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La esencialidad del blanco en las obras de Laffón

Los paisajes de la artista sevillana están atravesados por la horizontalidad de este color

La obra "Salinas de Bonanza, Sanlúcar de Barrameda", de Carmen Laffón
La obra "Salinas de Bonanza, Sanlúcar de Barrameda", de Carmen LaffónCarmen LaffónCarmen Laffón

Los últimos años de la producción artística de Carmen Laffón, de 2017 a 2020, estuvieron dedicados a su última gran serie, “La sal”. Un conjunto de grandes cuadros de técnica mixta sobre madera, un grupo de dibujos hechos durante los días del duro confinamiento y una sucesión de bajorrelieves recientemente adquiridos por el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. En total, unas 40 obras que expusimos en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de Sevilla, en el Museo Patio Herreriano de Valladolid y en el Real Jardín Botánico de Madrid. Fue su última gran exposición, que tuve la oportunidad de comisariar junto a Javier Hontoria y que coincidió en su etapa madrileña también con su última muestra en una galería de arte, en Leandro Navarro, donde se completaba y terminaba la serie.

La sal continuaba de algún modo su obra inmediatamente anterior, “La cal”, con la que compartía algunas características comunes: un nombre corto con una identidad asociada a lo andaluz y costero, el blanco como hecho diferencial y los grandes formatos. La tradición del blanco en el arte podemos remontarla siguiendo el barroco sevillano al paño de pureza de los “Cristos crucificados” de Zurbarán, o bien ya que Carmen Laffón estuvo muy ligada a la Academia de Bellas Artes de San Fernando, cuya relación con Goya es tan estrecha, a los cuadros del “Marqués de la Romana”, o como buena conocedora del arte del siglo XX al cuadrado blanco sobre fondo blanco de Malevich, a gran parte de la pintura de Robert Ryman, pero sobre todo a Agnes Martin.

Los blancos, grises y plateados con las líneas horizontales de Martin conviven y comparten espíritu con esa línea del horizonte tan importante en los paisajes de Laffón. La discreción, la elegancia y la rigurosidad de ambas nos recuerdan a los que nos dedicamos al arte más contemporáneo la necesidad de apertura de miras. Carmen Laffón poseía, entre otros muchos, ese don.