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Historia

El Torico que ya sobrevivió a la Guerra Civil

Acaban de echarlo abajo por accidente, pero el emblema de Teruel vivió su peor trance durante la batalla por la ciudad en 1938

Unos soldados observan el Torico antes de su recolocación tras la batalla de Teruel
Unos soldados observan el Torico antes de su recolocación tras la batalla de TeruelBiblioteca digital hispánicaFrancisco Martínez Gascón

Superó uno de los trances más duros de laGuerra Civil pero a punto ha estado de rozar el desastre tras sufrir daños mayores a los de 1938. La azarosa historia del Torico de Teruel vivió otro capítulo convulso hace una semana, cuando la columna que lo sujeta se derrumbó cuando se retiraban las sogas de los 23 pueblos participantes en el Congreso Nacional del Toro de Cuerda.

Portavoz de los «conmocionados» habitantes de la capital mudéjar, la alcaldesa, Emma Buj, explicó que el derrumbe se produjo al quitar los operarios los tirantes que sujetaban las sogas a la columna porque estaba «podrido» el hierro que une las dos piedras que la forman y que sustenta en lo alto la estatua del Torico, que también resultó dañado en uno de los cuernos y las patas.

Al caer la columna afectó además a uno de los bolardos que rodean la fuente en la que se ubica la escultura, que llevaba en pie en la plaza de Carlos Castel desde el 11 de noviembre de 1858, aunque para redondear la polémica se dice ahora que puede ser una falsificación o réplica que no date de esa fecha.

El Torico con la réplica en 3D que estaba en el Museo de la Vaquilla y que se ha trasladado a Zaragoza para facilitar las labores de restauración
El Torico con la réplica en 3D que estaba en el Museo de la Vaquilla y que se ha trasladado a Zaragoza para facilitar las labores de restauraciónAYUNTAMIENTO DE TERUELAYUNTAMIENTO DE TERUEL

En cualquier caso, se trata de un símbolo muy querido por los turolenses que fue también protagonista hace 84 años en medio de la batalla por la conquista de Teruel, la única capital de provincia arrebatada por la República a las fuerzas de Franco, en uno de los episodios más cruentos de la contienda y en las peores condiciones climatológicas. No en vano, los brigadistas internacionales bautizaron el entorno como «el Polo Norte», y los corresponsales extranjeros destacaron la magnitud de los fríos del más duro invierno que se podía recordar. Herbert L. Matthews, reportero de «The New York Times», escribió que nada le impresionó tanto como la «frialdad glacial insoportable» durante la batalla que arrancó el 15 de diciembre de 1937.

La pequeña ciudad sin valor estratégico estaba bajo custodia de una pequeña guarnición al mando del coronel Rey D’Harcourt, que se vio desbordado por la ingente cantidad de tropas desplegadas por la República en un nuevo intento de desviar la atención sobre Madrid. D’Harcourt tuvo que luchar calle por calle y replegarse. «No rinda la posición», fue la orden que recibió, pero el enemigo estaba curtido y obedecía un plan minucioso de su mejor estratega, el general Vicente Rojo. La contraofensiva franquista convirtió el choque en una lucha de desgaste entre fuerzas similares –100.000 hombres por cada lado– cuyo desenlace se decidió por la superioridad de medios materiales en manos del Generalísimo.

Y en medio de todo, el Torico, que resistió bombardeos y cañonazos hasta que una violenta explosión lo hizo caer al suelo. La columna donde se asentaba se rajó y hubo que colocar vigas de madera para apuntalarla, como se ve en fotografías de la época. El emblema de Teruel desapareció, con daños en el cuerno derecho y una grieta en una pata, desatándose a continuación las elucubraciones. En las páginas del «Heraldo» de la época se contaban dos versiones: que se lo habían llevado los republicanos o que algún ciudadano lo había escondido para evitar más daños. Durante un tiempo nada se supo de la figura de bronce, sobre la que se dijo que se había llevado a Valencia, por lo que la Diputación de Zaragoza elevó una petición a Franco para hacer acopio de «de trozos de metralla, obuses, etc.» que «no sirvan para efectos militares, con objeto de fundir de nuevo el Torico turolense», según publicó «Azul» el 24 de febrero. En ese periodo convulso también se esfumaron las momias de Los Amantes de Teruel, pero según un prisionero estaban escondidas, y «los rojos» llegaron a ofrecer 5.000 pesetas a quien diera noticia de su paradero. Aparecieron en el convento de Santa Teresa, y el Torico sobre una mesa en la oficina de recaudación del Ayuntamiento.

Desde entonces ha permanecido en su pedestal hasta el último percance de las 23 sogas, que ha puesto esta pieza del Conjunto Histórico de Teruel bajo sospecha. Porque un informe ha determinado que el material de aleación del que está hecho el Torico es posterior a los que existían en 1858, año de la data de la escultura original. Mientras, una réplica de bronce será colocada para las Fiestas de la Vaquilla, el 9 de julio. La historia del Torico continúa.