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Arte

Tesla, el hombre que anticipó el mundo de hoy

CaixaForum Madrid dedica una impresionante exposición al hombre que descubrió la corriente alterna y que imaginó la transmisión inalámbrica de energía

Exposición de Tesla en Madrid
Exposición de Tesla en MadridMaximo Garcia de la Paz

Van Gogh anticipó una pintura y también acertó a definir un pensamiento cuando definió como autorretrato el dibujo de una silla con una pipa y un pañuelo. Los objetos, adivinó el artista en una maravillosa intuición, al igual que la creatividad, funcionan como involuntarias semblanzas de una personalidad. Y en esta clave es donde quizá haya que enmarcar la exposición –la primera de un programa expositivo dedicado a la divulgación científica– que CaixaForum Madrid dedica a Nikola Tesla. En este recorrido aflora no solo la peripecia vital, salpicada de anécdotas, augurios, leyendas, descubrimientos y grandes aciertos, de uno de los fundadores de la tecnología moderna, sino que las maquetas, los módulos electromecánicos, los trajes y la reproducción de sus experimentos, evocan su portentosa genialidad y arroja una ajustada sombra de quien fue. Tesla, el hombre que previó el mundo moderno que disfrutamos hoy, nació en 1856 en Smiljan, junto a una iglesia y bajo la fe de un progenitor religioso. Entonces el mundo funcionaba gracias al vapor y al empleo de la fuerza física, pero cuando falleció, en 1943, la vida ya se regía por dinámicas muy distintas y estaba a punto de descubrir el poder de la energía atómica.

En medio quedaba una existencia, la suya, dominada por una inquebrantable voluntad de inventar y crear, algo que heredó de su madre, aparte de las cualidades de una impresionante memoria eidética que despertaba envidias. Albert Einstein aseguraba que la imaginación precede a la ciencia y Tesla, que, curiosamente, desconfiaba de la Teoría de la Relatividad, parece responder a esta norma. Su creatividad nos dejó así invenciones que en un principio parecían propias de la ciencia ficción y que ahora, en cambio, forman parte de nuestros días, quizá porque lo que no se puede imaginar tampoco se puede inventar.

A él le debemos contribuciones cruciales que marcaron el desarrollo del siglo XX, como el motor de inducción (en las salas hay varios ejemplos interactivos que enseñan cómo funciona), el descubrimiento y la implementación de la corriente alterna (que iluminó la Exposición Universal Colombina de Chicago de 1893), la transmisión inalámbrica de energía y, aunque pocos puedan creerlo, de la información, porque en la cabeza de Nikola Tesla ya había un planeta interconectado donde podía transmitirse no solo la electricidad de una manera gratuita, sino también documentos, fotografías, cartas y música, anticipándose en varias décadas al sueño de Internet, el email o, incluso, el de la telefonía móvil o el célebre IPod de Steve Jobs que revolucionó tantas adolescencias: «Un instrumento de poco coste y no más grande que un reloj permitirá a su portador escuchar en cualquier parte (...) música, canciones o un discurso dictado en cualquier otro sitio distante. Del mismo modo, cualquier dibujo o impresión podrá ser transferido de un lugar a otro».

En esta exposición, que huye de la hagiografía, que cincela con exactitud luces y sombras, quedan registradas sus amistades y sus enemistades. Aquí está su rivalidad con Edison, su asociación con Westinghouse, su proyecto para las cataratas de Niágara (que logró iluminar la ciudad de Búfalo, situada a 32 kilómetros), su tropiezo con los Rayos X y sus experimentos en Colorado Springs. Aspiraba a un Sistema Mundial de Transmisión. No lo consiguió y su vida acabó coqueteando con la pobreza y convirtiéndose en un deambular errabundo. Sin embargo, cada vez que pulsen un interruptor eléctrico y se enciendan las bombillas de su casa, acuérdense de él. Eso es un invento suyo.