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Vicky Luengo: “A nuestra generación le mintieron y le dijeron que todo iba a ser fantástico”

La actriz del momento en el audiovisual español estrena “Chavalas”, una película de Carol Rodríguez Colás sobre volver al barrio y lidiar con el fracaso y las expectativas propias
Europa PressEuropa Press
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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Cuando se da un ascenso meteórico, y el trabajo de alguien, normalmente poco conocido hasta ese entonces salta a la palestra, a nuestros amigos americanos les gusta hablar de “the man of the hour” (literalmente, “el hombre del momento”). Ni hombre, ni solo del momento, porque lleva trabajando como la “hormiguita” en la que cabe según su propia definición durante años, Vicky Luengo (Palma de Mallorca, 1990) estrena esta semana “Chavalas”. La película, dirigida por Carol Rodríguez Colás con guion de su hermana Marina, se llevó el Premio del Público en el pasado Festival de Málaga y consiguió poner de acuerdo a la crítica como un relato generacional sobre el fracaso y el lidiar con las propias expectativas vitales de una generación, la última “millennial” y la primera Zeta, a la que una vez le dijeron erróneamente que todo era posible y todo dependía de uno mismo.
Luengo, que viene de llevarse casi todos los aplausos de “Antidisturbios”, tiene todavía por estrenar “El sustituto”, con Óscar Aibar, y un capítulo de las nuevas “Historias para no dormir”, que contarán con los narradores más conocidos del género español para revivir el formato. Poco identificada con la Marta a la que da vida en “Chavalas”, por estar ya en “otro momento vital”, la actriz reflexiona sobre cómo el guion de las Rodríguez Colás trae al primer plano las amistades en femenino, cómo les da una nueva pátina de neorrealismo de barrio periférico y cómo la película, humilde y pequeñita, puede trascender y apelar a mucha más gente que solo a esas “Chavalas” del título.
-¿Cómo es su relación con la crítica? ¿Le gusta leer lo que se publica?
-¡Me encanta! Siempre leo todo lo que puedo sobre mi trabajo. No he tenido tiempo de ponerme con ello durante el día de hoy*, pero estoy muy contenta. Te mentiría si te dijera que no lo hago, como hacen otros, porque me gusta que guste lo que hago. Lo contrario es absurdo. Tengo muchas ganas de mostrar los proyectos, pero ni lo muy bueno me lo tomo muy en serio, ni lo muy malo me lo tomo muy a pecho, porque si no me volvería loca.
-”Chavalas” es un relato generacional. ¿La película le hablaba? ¿Se leía en ese primer guion?
-Una de las razones por las que cogí la película es porque me conmovía profundamente que hablara sobre la amistad femenina. La amistad en femenino es una cosa que ha sido poco retratada en la ficción, al menos en el cine español. No hay cantidad de películas que vayan sobre ello. Las relaciones entre mujeres en la ficción se explican a través de la rivalidad o la competitividad, pero en esta peli no es así. También había mucho y muy importante para mí en ese dibujo de la amistad, porque para mí, en mis peores momentos, las que siempre han estado ahí han sido mis amigas, mi red afectiva. Me parece importante empezar a construir relatos en los que se desjerarquice el amor romántico, que lo tenemos jerarquizado como puesto en la cúspide de todo, porque la amistad es muy, muy importante también. La película también es una historia de amor.
También hay algo en la película que me conecta mucho con el síndrome del impostor, con la sensación de fracaso, de saber lidiar con ella y de nuestra educación generacional, la que nos dijo que íbamos a poder ser todo lo que quisiéramos en la vida y que todo iba a ser fantástico. Parecemos una generación que nos han tocado con una varita mágica y que nos tiene que salir bien todo, pero no. Un día te das cuenta de que no eres más especial que nadie, que simplemente tienes que ser tú. La película habla de lidiar con el fracaso.
-Es un poco el querer dejar de ser Napoleón, ¿no? El caerse del guindo, quizá...
-El conflicto de la película, creo, no es cambiar la meta, si no cambiar el vehículo para llegar a la meta. El problema que tiene Marta no es que quiera ser algo imposible, quiere ser fotógrafa, pero lo que hace mal es disfrazarse de algo que no es para llegar a ese lugar. Es algo que nos pasa o nos ha podido pasar a todos. Te cuentan que para ser periodista o para ser actriz tienes que tener unas características completas, entonces tú vas y te las inventas, proyectas que las tienes, y nos pasamos la vida intentando ser las personas que la gente espera de nosotros. Y eso es agotador. Para mí, eso no te aporta nada de felicidad. El éxito, realmente, es estar feliz siendo uno mismo. El problema de Marta es que no está cómoda en sí misma, y que lo que está haciendo mal es subirse a la mentira, en fingir para ser aceptada, pasar por encima de ella misma.
-¿Cómo han sido estos dos años casi, en los que ha vivido peligrosamente, en los que el gran público español la ha conocido?
-Cuando se estrenó “Antidisturbios” estaba un poco abrumada. Llevaba ya unos cinco años trabajando, e imagino que soy mejor actriz que cuando empecé, porque si no vaya rollo, y mejor persona, pero me abrumó muchísimo. No estaba habituada. ¿Cómo lo vivo? Pues levantándome algunos días, no todos porque sería una cursilería y una mentira, dando gracias y sintiéndome muy privilegiada. Tampoco me quito mérito, porque he currado mucho, pero es también tener suerte de que te caiga un proyecto con la visibilidad necesaria como ese. Luego, evidentemente, tiene que haber trabajo detrás, pero hay actores maravillosos que no han tenido esa suerte. Yo lo estoy intentando aprovechar al máximo y nada, intento no perder el norte, saber que este es el oficio que quiero para toda la vida y seguir siendo la hormiguita que me he considerado toda la vida. A lo mejor, lo que me pasa ahora es que voy más rápido, corro más que camino, pero sigo trabajando con la misma actitud que antes.
-¿Cómo ha sido el trabajo con Carolina Yuste para que la química funcione tan bien en pantalla?
-A Carolina la conocí una semana o dos antes de rodar, no nos conocíamos y ni mucho menos éramos amigas. Ahora es la sal de mi vida, y una actriz fascinante de ver y trabajar con ella. Ayer* vi otra película suya, “Sevillanas en Brooklyn”, y pensé que era una actriz que no tiene coraza. Me parece un alma desnuda en pantalla y me conmueve, me parece muy difícil. Trabajar con ella fue muy grato, porque somos el mismo animal, aunque a veces podamos parecer diferentes.
-¿Y con Carol Rodríguez Colás?
-Yo no la conocía de nada, pero Carol ha sido muy linda y muy bonita, y nos ha brindado una confianza y una libertad que nos ha permitido añadir cosas. Cuando estamos en la escena de la cama las tres amigas, y añadimos las cosquillitas, son cosas que se incorporaron improvisando. Lo impresionante de Carol es que ella y su hermana han escrito la película. Alguien que tiene tan claro lo que quiere contar… es mágico. Luego, nos dio toda la libertad, corsés fuera, para hacer todo lo que nos diera la gana para hacer más profundos y más anchos a los personajes.
-¿Cómo se construye un personaje con quien lo escribió al lado? ¿Qué se tiene presente?
-Intenté tener presente las experiencias vitales de ellas, pero no podía partir casi nada de mí. Sobre todo porque esta tía al principio de la película me cae fatal, porque lo que tiene es una profunda inmadurez. Yo tenía que generar esa máscara, ese personaje que es para cubrirse y que no se sepa quién es. Fue difícil encontrar la manera de que el espectador viera la inmadurez y que esa niña estaba sufriendo. No podía partir de mí porque ese momento vital ya lo pasé, y como lo pasé, lo podía contar.
-¿A quién apela “Chavalas”?
-Puede apelar a mucha gente. La respuesta fácil es mujeres de 20 a 35, pero creo que “Chavalas” habla también de algo un poco más universal. Habla de irse de un lugar, de aceptarse a uno mismo, de ser sincero con uno mismo y con sus amigos, hablan de las madres y el nido vacío. Habla de tantas cosas que puede apelar a mucha gente. Es una película que te hace un poco más feliz. Cuando acabó dije qué bien, y qué suerte de tener a la gente que tengo en mi vida.
-¿Crees que ese síndrome del impostor tiene que ver con todas las decepciones que se ha comido nuestra generación?
-Sí sí, seguramente, estamos intentando aparentar constantemente que nos va bien aunque sea mentira.
*Entrevista realizada en el marco del pasado Festival de Málaga