¿Cómo ha sido el robo de película en la lujosa feria de arte de TEFAF?
Ha ocurrido en la cita más importante del arte del mundo. Un ladrón aporrea una vitrina de Symbolic & Chas para sustraer sus piezas
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Uno de los aspectos que diferencian a la TEFAF de Maastricht es que, pese a su gran escala -242 expositores frente a los 140-170 que acuden a Arco-, el silencio, la intimidad y la elegancia reinan en sus pasillos. Tal es la concentración de obras de arte y objetos de lujo que se exponen en el pabellón del MECC -en torno a los 30.000- que, durante unos días, Maastricht se convierte en la expresión máxima del espíritu civilizado a nivel mundial. Pero he aquí que, en torno a las 11,30 de esta mañana, un incidente ha sacudido el pacífico desarrollo de la feria: un grupo de delincuentes consiguió sortear los controles de seguridad y llegar hasta el estand de la joyería londinense Symbolic & Chase.
El vídeo grabado por uno de los testigos muestra cómo uno de los individuos -bien vestido, con aspecto elegante- sacó un mazo y empezó a golpear las vitrinas en las que se mostraban las joyas. Ante el intento de uno de los visitantes de intervenir y detener así el ataque, otro individuo empuñó una pistola, manteniendo a distancia a cualquiera que estuviera tentado de aproximarse. Además de la brutalidad de la agresión contra la joyería, uno de los aspectos que más sorprenden de estas imágenes es la serenidad que demuestra un señor sentado en un banco a un metro del delincuente. Bien sea por su capacidad para disimular la tensión, o bien porque constituye el paradigma máximo de la ataraxia estoica, lo cierto es que su sangre fría resulta por entero fascinante.
Lo aparatoso del incidente no parece corresponderse con la magnitud del botín robado. Según uno de los expositores, no parece que se haya robado mucho. Y, según informa la policía local, al menos dos de los participantes en el atraco ya han sido detenidos. Al poco de producirse el incidente, la organización de la TEFAF emitió una escueta declaración en la que se podía leer que “nadie resultó herido” y que, tras el suceso, “se pusieron en marcha los estrictos protocolos de seguridad de la feria y todos los visitantes fueron evacuados”. Una vez desalojada, la feria no tardó en reabrir sus puertas con normalidad.
No es la primera vez que alguno de los expositores de la TEFAF sufre un robo. Hace algunas ediciones, una señora salió de la feria con un collar colgado que se había probado en uno de los estands. La seguridad no se percató de que se trataba de una joya robada: ¿cómo diferenciar, en esas circunstancias, lo que se trae puesto de casa y lo que se saca disimuladamente del recinto como consecuencia de una sustracción? En realidad, el principal problema de la TEFAF es, precisamente, la que, sin lugar a dudas, constituye su gran atractivo: en ella, no solo podemos encontrar obras de arte al uso y circunscritas a un periodo concreto, sino que el visitante puede contemplar joyas, antigüedades, piezas de arqueología. El mercado negro que se abre para esta variedad de objetos es inmenso, casi inabarcable. Robar un cuadro o una escultura en una feria resulta complicado; sustraer una joya y burlar las medidas de seguridad supone una aspiración más plausible.
Umbral infranqueable
Reconozco que, cuando he leído la noticia, pero, sobre todo, cuando he visto las imágenes del atraco, me ha recorrido un escalofrío. Durante los últimos días, he paseado incansablemente por la TEFAF y, en numerosas ocasiones, he transitado por el punto concreto del robo. Recuerdo haber mirado las mismas vitrinas que el delincuente destrozó con su mazo. Los cristales que contienen esas joyas son experimentados por el espectador como un umbral infranqueable: de un lado, dejan ver el objeto precioso; de otro, te alejan fatídicamente de él. Eres un simple escritor de arte, ganas tu sueldo, pero, si quieres atravesar esa superficie cristalina y acceder a lo que hay dentro, tienes que entregar mucho dinero. En eso consiste la fascinación del lujo: la atracción que provoca mientras se aleja de ti.
Cuando, en este sentido, pocas horas después de que hayas abandonado la feria, contemplas a un delincuente destrozando esas mismas vitrinas, entras en shock. Y ya no solo por el hecho de pensar que, de haberse producido el atraco un poco antes, podías haber sido tú el apuntado con una pistola, sino porque todo el juego de acercamiento y alejamiento, de seducción y de rechazo que existe en torno a la belleza ha saltado por los aires. La violencia siempre es violencia, pero, en un templo del arte como es la TEFAF de Maastricht, el gesto destructivo adquiere, si cabe, una mayor dimensión. En los espacios en los que reina el arte, el ser humano se siente seguro, al margen de cualquiera de los peligros que acechan en la cotidianeidad. Y, de repente, este sentimiento de seguridad se ha visto alterado por unos malhechores que han ultrajado uno de los paraísos de la belleza y del lujo.