Buscar Iniciar sesión

Luis Paret, un pintor insólito en el Museo del Prado

La pinacoteca dedica la primera muestra monográfica a este excepcional artista español

Creada:

Última actualización:

El Museo del Prado dedica una exposición a Luis Paret, un pintor extraño, una verdadera, pero sorprendente rareza, en el paisaje artístico español. Pertenece a esta categoría de artistas, con alma propia, que no se deja seducir por las modas, que se sale de la senda corriente y que toma camino propio. Coincidió cronológicamente, de hecho nacieron el mismo año, con Francisco de Goya, pero su pintura es casi opuesta y sus estéticas, aunque resultan antagónicas en principios, intereses y resolución, reflejan la riqueza de estilos que existía en el siglo XVIII español, que resulta tan poco conocido para el público en general. Luis Paret era de padre francés y de madre española, y al contemplar con cierto detenimiento su obra, queda la sensación de ser un cruce adecuado de dos tradiciones que habían circulado por raíles distintos y que, por fin, a pesar de las diferencias hubieran coincidido en su persona.
El Prado, en colaboración con la Fundación AXA, dedica la primera muestra monográfica, comisariada por Gudrun Maurer, conservadora de Pintura del siglo XVIII esta institución, a este excepcional creador que tan pocos conocen y que ahora, a través de ochenta pinturas y una minuciosa selección de dibujos, se presenta al público. Paret era un hombre con una extraordinaria sensibilidad del color, pero no todos los colores. Se apartó de las gamas ocres y oscuras que solían predominar en su época, y que formaban casi toda una tradición desde la llegada del claroscuro, y cultivó en sus cuadros unas atmósferas más distendidas, de colorido más festivo, algo que iba en consonancia con las temáticas que solían abordar en sus lienzos. Paret, al contrario que Goya, no se interesó por los mundos de la pobreza y la miseria, los reinos de la injusticia que poblaban aquella sociedad. Él quiso ilustrar otras atmósferas diferentes, menos pesimistas, pero que resultan cruciales para comprender aquella centuria donde, a pesar de lo que digan los mitos, no fue ni tan oscura ni tan poco tan degradante en todos y cada uno de sus planos.

Cosmopolita y culto

De hecho, en sus creaciones sobrevuela una nostalgia de lo que pudo ser España si no se hubieran cruzado los destinos, la invasión francesa liquidara los avances de la Constitución de Cádiz y nuestro país quedara, otra vez, estancado en tradiciones retrógradas. Paret, hombre culto, de mentalidad abierta, de aires cosmopolitas, retrató los gabinetes científicos, se preocupó por dibujar paisajes, un género todavía poco extendido, como sucedió en su serie de los puertos y las costas del norte de la Península Ibérica. Pero su cercanía a los ambientes de la Ilustración le impulsó a acercarse también a los estudios científicos. Un ejemplo es su archiconocida «Cebra» o sus aves, que ejecutó para el Gabinete de Historia Natural del Infante Don Luis, hermano de Carlos II).
El pintor, como los personajes de novela, tuvo una biografía plagada de éxitos, pero, también, de padecimientos. Precisamente la ayuda que le prestó al infante Don Luis en sus amoríos, terminarían marcándole y sufriría una dura marginación. Aunque consternado, su pintura siguió dando pruebas de una enorme calidad y versatilidad. De hecho, todo su trabajo revela esta capacidad, como puede apreciarse en «Nigromante», «La gloria de Anacreonte» o «Trofeo militar romano». Pero, de igual manera, en lienzos de otra concepción, como son «Escena de tocador (antes «Ensayo de una comedia»), «La cata», «La puerta del sol» o «Carlos III comiendo ante su corte».
La exposición del Museo del Prado supone una ambiciosa iniciativa para devolver a este artista al lugar que le corresponde a través de un exhaustivo repaso por los diferentes géneros y temas que desarrolló a lo largo de su vida. Aquí no solo existen escenas cotidianas, muy populares entonces, sino también otras de carácter real y, por supuesto, religioso. También dedicó su pulso a desarrollar una serie de alegorías sobre los reinos de España, de las que se muestran tres, las tres que existen, porque el resto han desaparecido.
De hecho, como subrayó la comisaria durante la presentación de la muestra, el catálogo de la obra de Paret no está cerrado todavía y siguen apareciendo pinturas que enriquecen su percepción. Paret también es de una enorme importancia para algo que en principio parece superficial de algún modo, pero que no lo es en absoluto. Sus cuadros dan una impresión de España muy distinta de los tópicos y las ideas preconcebidas que todavía hoy prevalecen en nuestra mentalidad. Pero, gracias a su herencia, todos sabemos que España no fue tan negra como la pintaron otros.

Paret, un artista de desafíos pictóricos

El Museo del Prado dedica una exposición a Luis Paret, un pintor tan desconocido como talentoso. Entre las obras que exhiben en las salas sobresale uno por su composición valiente y haberlo ideado con un juego de luces audaz y muy llamativo. «La circunspección de Diógenes», datado en 1780 y procedente del Museo de Bellas Artes de San Fernando, es un lienzo que recoge muy bien las principales cualidades del artista. De hecho, es casi una adecuada introducción a un pintor que resultaba inusual en nuestro país. Aquí destaca cómo el creador ha dispuesto las figuras alrededor del foco central de luz, situado casi en el centro de la obra. Esto le permite introducir su reflejo en las ropas y, por tanto, que pudiera jugar con los reflejos de las telas.
Luis Paret siempre tuvo una debilidad especial por ambientes de marcado refinamiento, que mostraban los ambientes burgueses, donde se desarrollaban los principales avances científicos y culturales de España a lo largo del siglo XVIII. Esta obra, aunque se presenta con una temática diferente, parece permeado por esta realidad. A pesar de que la escena está situada en otro momento histórico, lo cierto es que sobre él gravita cierto refinamiento, una sutil elegancia que parece provenir más del ojo del artista que de otras circunstancias. Paret aprovechó este extraordinario óleo, que ahora se muestra junto a otras obras esenciales que realizó a lo largo de su vida, para demostrar la gran pericia que tenía con los pinceles y revelar que su mirada se salía de la norma y reparaba en asuntos que pasaban desapercibidos.