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De Dalí a Escher: las referencias artísticas de “El juego del calamar”

Además de una terrorífica trama, la serie del momento de Netflix incluye en los decorados y gestos de algunas escenas varios guiños a reconocidos pintores
Escher

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Todo el que haya visto “El juego del calamar”, que no serán pocos, se habrá percatado, además de lo angustioso e impresionante de su trama, de las referencias artísticas que contiene la serie. Y no hablamos de las piezas musicales de Haydn, Strauss o Tchaikovsky, con la que los jugadores se preparan para una nueva fase, sino también de la estética de la serie. Sus creadores no han escatimado en imaginación y, por tanto, tampoco en ambientación y decorado, lo que algo tendrá que ver con el éxito mundial que está obteniendo la ficción, disponible en Netflix.
Desde su estreno, la plataforma estima que aproximadamente 132 millones de personas han visto, al menos, dos minutos de la serie en sus primeros 23 días. En este rango temporal, el 89% de las personas que comenzaron la serie llegaron a ver al menos 75 minutos (más de un episodio), mientras que el 66% -equivalentes a 87 millones de espectadores-, la terminaron. Unas cifras impresionantes, que le confieren el indiscutible título, hasta ahora ostentado por series como “The Bridgerton”, de la serie más popular y vista de la historia de Netflix.
Pero, más allá de música y cifras, algo llamativo de la serie son sus referencias artísticas y pictóricas. Ejemplo de ello se puede ver en el primer episodio: la icónica obra maestra de Edvard Munch, “El grito” (1983), se representa cuando el jugador 250 recibe un disparo durante el juego “Luz roja, luz verde”, salpicando su sangre la cara de otro jugador, que deja escapar una expresión de horror y un grito mientras se lleva las manos a la cara. Asimismo, otra curiosa similitud está relacionada con el séptimo capítulo, donde aparecen “los VIP”, o adinerados patrocinadores de otros países de los terribles juegos. Para ocultar sus identidades, cada uno porta una máscara dorada de diferentes tipos de animales. Y esto recuerda a la fiesta surrealista que en 1972 realizó la Baronesa Marie-Hélène, donde los invitados portaban máscaras y adornos con rasgos de animales diseñados y realizados por Salvador Dalí.
Con esto, y más allá del guiño que también se le realiza a “El hijo del hombre” de René Magritte cuando una de las jugadoras se lleva una manzana delante de la cara, si hay una clara influencia artística es la de Escher. La obra del artista neerlandés, conocida por sus grabados con figuras imposibles e ilusiones ópticas, se ve en casi todos los capítulos, pues son las escaleras que los jugadores deben subir para dirigirse a los juegos. Un escenario de escalones entremezclados y pasillos laberínticos, de disposición relacionada a la que pintaba Escher, hasta el punto de que el propio director de la serie, Hwang Dong-hyuk, reveló que, efectivamente, de ahí venía su inspiración.
Otra influencia inconfundible es la de la escena de la cena donde los tres últimos jugadores se dan un festín antes de la batalla final. Se sientan alrededor de una mesa peculiar por su forma triangular, y esta es bastante parecida a la que Judy Chicago realizó entre 1974-1979, aunque la de la serie consta de menos cubiertos. La instalación de la artista, ampliamente considerada como la primera obra de arte feminista época, simboliza a la mujer en la civilización occidental: con 39 cubiertos, rinde homenaje desde a Safo hasta a Virginia Woolf, pasando por Georgia O’Keeffe.
Asimismo, otras referencias artísticas más desapercibidas son las que se ven cuando el detective, interpretado por Hwang Jun-ho, busca pistas en el dormitorio de su hermano desaparecido. Se ven en la habitación monografías sobre el escritorio sobre artistas como Picasso, Van Gogh, Monet o Magritte. Una serie de guiños que confieren a la ficción de un carácter aún más especial e impresionante, así como revela el gusto de su director por lo artístico y un profundo estudio en los detalles de cada escena.