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Arte

Norman Foster, sobre ruedas, en el Museo Guggenheim

El prestigioso arquitecto se convierte en comisario de bólidos históricos para “Motion: Autos, Art, Achitecture”, la impresionante exposición que el museo bilbaíno acoge hasta el próximo mes de septiembre

Norman Foster presentó "Motion: Autos Art Achitecture", en el Guggenheim de Bilbao - H.Bilbao / Europa Press
Norman Foster presentó "Motion: Autos Art Achitecture", en el Guggenheim de Bilbao - H.Bilbao / Europa PressH.BilbaoEuropa Press

Cuenta Norman Foster (Manchester, 1935), vehemente y convencido de la parábola, que no hay mejor símbolo en la lucha contra el cambio climático que la vuelta de los castores al río del Bronx, en la ciudad de Nueva York. El célebre arquitecto, responsable de edificios tan icónicos como el 30 St. Mary Axe de Londres o la Torre Cepsa en Madrid, visitó el miércoles Bilbao para presentar «Motion», joya de la corona en la celebración del 25 aniversario del Museo Guggenheim y una completa exposición en la que él mismo se ha encargado de reunir casi cuarenta coches de coleccionista que ayudan a entender el vehículo particular como forma de expresión artística. Según Foster, meridiano en su exposición, la recuperación de la naturaleza viva en zonas que creíamos extintas o impropias químicamente hablando, nos habla del «poder transformador de la arquitectura y el diseño», de su capacidad para cambiar el ADN de las ciudades y, en última instancia, también para comprender cómo el ordenamiento urbanístico es en realidad «la humanidad sobreviviendo a sus crisis». Sean ecológicas o pandémicas.

Norman Foster, comisario de "Motion" en el Museo Guggenheim de Bilbao - H.Bilbao / Europa Press
Norman Foster, comisario de "Motion" en el Museo Guggenheim de Bilbao - H.Bilbao / Europa PressH.BilbaoEuropa Press

«El diseño, si se estudia en profundidad, va más allá de las modas. Es una forma de utilidad y mejora en la calidad de vida de las personas. Ahí el coche se vuelve crucial para entender esa evolución, porque primero se concibió como útil, locomotor, luego como objeto artístico de expresión y más tarde acabó convertido en un problema, una dependencia que debemos solucionar en el futuro inmediato», explicó Foster ante un auditorio que rompió en aplausos pese al contexto formal de la presentación de la muestra. Así, y a la vera de una ría bilbaína que también se consideraba «insalubre» cuando la poderosa institución eligió la ciudad vasca para darle chapas titánicas de Frank Gehry a su proyecto y que ahora es uno de los pulmones verdes del norte, Foster explicó el porqué de la selección y de dónde viene su pasión por el motor, que le ha llevado a conducir aviones militares o coches de competición: «Son 40 porque no podían ser 50. Ni cien. Hay muy pocos espacios que nos permitan este lujo y por eso la exposición no tiene previsto viajar. Es un evento único y exclusivo, ya que muchos de estos coches no volverán a salir de sus garajes de coleccionista privado en años. Más allá del planteamiento en firme del museo y los comisarios, el origen de la exposición viene de mi trabajo con los coches de Fórmula 1 y esa intención de los equipos de alta competición de hacer sus bólidos con una huella de carbono neutra», matizó como comisario sobre una muestra organizada por su propia fundación y que apoyan Iberdrola y Volkswagen.

Artefactos culturales

Apabullante y disruptiva, por la belleza de los bólidos pero también por la disonancia visual que causa su presencia en un templo del arte contemporáneo, «Motion: Autos, Art, Architecture» se podrá visitar desde mañana hasta el 18 de septiembre y cuenta entre sus atractivos aciertos con la presencia de un Bugatti Type 35, el primer vehículo de competición que fabricó la mítica marca; un alocado modelo Dymaxion, el tipo de coche favorito de Foster, o un impresionante Cadillac Eldorado, visto en centenares de películas e igual de imponente en sus 5,6 metros de matrícula a matrícula. Sin dormirse en la belleza, las siete salas de la exposición son en realidad una contextualización específica de cada aspecto de los vehículos: desde su concepción proto-capitalista nacida en el «fordismo» hasta su abandono de los combustibles fósiles, pasando por su capacidad como eje desarrollista o la carrera contra las limitaciones de nuestro tiempo que ha supuesto el coche de alta competición. En esta última sala, además de los ahora extraños diseños de la General Motors para lograr coches aerodinámicos, nos encontramos casi por sorpresa y justificando cualquier visita con el Mercedes-AMG F1 de 2020 que llevó a Lewis Hamilton a proclamarse campeón del mundo de Fórmula 1 por séptima vez.

«Los coches son objetos bellos que coexisten con las obras de arte y la arquitectura. Son un artefacto cultural por derecho propio», se despidió Foster de la Prensa, muy activo a sus 87 años e invitando al público a ser parte de la propia muestra a través de actividades como el taller de arcilla con el que se cierra el recorrido y en el que artistas de Volkswagen vuelven a una técnica centenaria de modelado aerodinámico.

El Pegaso “incunable”
A pesar de las dificultades técnicas que implica su exposición, en la exposición de Bilbao destaca la presencia de un solo coche español: el Pegaso Z-102 Cúpula, de 1953 (en la imagen). Diseñado por un grupo de ingenieros jóvenes de la mítica compañía patria Enasa, célebre más tarde en la eficiente fabricación de camiones, solo se hizo un solo modelo de este vehículo. Amarillo eléctrico y transparente en su parte trasera, adelantándose a lo que luego sería el diseño más estándar de los 60, el «caballo alado» escondía un homenaje a su inspiración. En su mascota, el símbolo metalizado que cierra el capó como decoración, el pegaso levantaba sus patas delanteras al más puro estilo del «cavallino rampante» que hizo famoso Enzo Ferrari.