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La poesía de Guillermo Arróniz se cuela en el Palacio de Liria

Con el objetivo de dinamizar el carácter divulgativo de la residencia privada, Liria ofrece hasta mayo un ciclo de visitas guiadas poetizadas de la mano del escritor madrileño
La Razón

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Madrid bosteza despeinada, satinada de luz y comienzo, con el sonido de los coches apresurándose por las arterias principales de las zonas céntricas y el lenguaje de las terrazas en las que sirven desayunos inventando idiomas urbanos nuevos con olor a pan. Turistas despistados y vecinos de Conde Duque caminan con rapidez y algún periódico debajo del brazo mientras se dirigen a lugares diferentes compartiendo, sin saberlo, la celeridad con la que avanzan hacia ellos. Son las 12 de la mañana y todo el mundo tiene una prisa febril, pero estamos a escasos metros de entrar en un lugar donde dejar de tenerla. Donde de hecho es probable que la prisa nunca haya existido.
Todavía hoy sigue sorprendiendo, que en el número 20 de la Calle Princesa, en mitad de ese remolino caprichoso de calles hermosas y laberínticas, espacios culturales, bares, casas y esquinas donde la vida ordinaria se impone, se sitúe un tesoro arquitectónico de la dimensión histórica y patrimonial del Palacio de Liria. Una imponente mansión de la aristocracia madrileña considerada «el hermano menor del Palacio Real», situado frente a la contemporánea y ensombrecida –por no decir fea sin atisbo de culpa– Plaza de los Cubos, cercado simbólicamente por la contención de las gentes corrientes, por el trasiego de esos camareros que sirven los desayunos en las terrazas.
Los jardines del Palacio de Liria
Los jardines del Palacio de LiriaFundación Casa de Alba
Tal vez la explicación para interpretar tamaña paradoja resida en aquello que decía Umbral de que «Madrid es una excusa para contar historias» y concretamente el poeta Guillermo Arróniz ha empezado a contar muchas sobre algunas de las obras y piezas extraordinarias que esconden las catorce estancias principales del palacio a través del lirismo de la poesía. Tal y como este escritor madrileño introduce en su libro «Veintinueve poemas para el Palacio de Liria» (Flores Raras), «muchos madrileños soñábamos con ver el palacio, en mi caso particular especialmente por la colección de Arte que albergaba, según se decía», hasta que finalmente «en verano de 2020 pude por fin pasar el umbral de este lugar histórico. Lo que encontré allí me robó el alma poética. Y allí se quedó, entre cuadros, esculturas, muebles, cerámicas, libros y documentos, cada uno de ellos de un incalculable valor. Un Greco, un Velázquez, un Tiziano, varios Rubens, un Ingres, un Madrazo, varios Zuloagas, dos Goyas, varios Winterhalter, un Antonio Solà, dos Benlliures... ¡aquello era increíble! Y sucedió lo que tenía que suceder: los endecasílabos empezaron a brotar». Encolerizados y ansiosos los sonetos de Arróniz, no solo se aglutinaron entre las páginas inicialmente blancas del mencionado libro, sino que de manera natural manifestaron la necesidad de ser leídos en alto.
El escritor acude a nuestro encuentro privilegiado arropado por la frescura y el romanticismo de un atuendo propio de personajes del cine de James Ivory. «La verdad es que llevo muchos años haciendo écfrasis. Es algo que disfruto muchísimo. Había hecho una visita al Museo de Santa Cruz para hablar de los cuadros del Greco y también me pidieron desde el Museo Sorolla que hiciese una visita para la exposición ‘‘Un jardín para pintar’’, de manera que yo ya tenía algo que ofrecerle a la Casa de Alba cuando el director de la fundación, Álvaro Romero, habló conmigo a raíz de que yo le pidiera fotografías e información sobre algunas pinturas del Greco y fue entonces cuando empezamos a colaborar. Digamos que yo ya tenía un material previo que les podía presentar», contextualiza sobre su labor dentro de una reformulación de las visitas guiadas impulsada por el Palacio de Liria y creada con el objetivo de dinamizar su oferta cultural y dar a conocer de una manera diferente los secretos de las salas que componen la residencia, mientras dejamos atrás progresivamente las puertas principales de la entrada del palacio.
Tres trabajadores apuran con sus máquinas la densidad y largura del césped y algunos asistentes van entrando a las visitas guiadas programadas que tendrán lugar a lo largo de la mañana, pero nosotros tenemos asignada una vía alternativa: nos alejamos discretamente de los grupos para recrear de manera individualizada la dinámica de estas visitas poetizadas interpretadas por Arróniz. «Gracias a su encanto y talento la fundación le abrió las puertas del Palacio enseguida para que se pudiera documentar e inspirar y en resumidas cuentas así es como ha salido esta maravilla de visita que en principio estará disponible hasta finales del mes de mayo, pero que puede ser susceptible de cambio. Esto lo hacemos un día por semana que puede ser bien miércoles o bien jueves. Si vemos que hay mucho éxito de público cabe la posibilidad de que lo prolonguemos», apostilla Susana Martín, encargada de Prensa del Palacio de Liria.
El funcionamiento comienza de manera estimulante. «La écfrasis es la descripción literaria de la obra de arte, eso es lo que hacemos aquí. No es algo nuevo, se viene haciendo desde la Ilíada de Homero, cuando él describe el escudo de Aquiles. Esa es la primera écfrasis de la que tenemos constancia. Sin embargo este género literario no se ha predicado mucho y yo lo que hago es una écfrasis poética. Me inspiro en algunas obras y les escribo sonetos. Lo que propongo a los grupos es ‘‘el primero que levante la mano y elija una de las obras que hay en esta sala determina la pequeña historia previa y el soneto posterior que me inspiró’’», explica. De tal manera que es en todo momento la curiosidad arbitraria del espectador la que condiciona el recorrido y lo va orientando de manera que no hay una visita igual a otra.
El soneto dedicado a la Cayetana de Goya
El soneto dedicado a la Cayetana de GoyaFundación Casa de Alba
«A lo largo de la escalera principal hay una serie de esculturas que son obra del mecenazgo de ese décimo cuarto duque del que acabamos también de ver esculturas en la parte de abajo y que las encargó a escultores españoles. Aquí les doy a elegir entre el cuadro del Cardenal Infante, que es el que está montado a caballo, la escultura del Meliagro, que es el que está desnudo en la esquina de Antonio Solà y aprovecho parar hablar de los escultores españoles ya que son, desde mi punto de vista, los grandes olvidados de nuestras artes, la Venus de Frejus, una copia de la obra escultórica más antigua que hay en palacio (siglo I a.C) y si no, el décimo segundo Duque de Alba, que es el cuadro que está al lado y que es el abuelo de la Cayetana de Goya. ¿Cuál quieres?», me interpela el poeta. Reprimo mi impulso acaparador que me empuja a optar por la opción inexistente de «todos» y señalo el cuerpo decapitado, erotizado y fragmentado de la Venus. «¡Ésta!», exclamo.
«Perfecto. Pues esta obra es tremendamente sensual porque lo que lleva ella es un quitón que transparenta todas esas formas características de la Diosa. El original se cree que era de bronce y fechado como en el siglo V a. C. pero después se hicieron muchas copias, especialmente a partir de Julio César porque él decía que era descendiente directo de Venus. Lo curioso es que en una de las visitas que hice, una chiquilla me dijo ‘‘¡pero no tiene cabeza!’’. Las esculturas clásicas lo primero que suelen perder a lo largo de los siglos son los brazos o la cabeza, pero a pesar de eso sigue siendo tremendamente seductora y de hecho, el que le falte una parte, hace que tú tengas la suerte de poder imaginártela», desarrolla antes de recitar el poema dedicado a esta delicadísima escultura.
Escaleras principales del Palacio de Liria
Escaleras principales del Palacio de LiriaFundación Casa de Alba
«Tus manos nada llevan Afrodita/ Tus manos ya no están o están perdidas/El tiempo las robó/Afán de Midas/De negra urraca/Ávida y maldita/También acaparó la más bonita de todas las cabezas esculpidas/En épocas romanas distinguidas/¡Oh Roma, majestuosa e infinita!/Mas sigue tu belleza sin embargo/Robando corazones con sus olas/De dulce Diosa que despierta a solas/ De un largo y muy erótico letargo/Las olas de ese cuerpo que es un mar de formas que seducen con estar», pronuncia antes de reconocer que para algunas obras se documenta a la hora de plantear compositivamente el soneto pero para otras se deja llevar por la inspiración que le producen: «me dejo llevar por lo que me está diciendo y me tomo la libertad poética de decir lo que pienso sobre ella en base a lo que me está haciendo sentir». En noviembre de 1936, un incendio destruyó todo el interior del edificio, quedando en pie exclusivamente sus cuatro fachadas. A pesar de la desgracia que supuso, y de las grandes pérdidas ocasionadas, la mayor parte de la colección fue salvada y protegida en diferentes lugares de Madrid, como la Embajada británica, el Museo del Prado y el Banco de España, entre otros.
La reconstrucción del edificio corrió a cargo del duque Jacobo y fue terminada por los XVIII Duques, doña Cayetana Fitz-James Stuart y don Luis Martínez de Irujo. El arquitecto Manuel Cabanyes fue el encargado de construir el nuevo Palacio de Liria, quien, utilizando los planos primigenios de Lutyens (el arquitecto inglés que planteó varias reformas, encargadas de forma directa por el XVII duque de Alba, don Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó), modificó su escalera principal, la capilla y el zaguán. Lo que recorremos por tanto, son imponentes estancias reconstruidas. El origen de las colecciones del palacio responde, además del tiempo y el dinero necesario para dedicarse exclusivamente a atesorarlas, a la labor de mecenazgo y coleccionismo de los duques de Berwick y Alba durante más de quinientos años pero también a los refinados gustos y aficiones culturales de sus habitantes, quienes buscaron objetos artísticos para decorar sus residencias: pintura, escultura, tapices, muebles, grabados, documentos y libros, además de un amplio conjunto de porcelanas y artes decorativas, se reparten por los diferentes salones. En el Salón Goya, uno de los más destacados por el retrato de la XIII duquesa de Alba, reparamos en una amplia mesa cubierta de frascos antiguos de colonia y pastilleros. "Si te das cuenta, estos pastilleros tenían la forma de las partes del cuerpo para las que estaban destinadas las pastillas que se guardaban dentro", destaca Guillermo señalando sugerentes y pequeñas piernas de porcelana o brazos del mismo material.
El Salón Goya
El Salón GoyaFundación Casa de Alba
"En esta sala está el cuadro más icónico del palacio pintado por Goya. En cualquier caso, por si alguien ya lo ha visto, siempre doy más opciones que son: los retratos de su abuelo, el XII duque, el de su madre, poetisa y pintora de la que no nos ha quedado ninguna obra (ambos pintados por Mengs), el autorretrato de Mengs y otro cuadro de Goya, "La marquesa de Lazán". Ah bueno y hay una cosa que no suelo dar a elegir, que es una miniatura que está aquí escondida sobre Endimión, que es un mito clásico", indica. Las dudas de cara a la siguiente elección se disipan pronto: "Vamos con esta miniatura", propongo. "Mira esta miniatura a mí me volvió loco cuando la vi por primera vez, de hecho me dejaron hacer foto, porque no es algo que se vea en la visita oficial, para que yo tuviera una referencia. La mitología de Endimión se basa en que la diosa Selene, la Luna, se enamora de este pastor que vemos representado como un efebo del que parece imposible no enamorarse. Cuando esto ocurre, Selene pide la eternidad para él, por eso vemos la Luna arriba mientras él duerme con una piel excesivamente blanca para ser un pastor porque en este caso es el amor de su diosa lo que le ilumina. Es de la Escuela Italiana, del siglo XIX y es una copia del original de Francesco Barbieri apodado Il Guercino. Tu sueño Endimión, vela la luna/la vara de pastor tu compañía/La noche encandilada no se enfría/Tu piel refleja luz como ninguna/Tu sueño Endimión, vela la luna/Su ojo de marfil suave te espía/Si no fuera de rocas ardería/Por ese cuerpo leche y aceituna/No queda sitio aquí para el rebaño/Durmiendo nunca lejos su ternura/Y Zeus que idolatra la hermosura/No ve lugar en ti para ese daño que el tiempo nos inflige por la vida/La diosa está en el cielo a ti rendida", recita. Casi tanto como nosotros ante la intimidad de estos sonetos, declamados con gusto en mitad de tanta belleza patrimonial. Solo hay que abrir bien los ojos y despejar los oídos. Desde hace un buen rato ya no se oye el ruido de la calle.