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Blanquear la pobreza: no tendrás nada y serás feliz

Tomando como base argumental algunos de los puntos de la Agenda 2030 y amparándose en proclamas aparentemente solidarias en términos de sostenibilidad, son varios los medios que parecen haber caído en la romantización vergonzante de lo precario

Cola de reparto de alimentos en Aluche
Cola de reparto de alimentos en AlucheJesús G. FeriaLa Razón

La Agenda 2030, el plan de acción “a favor de las personas y el planeta” que fijaba 17 objetivos de desarrollo sostenible (entre los que se incluyen el empleo pleno, reducir la desigualdad o la igualdad de género), se aprobaba en 2015 con el apoyo de todos los Estados miembros de la Organización de las Naciones Unidas. Sus cinco ejes (las cinco P del desarrollo, las llaman) bien podrían pasar por extractos del discurso de una Miss Alabama cualquiera al recibir corona y cetro: poner fin a la pobreza y el hambre, proteger el planeta, progreso y prosperidad para los seres humanos, la paz en el mundo y, todo ello, gracias a la participación colectiva. Solidaridad y buen rollo a todo lo que da la máquina.

Blanquear la pobreza: no tendrás nada y serás feliz
Blanquear la pobreza: no tendrás nada y serás felizRebs

Blanqueamiento indecente

En el Foro Económico Mundial celebrado en Davos en 2016, y con la Agenda 2030 ya presente, el FMI (Fondo Monetario Internacional) hacía sus predicciones para ese 2030 y arrancaban estas con una que, más que un halagüeño vaticinio del éxito de la Agenda, sonaba a maldición gitana: “En 2030 no tendrás nada y serás feliz”. Y parece que algunos medios se han tomado muy en serio su función de convencernos de que seremos muy felices cuando no tengamos nada. Que el empobrecimiento es cool, que la miseria mola, la indigencia es trendy. A poca atención que preste uno a la prensa diaria observará que arrecian en ciertos medios los artículos en los que se loan las bondades de renunciar a todo: no tener casa, no tener coche, no tener hijos, no viajar, no salir, no comprar… Todo ello apuntalado por sofisticadísimos argumentos que enarbolan los motivos más loables, desde la responsabilidad y la solidaridad a la sostenibilidad, sin olvidar la conciencia social y ecológica e, incluso, la perspectiva de género y el veganismo. Porque ahora de lo que se trata es de atesorar ideología y moral, lo que acertadamente denominaba Miguel Ángel Quintana Paz el “capitalismo moralista”: “Las empresas ya no solo promueven la agilidad y el cambio, sino también toda una agenda ideológica, toda una moral (quizá una moralina)”, explicaba en uno de sus artículos el filósofo.

La crítica feroz al capitalismo como culpable de todo mal en nuestra sociedad se añade también a esa agenda y son precisamente las élites del sistema económico las que parecen más empeñadas en imponer a los demás, a todos, su moralidad. Que pasa, parece ser, por cambiar y condicionar nuestros hábitos y nuestros deseos para ajustarnos a los suyos. Y si el cumplimiento de esa agenda necesita de nuestro empobrecimiento, pues lo harán. Pero convenciéndonos de que somos nosotros los que hemos decidido hacerlo libremente y que, además, nos va a gustar y es por nuestro propio bien. Utilizando su propio lenguaje, podríamos decir que lo que están haciendo es blanqueando la pobreza. Solo habría que echar un vistazo rápido un día cualquiera a los diarios para sacar nuestras propias conclusiones:

El coliving es cool

Ya no se comparte apartamento porque los sueldos son precarios, los alquileres desorbitados y no queda más remedio si uno quiere dormir a cubierto sin seguir en casa de los padres a los cuarenta. Ahora es porque se crean sinergias y se tejen redes de contactos entre residentes. Es una cosa moderna para gente emprendedora, resiliente y creativa que va del coliving al coworking y vuelta. Y no necesita nada porque lo tiene todo.

El friganismo no es miseria

Es una nueva tendencia sostenible que consiste en coger comida de los contenedores. Rebuscar dentro de la basura ya no es hurgar en los desperdicios, es hacer dumpster diving. Y no eres pobre, eres un tipo concienciado y éticamente admirable que ha dejado de formar parte de un cruel sistema capitalista que pretende que intercambies dinero por alimentos.

No debemos tener hijos, ni coche, ni viajar en avión, ni comer carne

El planeta está malito, lo chillaba Greta desgañitada y cundía el pánico. Hay que reducir emisiones y las cuatro maneras más eficaces de hacerlo son estas: debemos dejar de consumir carne y hacernos veganos, renunciar al transporte privado y no utilizar el coche para nuestros desplazamientos, evitar viajar en avión y dejar de tener hijos (emiten demasiada polución climática y eso es un desastre. Ser padre es una irresponsabilidad y nada ecosostenible). Vivir nos está matando.

Hay que comer bichos

No es una cochinada, ni porque no haya otra cosa que llevarse a la boca. Es porque gusta y porque es saludable. Tienen proteínas, aminoácidos de esos y nutrientes. Además son ecológicos y sostenibles. Todo son ventajas. Y no se les considera carne. Reutilizar la ropa ya no es necesidad ni capricho, ahora es tendencia y respuesta ética a una problemática insostenible de sobreproducción. No es necesidad económica, es estrategia estética de la mano de la conciencia social. Rescatar semillas de la basura orgánica y plantar tu propia, qué sé yo, escarola o cebolla, ya no es ahorrar o hacer tus pinitos en la horticultura: es evitar los canales de comercialización poco sostenibles.

No salir los fines de semana (nesting) reduce la ansiedad

Tender al aire libre (sundrying) reduce las emisiones, hacer la colada fuera de casa es concienciado y moderno, ducharse juntos ahorra agua, calentar la casa sin calefacción con trucos caseros es ecosostenible, si encadenas contratos basura uno detrás de otro eres un job hopper con mini jobs y no un pringado… Podríamos seguir, pero como ejemplo sería suficiente.

Greta Thunberg se ha convertido en uno de los mayores exponentes del discurso ecologista
Greta Thunberg se ha convertido en uno de los mayores exponentes del discurso ecologistaEtrik SimanderAgencia AP

Puede usted abrir la prensa diaria y encontrar uno o varios de estos artículos y hacer su propia selección de entre aquellos que se dedican, en realidad, a disfrazar las dificultades económicas y vitales de toda una generación (precariedad laboral y económica, complicado acceso a la vivienda…) y presentarlos como moda y tendencia. Problemas reales tratados de manera superficial y frívola presentados como estrategias éticas u opciones estéticas, como una filosofía de vida moralmente admirable y a imitar: son ricos en valores éticos, luego ser pobres no está tan mal. El nuevo capitalismo es ese, el moral. Se glorifica la pobreza y el salario es emocional. ¿Qué podría salir mal? Alertaba precisamente Quintana Paz en uno de sus artículos de las amenazas de este nuevo capitalismo: la intromisión en nuestras libertades y la imposición a los ciudadanos de una moral muy concreta, de una agenda ideológica que se sitúa por encima de sus decisiones, de sus votos y de los propios representantes democráticos. Se apuntan a ello empresas y organizaciones y, convencido de estar haciendo lo correcto y admirable, el ciudadano de a pie en realidad traga con más precariedad y con más dificultades que, gracias al trabajo concienzudo de determinados medios, no solo se normalizan sino que son trendy: No tendrás nada y serás feliz.