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Museo del Prado

Las acuarelas de Emilio Sánchez-Perrier se quedan en casa

El Museo del Prado presenta una selección de 69 obras pertenecientes a uno de los pintores españoles de paisaje más destacados del siglo XIX, ofreciendo un recorrido completo por la faceta de dibujante del artista sevillano

Esta acuerela titulada "Dos barcas de vela en Venecia, 1885" forma parte de los antiguos cuadernos del autor
Esta acuerela titulada "Dos barcas de vela en Venecia, 1885" forma parte de los antiguos cuadernos del autorMuseo del Prado

Entre aguadas de tinta gris sobre papel avitelado, carboncillos, bocetos, lápices compuestos y plumas de tinta parda sobre papel verjurado con los que confeccionar paisajes y escenarios forzosamente callados, emerge la obra de Emilio Sánchez-Perrier: serena y calma, como si la belleza de sus encuadres y de su geografía escogida procediera del fondo de un lago. Todo, alrededor de los cuadros, se mece tranquilo mientras ajustas las gafas y paseas con los brazos detrás de la espalda como si te hubieras transformado en cuestión de segundos en uno de esos jubilados que inundan las salas expositivas con voces y conversaciones de patio vecinal y en breve lo harán con esas salas de cine a las que ya acudían sin pensar en el dinero –porque tenían y tienen suficiente como para poder permitírselo–, acercas y alejas la mirada de manera intermitente para intentar descubrir el truco de semejante limpieza en los trazos, de tamaño nivel de detallismo y precisión en las líneas.

Caserío rural con un hórreo y dos carros en Padrón, A Coruña
Caserío rural con un hórreo y dos carros en Padrón, A CoruñaEmilio Sánchez-Perrier

La magia, en realidad, se llama talento, algo que a Sánchez-Perrier, uno de los pintores españoles de paisaje más destacados de finales del siglo XXI y comienzos del XX, le sobraba por cada una de las yemas de los dedos con los que portaba sus utensilios y que en el año 2019 estuvo a punto de ser ignorado por su propio país de origen. "Recordemos que los 192 dibujos del artista iban a salir de España porque estaban en venta y aquí no tienen compradores", explicó ayer Andrés Úbeda, director adjunto de Conservación del Museo, durante la presentación de una muestra, "Emilio Sánchez Perrier (1855-1907). Dibujos", cuyo contenido es fruto de la donación de la Fundación Tatiana, que, a pesar de estar especializada en el fomento de la neurociencia y el desarrollo del mundo rural, ha ensanchado la colección del museo, que ya contaba con tres pinturas y un dibujo del artista en su haber.

"Los 192 dibujos del artista iban a salir de España porque estaban en venta y aquí no tienen compradores"

Andrés Úbeda

Gracias a este subrayado de la vocación de mecenazgo manifestada por la fundación y a su posterior donación, las paredes de la discreta sala D del edificio de los Jerónimos perteneciente al Museo del Prado, receptáculo de ingenios, maestros y prodigios artísticos, se visten hasta el 30 de julio con 69 dibujos procedentes de los cuadernos de viaje del artista sevillano durante sus periplos por España, Francia, Venecia y Tánger. La gestión no puede más beneficiosa y menos contractual: la institución engrosa su nómina de tesoros y artistas destacados y la belleza se queda en el lugar al que siempre perteneció. En la línea de Martín Rico o Mariano Fortuny, las atmósferas naturales de Sánchez-Perrier desprenden rasgos definitorios de su estilo (la perfecta identificación de los elementos de la naturaleza, el empleo de los esquemas compositivos con perspectivas profundas o su especial habilidad para captar los efectos lumínicos de los diferentes momentos del día y las estaciones del año, como Sorolla o Pisarro).

También trasudan un espíritu ya no solo de representación, sino de documento de miradas y tiempos: gracias a ellos podía adivinarse cómo era un prado, un callejón, una carreta, un muro de piedra, una torre, un chopo. Y es que tal y como señala el geógrafo y alpinista vallisoletano Eduardo Martínez de Pisón en el catálogo del dibujante, "los grandes pintores, aunque aún no es el último consuelo, siempre nos enseñarán a mirar la Tierra. Y, de modo tácito, por lo que logramos apreciar a través de sus obras, a respetar la calidad paisajística de lo que nos rodea, considerada un bien mayor" porque "el paisaje es pedagogo, escribía Ortega, y al pintado podemos considerarlo gran maestro. Si, como las aguas, de Sánchez-Perrier, nos dejan un legado perdurable de belleza y sosiego, con más afán los contempladores seremos sus discípulos".

Cabeza de perfil de un marroquí, 1888
Cabeza de perfil de un marroquí, 1888Emilio Sánchez-Perrier

Cosechó éxito internacional, especialmente dentro del mercado de la burguesía norteamericana, que demandaba pinturas de temática veneciana y orientalista. Curiosamente algunos de los dibujos de Tánger, lugar en donde compiló un amplio repertorio de dibujos del natural sobre grupos de marroquíes en la playa o personajes con turbantes en diferentes actitudes costumbristas que después emplearía en sus pinturas, pero mayoritariamente los de Venecia, fueron realizados como hermosísimas cabeceras de cartas dirigidas por el sevillano a su hermano en las que le contaba el trabajo que estaba realizando allí. En la última, escrita en abril de 1885, le anuncia que pronto dejará la ciudad con "no sé cuántos cuadros, pero muchos ni siquiera concluidos. En todos trabajaré cuando llegue a París". Tras su muerte, gran parte de los dibujos expuestos en esta muestra, se separaron de sus encuadernaciones originales y se dispersaron. Ahora vuelven a estar juntos. Ahora se quedan definitivamente en casa.