José Manuel Ballester, notario del matrimonio entre fotografía y ciencia
Él artista muestra en Madrid sus instantáneas de infraestructuras españolas por todo el mundo
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El José Manuel Ballester de 2019 emprendió un viaje que tenía la misión de certificar el matrimonio (bien avenido) entre arte y ciencia, o, dicho de otro modo, entre fotografía e ingeniería. Un proyecto heredero del que diez años antes ya había llevado a cabo el Premio Nacional de Fotografía (2010) y en el que ahora se repiten los mismos protagonistas: el artista y Ferrovial, la empresa «culpable» del encargo. El resultado de esta comunión es una exposición, Creación en movimiento, que ocupará la segunda planta del Espacio Fundación Telefónica hasta el 2 de octubre y que recoge las instantáneas que Ballester tomó durante su recorrido de más de 30.000 kilómetros.
El hilo conductor de la muestra son las intervenciones de la multinacional de continente en continente. Australia, Polonia, Francia, Reino Unido, España, Estados Unidos, Canadá, Colombia, Perú y Chile son los escenarios de los 50 proyectos documentados por el fotógrafo y también artista de vídeo, escultor, pintor, músico... y entre los que se recogen desde autopistas en Dallas, Toronto o Virginia a los aeropuertos de Londres y Glasgow; y puentes en Canadá o Eslovaquia, así como conjuntos históricos como la Plaza Mayor y el Palacio de Cristal, ambos de Madrid, y túneles bajo el Támesis y Los Andes. También el ITER, en Francia, un proyecto de fusión nuclear que reúne a ocho potencias (Rusia entre ellas) que pretende «cambiar el futuro del planeta», dice Ballester. Es la imagen de este centro la que abre la exposición junto la hidroeléctrica de Gouvâes y el Palacio de Cristal para dejar clara la intención de la muestra y de la empresa responsable: mostrar el músculo de las infraestructuras españolas que recorren el mundo y enseñar su compromiso con la naturaleza. «José Manuel siempre dice que del primer viaje al segundo ha comprobado cómo la ingeniería y la preocupación de Ferrovial en el medio ambiente cambió mucho», explicó ayer María de Corral, comisaria de la muestra junto a Lorena Martínez de Corral.
También habló el director de comunicación de la compañía, Francisco Polo, para remarcar esa evolución y, a su vez, señalar los tres pilares sobre los que se quiso levantar la exposición: «Debía estar sometida a unos puntos artísticos contrastados, que se mostrase qué es la tecnología y la innovación y, por último, la contribución de la empresa a la sociedad».
Pero el protagonista, Ballester, fue un paso más allá y habló de lo que le ha supuesto ese recorrido de decenas de miles de kilómetros en el que vio «las variedades de mundos muy diferentes y cómo está trazado el planeta a través de su actividad». Tras pasar por depuradoras de aguas y centrales de gestión de residuos, entre otros muchos, asegura que, «ahora, cuando enciendo la luz, entiendo todo ese entramado que hay detrás y quiero que el espectador valore ese despliegue tecnológico que existe en cada acto cotidiano».
«Retratar el espacio y el detalle a un tiempo, la perspectiva de lo inmenso y su meticuloso esqueleto, las extraordinarias trampas a las que los volúmenes someten al ojo humano, entraña una dificultad formidable que solo una mirada experta sabe sortear», explica Elvira Lindo en el catálogo de la muestra, donde también interviene un ilustre de la ingeniería, Norman Foster: «El acto de construir a lo largo del tiempo y su resultado tangible han de contemplarse como la punta del iceberg; los podemos ver y experimentar. Lo que no se pone de manifiesto, lo que queda bajo la superficie, es la combinación de diferentes disciplinas, la puesta en común de recursos, colaboraciones y trabajo en equipo».