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“Labordeta, un hombre sin más”: elegía por el trovador de la justicia social

Paula Labordeta, hija del político y cantautor, y Gaizka Urresti dirigen un completo documental sobre la figura del protagonista y presentador de “Un país en la mochila”
La Razón
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  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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Más allá de la mochila, más allá de la canción protesta y hasta más allá del bigote. Más allá del Teruel que le descubrió su vocación política, la infancia que le abrió las puertas de la enseñanza y la madurez que le convirtió en figura televisiva. Es ahí donde busca su leitmotiv “Labordeta, un hombre sin más”, documental de Paula Labordeta, hija del mítico cantautor, y Gaizka Urresti, una pieza que se deja sentir como elegía pero que es también retrato fiel, sin artificio ni notas de mística, sobre una de las figuras definitorias del último tramo del S.XX en España. Como poeta, como cantante, como político y como presentador de televisión, porque la paleta se antoja infinita.
Así, entre imágenes de archivo -Urresti dejó de contar las horas de metraje revisadas- y entrevistas con quien de verdad le conoció -la película se resiste a contar con celebridades en favor de sus familiares y amigos más cercanos-, “Labordeta, un hombre sin más” se entiende como el relato didáctico y definitivo sobre el hombre detrás de la figura histórica para Aragón. No se trata tanto de poner en valor su relevancia actual, a través de la herencia política de Labordeta, sino de descifrar en realidad quién era, de dónde venía y por qué hizo todo lo que hizo. Como trovador de la justicia social, sí, pero también como padre y esposo. Labordeta, hija y debutante en la dirección, y Urresti, atendieron a LA RAZÓN antes del estreno, uno de los más recuperables de cara a la Fiesta del Cine.
-Seamos completamente originales. ¿Cómo se pone en marcha el documental?
-Paula Labordeta: Ha sido un viaje maravilloso. Yo creo que lo ponemos en marcha el día en el que dejan el féretro de mi padre en las Cortes de Aragón para que la gente pase a despedirse. Sabíamos que iba a venir gente, pero pasan al final más de 50.000 personas. Y pasan con un amor, con un llanto, con un cariño, que es algo físico. Es algo que podías palpar, porque pasaban más tristes que nosotras. Ya llevábamos llorando cuatro años por la enfermedad. Ahí te das cuenta de que no puedes caer la figura de Labordeta. Existe la idea primero de la fundación, que la creamos muy poco después, y luego el documental. Pero me hacía falta una distancia real, física. No es bueno hacer una película tan pegada al fallecimiento, habría distorsionado la película. Pero quería hacer algo diferente. Sí, con todos los hitos del PSA, el “Canto a la libertad”, pero también enseñar lo más íntimo de la persona. Sin saber de su fragilidad como persona, no puedes entender al personaje. Así, en 2018 fue como busqué a Gaizka para tener más puntos de vista.
-En inglés se usa constantemente el bigger-than-life (inconmensurables) para definir a personalidades como Labordeta. ¿Cómo se ata eso desde lo formal? ¿Cómo se encuentra el tono?
-Gaizka Urresti: Suelo decir que no haría nunca una biografía de alguien a quien no admiro, pero en realidad es con aquellos que me gustaría tomar una cerveza. A Labordeta lo conocí solo tangencialmente, no como Aute, por ejemplo, pero lo que me interesaba es que no se acaban en una sola disciplina. Su pensamiento, su visión del mundo es interesante.
-¿Cómo se elige qué queda dentro y qué queda fuera?
-P.L.: Creo que fuera dejamos realmente poco. Intentamos reducir todo, pero es imposible dejar fuera cosas. Quizá no entramos tanto en la poesía o en la narrativa, pero mencionado está.
-G.U.: Luego, el montaje ha sido un proceso dolorosísimo, porque vas quitando y quitando grasa, dejando pasar tiempo para ver cómo hacer más con menos. Y te encuentras un primer montaje de 3 horas que te parece maravilloso, pero es absurdo. Tienes que quedarte satisfecho también como espectador.
-¿Cuántas horas de metraje de archivo se pueden haber revisado para el documental?
-P.L.: Es imposible medirlo.
-G.U.: A nosotros nos llegan materiales en formatos muy distintos, en VHS, en cintas de casete, en DVD... Lo que hicimos fue fragmentar las declaraciones por temas: la política, la canción, sus años en Teruel. Y así elegíamos, según en qué momento contaba también las cosas. Es un ejercicio de ir pasando el filtro y quitando grasa. ¿Cuántas horas? Imposible saberlo, porque me daría vértigo.
-El documental pinta a Labordeta en varias tonalidades, el poeta, el político, el personaje televisivo... ¿Labordeta era un poeta que se encontró con la política o un político apasionado por la poesía y el arte?
-P.L.: Era un intelectual. Y así llega a Teruel. Y como intelectual le interesa todo, pero al llegar a Teruel descubre lo rural, algo que le era ajeno hasta ese entonces. El abandono, la migración. Y ahí se da cuenta de que, a través de las canciones de Raimon o Paco Ibáñez, la música podía ser un elemento de cambio. Era la mejor manera que encontró para luchar por su tierra. ¿Qué era más Labordeta? Yo creo que poeta, porque de ahí llegó a la canción y de ahí a la política. A la defensa de Aragón y a ser un activista, en realidad. Casi siempre sin pretenderlo, a través de sus amigos y su compromiso.
-G.U.: Todo está siempre relacionado. Hace política cuando canta. Cuando reivindica, lo hace en verso. Al final, es un todo muy complejo. No puedes separar ninguna de sus capas. Esa era la idea del documental.
-A más de una década de su fallecimiento, podemos hablar de cierto consenso alrededor de su figura de varias familias políticas. De derechas y de izquierdas. Como figura contestataria, ¿le gustaría a Labordeta ser, al final, una figura de consenso? ¿No le molestaría?
-P.L.: Yo siempre he creído que mi padre era el consenso, también en vida. Cuando tenía que llevar la contraria y dar un golpe encima de la mesa lo hacía, sin dudarlo, pero su objetivo siempre fue el diálogo. Mi padre no era un revolucionario loco, era un hombre que creía en lo coral por mucho que él fuera la punta de lanza. No era una seta que naciera en mitad del bosque. Escuchar era su pasión. Le habría gustado pasar a la historia como figura de consenso, pero no sé qué opinaría de la política actual. Habría que preguntárselo a él, claro.
-¿Es ese su mayor legado? ¿Encontrar casi siempre el punto de no fricción?
-P.L.: Creo que su mayor legado fue creer que el individualismo no nos llevaba a ninguna parte. Que la lucha colectiva y común era la solución para conseguir las cosas. Cuando la lucha es global, es mucho más importante.
-Hay una decisión, que me parece tremendamente acertada en el documental, que es la de contar con la gente que le conoció de verdad. Teniendo esa imagen tan fuerte de Serrat en su capilla ardiente, o a Zapatero, se elige contar con quien de verdad estuvo ahí siempre.
-P.L.: Desde el principio lo tuvimos clarísimo. Con todo el amor que Serrat o Sabina y mi padre se cruzaban, lo que puedan decir de él siempre será más superficial que lo que diga su hermano o su mujer. Para ese viaje, no hacen falta esas alforjas. Queríamos enseñar al Labordeta más frágil, al más dubitativo. Todos sus hitos, pero lo que le cuesta también llegar a ellos.