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Los libros de la semana: de la caza de la ballena blanca de Rodrigo Fresán al infierno de los juicios de Salem

Además, entre las novedades de esta semana también destacan los manuscritos inéditos Marcel Proust que dieron pie a su obra mítica, «En busca del tiempo perdido» y lo último de Maxim Osipov, una complicación de doce relatos retratan a personas corrientes de la Rusia postsoviética
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“Yo, Tituba, la bruja negra de Salem”: Maryse Condé, viaje al infierno de los juicios de Salem

★★★★★
Por Sagrario Fernández-Prieto
Maryse Condé nació en Las Antillas en 1937 y a lo largo de su vida ha conocido el sufrimiento familiar, la segregación racial y las encarnizadas luchas africanas por la independencia. Afirmó en una ocasión que tardó en empezar a escribir, a los 40 años, porque «estaba demasiado ocupada viviendo, sufriendo, y no me quedaba tiempo para nada más». Y precisamente ahora, a los 85, se enfrenta a uno de los episodios más delirantes de la historia: los juicios de las brujas de Salem (Massachussetts), que tuvieron lugar entre 1692 y 1693 en los que se torturó, asesinó y encarceló a más de veinte personas. El reverendo Parris instigó aquellos procesos alimentados por la superstición y un feroz puritanismo religioso. Entre los acusados se encontraba la protagonista, Tituba, una esclava de Barbados antillana como la autora. La madre de Tituba la enseñó a curar con plantas y a hablar con los espíritus de nuestros antepasados que siempre nos acompañan, aunque no todos sepamos escuchar. Es un personaje real al que la autora dota de una fuerza y una sensualidad potentísimas: cuando busca en las noches a su compañero, cuando responde a las amas, crueles y caprichosas, cuando cura las enfermedades de los niños con hierbas y un afecto que su madres no tienen para ellos. En Tituba descubrimos a una mujer fuerte y sagaz.
Tratada como un animal
Por todo esto Condé deja que sea ella quien cuente su propia historia y le concede el beneficio de la primera persona para que la sintamos tan cercana y segura de sí misma como lo fue entonces. Al enfrentarse a esta historia real, Condé era consciente de que los lectores conocerían películas y series sobre el suceso, pero esta magnífica novela está dedicada a una esclava negra que se compraba y vendía como un objeto, que era tratada como un animal, puesto que su precio era mucho menor que el de las bestias. Por eso, su nombre aparece en el título en modo vocativo, como el de los grandes personajes de la historia: “Yo, Tituba, la bruja negra de Salem”. Como si en la última vuelta del camino, tras una vida llena de dolor y dificultades, Maryse Condé quisiera reivindicar, una vez más, la lucha, la supervivencia y la sabiduría.
▲ Lo mejor
La pasión vital y la humanidad que posee la protagonista frente a una sociedad cruel
▼ Lo peor
Nada que objetar; además, el periodo histórico y religioso está perfectamente documentado

“Piedra, papel, tijeras y otras historias”: Certero diagnóstico sobre la vida en Rusia

★★★★☆
Por Ángeles López
Estos doce relatos retratan a personas corrientes de la Rusia postsoviética y nos transportan a atmósferas mercuriales, pero dotadas de un imán casi lisérgico. Con un estilo y una temática que homenajea a los grandes maestros, cumple con la máxima de que cualquier historia requiere un clímax y un desenlace, y consigue presentarnos a médicos, maestros, guionistas, músicos y sacerdotes que buscan la felicidad a través de viajes transformadores y nuevas perspectivas. Como doctor y escritor de cuentos, Osipov, inevitablemente, es comparado con Chejov, cuya comedia negra es claramente influyente, al igual que la idea chejoviana de que la tarea del escritor no es resolver problemas, sino exponerlos con claridad.
Fomenta asimismo la esperanza de sobrevivir en un mundo a veces desesperado y abre ventanas a vidas desconocidas.  Asistiremos, así, a momentos redentores e instantes de comedia, pero lo más evidente es la corrupción mundana y la violencia casual, descritos siempre con una economía gramatical devastadora. Como buen médico, Osipov encuentra el equilibrio entre la honestidad brutal y una comodidad tranquilizadora. Como dice la Premio Nobel Svetlana Aleievich: «Su prosa es como un diagnóstico preciso e implacable de la vida rusa», y sus historias te dejan pensando en lo difícil que es amar a la humanidad. Como reflexiona el narrador de la historia de apertura: «Dostoievski es algo maravilloso, y el hecho de que los rusos todavía estemos aquí, eso también es algo maravilloso».
▲ Lo mejor
La felicidad, la supervivencia misma son pequeños milagros que nos regala la obra de Osipov
▼ Lo peor
(Sin serlo) Los momentos de desazón y desasosiego de algunas de las historias

“Melvill”: Rodrigo Fresán, a la caza de la ballena blanca

★★★★★
Por Diego Gándara
Cada nuevo libro de Rodrigo Fresán es una grata sorpresa, una puerta que se abre y por la que se ingresa en un universo que no es mágico ni maravilloso pero sí profundo y posible sobre todas las cosas gracias al poder hipnótico que provoca leerlo, un estilo altamente real. Octava novela después de la proustiana trilogía compuesta por «La parte inventada», «La parte soñada» y «La parte recordada», en «Melvill» Fresán presenta la historia de un padre y de un hijo que, cuando sea grande, será escritor. Y no cualquiera, sino uno de los pilares de la literatura estadounidense: Herman Melville.
El padre tampoco es cualquier padre. Es alguien que la noche del 10 de diciembre de 1831cruza andando el congelado río Hudson y llega a su casa volado de fiebre y delirio y donde muere unos meses después, atado de pies y manos a la cama, envuelto en la espesa bruma de una locura de la que su hijo, que entonces tenía doce años y ya había sido apartado de la escuela, fue testigo. Así, a partir de las figuras del creador de «Moby Dick» y de la de su padre, Allan Melvill, un comerciante de Albany en permanente y definitiva bancarrota, Fresán abre las puertas y los puertos a una historia alucinada y alucinante que se embarca mar adentro tras la estela de esa ballena blanca y gigante que es la memoria congelada de la infancia y, también, la siempre perenne y perdurable relación entre un padre y un hijo que recuerda aquellos años y lo hace como un escritor: imaginando, soñando, escribiendo.
Voces profundas
«Melvill», como aquel «Llamadme Ismael» con que se abre la legendaria «Moby Dick», es una llamada, una invitación a la aventura y una respuesta, quizá, a la vocación literaria y a la vocación paterna, que, como las voces del padre y del hijo, voces profundas que parecen venir desde el mar de un tiempo ido pero presente, se unen y se intercalan y se funden más allá de las tempestades, de los malos tiempos. «Melvill», en todo caso, es todo eso y mucho más. Es un diálogo con el pasado, con la literatura, con la propia obra y un descenso a los inviernos helados de la infancia, ese lugar que crece como decrece el hielo y donde se fraguan todas las vocaciones y donde se responden a todos los llamados, aunque muchas veces se preferiría no hacerlo.
▲ Lo mejor
El estilo personal del autor, que compone un mundo de extraña poesía y musicalidad
▼ Lo peor
Nada podemos decir, porque es una novela redonda, de alguien en la cima de la madurez

“Los setenta y cinco folios y otros manuscritos inéditos”: La magdalena de Proust antes de ser mojada en té

★★★★☆
Por Toni Montesinos
Hoy, en la localidad de Illiers-Combray, los reposteros comercializan lo que en su día acabó siendo uno de los iconos del poder de la memoria: la magdalena más famosa de la historia de la literatura. Así, el protagonista de «Por el camino de Swann» (1913) evocaba el recuerdo del sabor de una «conchita» que mojaba en el té que le ofrecía su tía. Ese detalle es el más célebre de «En busca del tiempo perdido», ciclo novelístico compuesto de siete volúmenes al que Proust dedicó los años de 1909 a 1922 y que aún nos deparan sorpresas. Como esta que ha traducido Alan Pauls y que nos trae el hallazgo de un manuscrito que tenía tintes míticos y que vio la luz tras la muerte de su propietario, Bernard de Fallois, editor de dos obras proustianas.
Se trata de escritos entre 1907 y 1908, esbozos de lo que sería su obra definitiva y que nos sirven para comprender mejor las iniciales dudas del autor, pues no sabía a dónde iba a llevarle su escritura: al ensayo, al estudio filosófico o a lo narrativo. Estos «setenta y cinco folios» son la génesis de su creación, con un prólogo del gran experto Jean-Yves Tadié, que no tiene mayor interés comparado con el estupendo epílogo de Nathalie Mauriac Dyer. Esta logrará despertar la curiosidad del lector y apreciar algo que podría tener solamente sentido en el terreno filológico, pues siempre cabe relativizar las páginas inéditas de cualquier autor, por importante que sea, si en su día fueron descartadas.
▲ Lo mejor
Las explicaciones de la editora comparando estos borradores con sus versiones finales
▼ Lo peor
El libro es apasionante solo a efectos investigativos, para especialistas y/o proustianos