a la tragedia, Cristina Falk indica que «la historia de mi familia comenzó a ser muy crítica en 1932», cuando se proclamó la Segunda República en la pequeña ciudad de Manzanares, Ciudad Real. «Mi padre era el secretario del Ayuntamiento, conocedor de las leyes y responsable de su cumplimiento, y comprobaba cómo ya no se llevaban a cabo», continúa la escritora, «le obligaron a dimitir de su cargo con una pistola encima de la mesa y, desde ese momento, se dedicó a la abogacía».