Un alcalde franquista y una férrea amistad: así nació el Museo Picasso de Barcelona
Un día como hoy de 1963 se inauguró el primer espacio del mundo dedicado al artista malagueño, que hoy posee una colección de 4.251 obras
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La admiración y cariño que se le tenía a Pablo Picasso fue más fuerte que cualquier discrepancia política. Por ello, en pleno franquismo, y a pesar de las diferencias del artista con el régimen, se pudo llevar a cabo un proyecto en su nombre. Aunque esto no quiere decir que fuese camino fácil. El Museo Picasso de Barcelona, que posee una colección de 4.251 obras del malagueño, se inauguró un día como hoy de 1963, y actualmente ocupa una superficie cinco veces mayor que entonces.
Se trataba del primer museo monográfico del mundo dedicado a Picasso, y se planteaba en plena dictadura, por lo que fue necesario todo un proceso diplomático, de relaciones públicas y de intervención política o familiar. No obstante, el Museo Picasso de Barcelona no habría sido posible de no ser por un gran amigo del pintor: su secretario, Jaume Sabartés. Entre ellos apenas se llevaban cuatro meses, y se conocieron cuando tenían 18 años, en 1899, en la “Escuela de Nobles Artes”, donde el padre del artista impartía clases de dibujo.
En 1901 sus caminos se separaron, pues el malagueño puso rumbo a Montmartre y Sabartés, quien no triunfó con su escritura, embarcó hacia América Latina. Hasta 1935, cuando recibió una carta de su amigo que le cambiaría la vida: Picasso, ya artista consagrado, le ofreció que fuese su secretario personal. Y fue entonces cuando comenzó la aventura para Sabartés, quien fue testigo y dueño de más de trescientos grabados, varios dibujos y pinturas, una escultura. Pero no siempre fue propietario, sino que, por consejo del propio Picasso, decidió donar esta colección a Barcelona.
Y fue ahí cuando el Museo Picasso comenzó a tomar forma. En 1960 Sabartés, y con consentimiento del pintor, propuso al Ayuntamiento de Barcelona la posibilidad de crear un museo exclusivamente dedicado a su obra. La petición fue aprobada, se contó con la colección privada del secretario y más tarde se adquirieron otras obras provenientes de la Colección Plandiura, así como otras donaciones realizadas por el artista.
Finalmente, el apoyo político hacia el museo se consiguió cuando se convenció al el que entonces era alcalde de la Ciudad Condal, Josep Maria Porcioles. Se le transmitieron las ventajas de albergar el primer museo del mundo dedicado a Picasso exclusivamente, por lo que finalmente apostó por el proyecto. No obstante, sus dudas no dejaron de aparecer, pues a pocos días de la inauguración decidió ordenar que no se debía mencionar al propio Picasso ni en las invitaciones ni en las notas de Prensa, pues había que impedir que el acto tomara tintes políticos.
Tampoco el artista acudió a la inauguración, aunque si supervisó el proyecto desde Francia. Una serie de medidas que había que asumir si se quería terminar un proyecto que antes parecía imposible: el de abrir un museo dedicado a un demostrado antifranquista en plena dictadura.