Óscar Aibar: “La propaganda franquista nos desvinculó del nazismo, pero la historia es otra”
En “El sustituto”, protagonizada por Ricardo Gómez, el director ahonda en la aquiescencia franquista con los criminales de guerra nazis que se refugiaron en Denia y la Costa Blanca
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En “El sustituto”, además de la confirmación de Ricardo Gómez como el nuevo actor total de nuestro cine, cada vez más capaz en lo artístico que ha adquirido desde lo profesional, también está la materialización misma de una obsesión: la del director Óscar Aibar cuando descubrió que, durante años, la Costa Blanca (y más concretamente, Denia) había sido un refugio de nazis y demás calaña criminal durante todo el franquismo y parte de la Transición. La película, que se presentó en el pasado Festival de Málaga, se apoya en los relatos del Mossad, la CIA y la propia policía española para intentar explicar como la connivencia o aquiescencia franquista terminó con el Levante entregado a la extrema derecha y con población como la gitana en manos de los designios de otrora monstruos del Tercer Reich.
Además de Gómez, en la película de Aibar también aparecen la siempre espléndida Vicky Luengo, Pere Ponce o Joaquín Climent, que le dan empaque a un filme que, si bien se desarrolla en la España que se quería dar una democracia, vuelve y viaja a lo contemporáneo, para intentar relacionar los hechos con la semilla de la extrema derecha en nuestro país y en el resto de Europa. Aibar, recuperado de los problemas de salud que le hicieron perderse la cita malacitana, atiende a LA RAZÓN por vía telefónica con orgullo por sacar adelante un proyecto tan sumamente complicado en mitad de una pandemia.
-¿Cómo está? En Málaga no pudo estar presente por problemas de salud…
-Ahora bien, mucho mejor. Para el Festival de Málaga estaba apenas saliendo y no parecía una decisión muy inteligente acudir, así que lo dejé en manos de mis actores. Lo jodido es que, en esta enfermedad y con lo mal que llegas a estar, lo cierto es que la recuperación es espectacular. Me encuentro físicamente bien, y estoy de puta madre ahora.
-¿Cómo nace la historia? ¿Cómo se encuentras con la historia real que está detrás de ello?
-Me parece un episodio apasionante. Hace unos 15 años, estaba comiendo en Calpe durante el verano. En la pared del restaurante estaba la típica foto del dueño con varios famosos, como una especie de salón de la fama. Ahí había una foto del cocinero de entonces con un montón de señores vestidos de las SS, pero con peinados más modernos, como los que se llevaban en la tele de los sesenta. Como director, me interesó, y fui a preguntar qué película de nazis se había rodado allí, que no tenía ni idea. Y, claro, me quedé loco cuando me explicaron que eran los alemanes de Denia. En ese entonces no había mucho escrito sobre el tema, más allá de lo que salía en la prensa, pero hace unos cuatro o cinco años comenzaron a desclasificarse muchos documentos del Mosad en el que se hacía referencia a ello. De hecho, entre eso y lo que se sabía de la CIA, empezamos con una historia que parece de cuatro o cinco nombres propios pero detrás tiene algo acojonante, algo mucho más estructural de lo que parecía a simple vista.
-¿Había documentación al respecto?
-En 1947 se cuenta que llegaron a pasar por España unos 40.000 huidos de la Alemania nazi y en 1949 el servicio secreto americano hace una lista, de 104, con los auténticos monstruos, asesinos y criminales de guerra. Estados Unidos preguntó, y Franco no llegó a responder. Y no solo calló, si no que les ayudaba a salir por ese punto de escape en el Mediterráneo en el que se convirtió Denia. Con todo esto es cuando me animo, y también cuando un abuelito ex Mosad cuenta que estuvo en dos operaciones de caza de nazis que frustró la propia policía española. Ahí se me encendió la bombilla.
-¿A nivel de producción ha sido difícil ponerla en pie?
-Hacer una película en España es un milagro. A mí todas mis películas me han costado mucho, porque creo que son ciertamente personales y yo he intentado transmitir esa emoción. Es difícil. Hubo que esperar bastante, porque la película se fue moviendo en diferentes circuitos, pero al final todo el que conoció la historia se apasionó con ella igual que yo. Y aquí estamos. Es la segunda producción que se rodó después del confinamiento y fue algo parecido a un viaje espacial. Parecíamos astronautas.
-¿Renunció a algo de la película por la COVID?
-No te puedes imaginar. Cuando el agente del Mosad escupe a Ricardo en la cara, no te puedes imaginar las complicaciones que ello implicaba en pleno post confinamiento. Tuve que hacerlo en plano y contraplano, haciendo el momento del escupitajo con una jeringuilla. Tampoco podíamos acercarnos demasiado, ni siquiera a los niños, y fue complicado darles instrucciones así. Y ya a nivel argumental, también. Si la niña ve a su padre en la película, tendrá que abrazarle, tendrá que darle un beso. Por ejemplo, la escena del bar al final implicaba test por capas, como si fuera una especie de círculo al que te podías acercar o no. Queríamos demostrar que se podía y que con una determinada seguridad protocolaria podría haber película. Por suerte, se pudo.
-¿Cuándo se sube Ricardo Gómez? ¿Cómo se interesa él por el proyecto?
-Mi relación con Ricardo (Gómez) es muy bonita, porque yo empiezo a dirigir episodios de Cuéntame cuando él tenía 15 años. Me encuentro un adolescente que técnicamente es perfecto y que artísticamente está empezando a madurar ante mis ojos. Junto a él hicimos capítulos muy emblemáticos de la serie, como la recreación de Alcalá 20, y un día le presenté la primera versión del guion. No terminé la frase y me dijo que quería participar. Ha sido una historia muy feliz en ese sentido.
-Ya que hablamos del guion, ¿sentía necesario conectar aquel episodio con el de la España de hoy?
-Cuando acabé la primera versión del guion pensé en un chico o una chica de 20 años que no tuviera muy presente el final de la dictadura o la Transición. Desde una perspectiva casi de responsabilidad civil, no podía dejarles sin un espejo de la situación actual. La semana pasada eligieron a una familiar de Mussolini concejal en Roma, luego lo que está pasando en España, lo que está pasando en Francia… Hay mucha revisitación a nivel de frases de tuit o de Facebook de historia, cuando es algo que tenemos bien contrastado y accesible. Para mí era inevitable hacer este espejo con el auge de la extrema derecha en Europa. Lo sentía como una obligación de responsabilidad civil.
-¿Es un capítulo que no hemos cerrado? Del franquismo y la dictadura hablamos, pero poco de su aquiescencia…
-Hay que entenderlo desde una tesis muy sencilla: 12 años del partido nazi en el poder, con su propaganda y su inteligencia llevaron a lo que llevaron. Nosotros tuvimos casi 50 años. La visión internacional de España no tiene nada que ver con la nuestra propia. Para los demás, España es el país fascista que no perdió la guerra. Del eje del mal, Hitler, Mussolini, Franco o Hiro Ito, somos los únicos que no perdieron la guerra. 50 años de propaganda franquista sirvieron para desvincularnos de ese nazismo ideológico, pero ahí está la historia. En España, el fascismo no perdió la guerra.
-Nueve años desde “El bosque”…
-Una serie de circunstancias en mi vida personal me han llevado más a la tele, pero es porque hace cuatro empecé a trabajar ya en este proyecto. Siempre he querido que el espectador se apasione, al menos, tanto como yo.