ArteSantander: hay vida más allá de Madrid
La feria de mayor importancia celebrada fuera de la capital acoge 42 galerías en su merecida 30 edición
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ArteSantander es la feria de arte española más importante que se celebra fuera de Madrid. En el Salón Bahía del Palacio de Exposiciones y Congresos de la capital cántabra, las 42 galerías en esta 30 edición exponen el proyecto específico que traen para la ocasión. Porque esa es una de las principales singularidades de esta feria: cada expositor apuesta por un artista, el cual se convierte en protagonista único de su stand. Esto hace del recorrido por la feria una experiencia sosegada, limpia de ruido, que permite apreciar matices y detenerse en la ingeniería discursiva de cada obra. De hecho, en este evento parece primar más el componente expositivo que el comercial, algo que no deja de reconocer su director, Juan Riancho, quien –algo lacónicamente– se lamenta de la estructura del mercado del arte en España. Para Riancho, hablar, de hecho, de «mercado del arte» fuera de Madrid, no deja de ser una «ficción». «Al final –comenta–, doce o quince galerías se irán contentas». O lo que es lo mismo: un 30 % o 40 % habrán cumplido sus objetivos.
Si se analiza esta cifra en el contexto del creciente centralismo que vive el mercado en España –no son pocas las galerías periféricas que, tras un cierto éxito local, deciden establecerse en la capital–, el resultado cabe ser valorado en términos de éxito. Que una ciudad de menos de 200.000 habitantes logre mantener viva, durante tres décadas, una feria como ArteSantander y que hasta un 40% de los participantes logren un buen volumen de ventas, supone cuanto menos una heroicidad.
Política y denuncia
Pero es que, además, las piezas y proyectos que se pueden contemplar en el Palacio de Exposiciones y Congresos son de una calidad notable. Dentro del ámbito del arte político y de denuncia, destacan las magníficas aportaciones de María Gimeno (Galería Caicoya, Oviedo) y de Fátima Conesa (Galería Ulf Larsson, Colonia). La primera, célebre por su reivindicativo trabajo «Queridas viejas», acude a ArteSantander con un proyecto que, bajo el título de «The Advantages of Being an Afghan Woman (today)» («Las ventajas de ser una mujer afgana (hoy)», examina irónicamente las 29 prohibiciones a las que tiene que enfrentarse una mujer en el Afganistán de los talibanes. Por su parte, Fátima Conesa filtra la contemplación de sus piezas a través de un sudario perforado por 44.764 agujeros, que representan al mismo número de refugiados fallecidos, entre 1993 y 2021, en el mar.
La pintura ofrece, igualmente, interesantes propuestas en esta 30 edición de Arte Santander. Josep Tornero muestra, en el stand de la madrileña Galería La Gran, una fascinante reflexión sobre las formas de ver del retrato mediante pinturas en blanco y negro que muestran rostros –de asesinos, víctimas del Holocausto, el mismo Duchamp como Rose Sélavy– distorsionados por barridos. La norteamericana Anne Buckwalter (Galería Rafael Pérez Hernando, Madrid) reflexiona, por su parte, sobre la identidad femenina por medio de una serie de escenas de interiores en apariencia naifs, pero en las que la ambigüedad narrativa y la intrusión de elementos desconcertantes trasladan al espectador un sentimiento de inquietud. Iguales de enigmáticas y de poéticas que siempre son las piezas presentadas por Gonzalo Sicre en la Galería My Name’s Lolita Art (Madrid). Sus interiores sombríos y silenciosos con «personajes-isla» cuyas miradas jamás se encuentran –a lo Mutean & Rosenblum– demuestran que la figuración española de los 90 posee una gran salud y vigor y está lejos de quedarse aislada por las nuevas formas de la pintura. Mención aparte merece el fabuloso proyecto presentado por Txuspo Poyo en la Galería Vanguardia, de Bilbao. El artista vasco comparece en ArteSantander con una instalación conformada por decenas de páginas de periódico cuyo elemento en común es que todas ellas reproducen obituarios de personajes célebres pertenecientes a diversos ámbitos. Cada uno de los retratos encargados de ilustrar tales obituarios son intervenidos y completados por Txuspo Poyo en un inteligente ejercicio de apropiacionismo que no deja indiferente a ningún espectador.
El recorrido por esta nueva edición no podía dejar fuera la colección de fotografías de flores de Juan Hidalgo que ha traído a la feria la Gelería Adora Calvo (Madrid). Filosofía zen y sexo convergen en estas imágenes que, en su cotidiana sencillez, no dejan de evocar sus fámosos «etcéteras». La huella de lo carnal se aprecia, de igual modo, en las esculturas que Susana Rocha exhibe en el stand de Nave (Lisboa): los pliegues duros y blandos que reproducen sus obras pretenden capturar los «dibujos» que el cuerpo traza sobre las sábanas de una cama.
La periferia existe. Contra viento y marea, esta feria posee el encanto y la finura de matices de un proyecto de cámara. Más allá del febrero madrileño –con ARCO y sus satélites–, la posibilidad de un proyecto de calidad y adecuado a la idiosincrasia de su entorno se hace patente en este evento, en el que, por mor de su mayor flexibilidad, los expositores cuidan más la calidad y coherencia. Si esta feria no existiera, habría que inventarla. Es más, sería oportuno que su modelo se multiplicara por el resto de España con el fin de ampliar la base del coleccionismo patrio.