Aviación
El “piloto de Franco” pierde su calle en Melilla por una mujer “referente de la comunidad gitana”
Carlos de Haya fue un polifacético as de la aviación y héroe en el aire durante la resistencia del Santuario de Santa María de la Cabeza
Carlos de Haya y González de Urbieta, inventor del derivómetro, el variómetro o regla de cálculo de distancias y tiempos y el integral giróscopo –adoptado en el Servicio de Aviación con el nombre de Integral Haya y que permite a los aviones volar de noche y en condiciones adversas–, acaba de perder la calle que le recordaba en Melilla. El aviador, que fue relevado del callejero de Madrid por decisión de Manuela Carmena, deja paso en la Ciudad Autónoma a Dolores Carmona, una mujer considerada “referente de la comunidad gitana”.
En lo alto de una pared con desconchones, la placa fue descubierta este martes por el presidente de Melilla, Eduardo de Castro; la consejera de Cultura, Elena Fernández Treviño, y por la familia de Carmona, junto a miembros de la comunidad gitana.
El cambio de nombre pretende reconocer a “vecinos distinguidos” de la Ciudad Autónoma, pero también responde a la Ley de Memoria Histórica, cuya aplicación dejó también fuera de la vía pública la estatua del comandante Franco el pasado febrero. La propuesta a favor de Dolores Carmona recibió el pasado mes de julio el voto a favor de los grupos del Gobierno –en manos de Coalición por Melilla, PSOE y el independiente Eduardo de Castro– así como del Partido Popular.
Carlos de Haya, nacido en Bilbao y conocido como el “piloto de Franco” porque actuó en ocasiones como su piloto personal, es protagonista de una corta pero intensa trayectoria vital que las autoridades melillenses han considerado obviar.
Al iniciarse la Guerra Civil, Haya se dirige desde Málaga a Sevilla, en cuyo aeródromo de Tablada estaba destinado, para unirse a la sublevación contra la República, y participa en el “convoy de la victoria”, el establecimiento del puente aéreo que permitió desplazar rápidamente al Ejército de África a la Península.
Carlos de Haya, que había participado en varias misiones aéreas contras las kabilas rifeñas en la campaña de África, destaca durante la contienda civil en tareas de abastecimiento como la que lleva a cabo en el Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza, donde utiliza el método de “pavos como paracaídas”, para que provisiones delicadas como los medicamentos no se rompieran al aterrizar gracias al aleteo de las aves, con el añadido de que estas podían servir de alimento para los famélicos sitiados: 165 guardias civiles, 44 paisanos y 4 sacerdotes, junto con sus familiares, en total unas 1.200 personas. Él solo realizó más de un tercio de los 157 servicios al santuario.
Poco después vuelve a destacar por sus suministros durante la batalla de Belchite, con vuelos rasantes sobre la población sitiada, bajo un nutrido fuego antiaéreo y caza republicana, para abastecer de medicinas, víveres y municiones a los defensores.
Se ha acusado al aviador de haber participado en los bombardeos sobre civiles en la conocida como “Desbandá”. Los historiadores de la Universidad de Málaga Andrés Fernández y Maribel Brenes documentaron su participación en el corte de las comunicaciones aéreas para el asedio de la ciudad, que a la postre dio lugar a la huida a pie de decenas miles de personas hacia Almería, en la que miles murieron en las cunetas.
De la importancia del piloto da idea el canje de su esposa, Josefina Gálvez, por el novelista Arthur Koestler, acusado de espía y a punto de ser fusilado en Sevilla. Gálvez era a su vez hermana de la esposa de Joaquín García-Morato, fundador de la Patrulla Azul y “as de ases” de la aviación sublevada.
A partir de febrero de 1937, Haya se siente postergado en la aviación de Franco, por lo que solicita el pase a la Legión, petición que le es denegada. Tras permanecer apartado unos meses se le destina al grupo de caza “As de Bastos” de la aviación legionaria italiana, al que se incorpora en diciembre.
Muere el 21 de febrero de 1938 durante una batalla aérea sobre el Puerto de Escandón (Teruel), al mando de su Fiat CR-32 “Chirri”. Durante el combate, realiza una ofensiva en solitario contra un avión republicano que amenazaba a uno de sus compañeros. Agotado por el cansancio, se aproxima demasiado a la cola de su adversario, aunque en el último momento lo rebasa, evitando la colisión. Sin embargo, el piloto republicano le ametralla desde muy poca distancia y Haya muere al estrellarse.
Con más de 300 servicios de guerra en 19 meses, Carlos Haya fue condecorado a título póstumo con la Laureada de San Fernando y la Medalla Militar y ascendido por méritos de guerra.
La familia del comandante Haya denunció la retirada de su placa en Madrid y el cambio de nombre del Hospital Regional de Málaga.
Tras el cambio de denominación en Madrid, sus descendientes defendieron que Carlos de Haya fue capitán desde 1932, además de trabajar como profesor en las escuelas de pilotos de Alcalá de Henares y Cuatro Vientos y dar la primera vuelta aérea a España. Igualmente, recordaron que batió récords de distancia y velocidad y recibió dos prestigiosos premios Harmon, concedidos a profesionales de la aviación a nivel mundial.
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