Adiós a Alberto Anaut, el padre de PhotoEspaña
Cuando la dictadura se cerraba y la ventana de la democracia se abría, él comprendió perfectamente que la cultura no solo se hace, también hay empujarla, crearla, fabricarla
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La Transición arrancó en 1975, cuando Alberto Anaut, madrileño de 1955, que ayer moría después de una larga enfermedad, apenas sumaba veinte años y gastaba ya uno como profesional en esto del periodismo. La dictadura se cerraba y la ventana de la democracia se abría, y él comprendió perfectamente que la cultura no solo se hace, también hay empujarla, crearla, fabricarla. Él lo entendió así y él lo hizo así. Y no dejó escapar la oportunidad que se le brindaba en esa década con horizontes más libres y más desembarazados de tesituras políticas. Todo esto lo entendió él muy bien desde las atalayas del Prensa escrita y desde una independencia que aquilató detrás de unas gafas, las gafas con las que casi todos lo recordamos, que no solo servían para ver, sino también para cimentar las bases de una personalidad.
Los ochenta nacían con una vocación de agitación cultural, de romper los viejos moldes de los que veníamos, y este escenario, subversivo, que arrastraba consigo el vendaval bronco de los que desean dar carpetazo al pasado, no le pasó desapercibido a un hombre con los sentidos puestos en los que sucedía a su alrededor. Después de dejarse dos años en «Diario 16», fundar «Mercado», se sumó a las filas «El País Semanal» como redactor jefe. Al frente de esta publicación estuvo hasta 1993, cuando fue nombrado subdirector del diario.
Después abandonó los encadenamientos y esclavitudes que suele imponer la actualidad y abogó por dedicarse a la cultura de una manera más intensa, también más individual, y creó la revista «Matador», todo un mito que todavía subsiste en la conciencia de muchos, y que desde el inicio se convirtió en un referente en nuestro país por su vanguardismo y la novedad que ofrecía. Para lanzar esta iniciativa reunió a un grupo de personas dispuesto a invertir en algo tan intangible como la cultura, algo que respondía bien una vieja creencia que Anaut sostenía desde hace mucho y que mantuvo a lo largo de su vida: el capital privado también como motor para remover los tranquilos cielos de la cultura.
Algo que no desentona con su formación, con el bagaje de conocimientos económicos que traía consigo y que formaba parte consustancial de su formación. «Matador» fue una propuesta original, valiente y arriesgada. Una revista con inicio y fin, con su propio alfa y omega. Inició su andadura con la letra «a» y terminó cuando llegó a la «z». Expresado así hasta tiene cierto aire de «performance». Sus páginas estaban trabadas por el examen y consignación de las ideas y movimientos que nacían entonces y que impregnaban el ambiente del momento. Pero Alberto Anaut no se quedó ahí. Quiso ir a más. Fue a más, de hecho.
En 1994 materializó otra idea, porque esta era una de sus capacidades, que lo abstracto solidificara en algo concreto, material. Así surgió La Fábrica, que supuso una novedad completa y que promovió centros dedicados al arte, como la Casa Encendida y La Térmica, pero que casi todo el mundo identifica con uno de los festivales de fotografía anuales más importante de España y de Europa: PhotoEspaña. Junto a Madrid Design Festival, Festival Eñe o Notodofilmfest, es un su principal legado. No está nada mal para un hombre de apariencia discreta, pero notable. Un hombre mesurado. Muchos no habrán oído hablar de él, pero, sin embargo, muchos, sino todos, han oído hablar de lo que hizo a lo largo de su vida. No se puede decir lo mismo de la mayoría.