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Arte
Carles García O'Dowd, el español que ha vencido a los elementos en el Burning Man
El mallorquín pone el broche final a su segunda estancia en el festival tras una edición en la que se vivió "la tormenta del siglo"

No había comenzado el festival y llegó «la tormenta del siglo», como la define Carles García O’Dowd (Palma, 1988). El artista atiende a LA RAZÓN «agotado». Ya se quemó el último templo del Burning Man, pero todavía queda el desmontaje de todo lo demás; entre ello, su pabellón, su cúpula, su domo.
Una instalación que el español ha mantenido en pie contra viento y marea. Principalmente, lo primero. «Fue una putada», resume de unas inclemencias que tampoco suenan raras por esos lares, por Black Rock City, en Nevada (Estados Unidos). El vendaval le impidió montar su «Madre eterna» al completo: «Faltó el fuego de la entrada porque tras la tormenta fue imposible conseguir bombonas de gas propano. Y luego mi tienda..., que salió volando y la tuvimos que recoger dos campamentos más allá». No es más que un pequeño lunar dentro de una experiencia que García O’Dowd califica de «brutal; es un sitio salvaje al que se va a no estar cómodo».
Los extremos del desierto y de Estados Unidos
Son las cosas del Burning, donde los extremos de calor (de día) y frío (de noche) son el pan nuestro de cada y donde el artista se ha reencontrado con «aquel mundo en el que crecí en los 2000», recuerda en mitad del desierto. «Eran centros sociales autogestionados que parecían microutopías». Todavía hoy sigue luchando contra la norma, igual que contra los elementos: «En lugares como Nueva York el dinero lo encorseta todo. "No dibujes cosas demasiado raras", me dicen, pero eso es imposible. Soy artista, no decorador».
Y el festival de Nevada tiene mucho de ese espíritu para este mallorquín: «Entras al bar, te sientas y te sirves tú mismo. Ni siquiera hay intercambios, son regalos sin esperar nada a cambio. Comidas, masajes, bebidas... Mi ofrenda ha sido el arte. Un lugar así demuestra que la vida es increíble y que la humanidad es fantástica si le pone ganas. Somos capaces de todo... siempre que no caigamos en la deriva económica y social de la actualidad», comenta a raíz de 'Cupola: Mater Aeterna', la instalación de gran formato que bebe del manga y que fusiona «ilustración, arquitectura y oralidad». García O’Dowd ha convertido un domo geodésico de once metros de diámetro en su hogar y ha convertido dicha sala en una experiencia inmersiva a gran escala que ha dado una nueva dimensión a sus figuras. «Intenté encontrar la armonía dentro del domo. He tenido que adaptar [en Oaxaca, México, donde ha trabajado todos los meses previos] dibujos que ya tenía. Pensé que sería fácil proyectar en 3D, pero al final ha sido una obra quirúrgica de rehacer y diseccionar».

En el centro de la obra destaca una mujer, una diosa, que nace inspirada en la Venus de Willendorf (esa figurita histórica, chata, pechugona y entrada en carnes). Es ella quien amamanta a decenas de personajes que extraen su leche, su sangre y su pelo. Todo lo necesario para construir una estructura superior que sirve de metáfora de nuestros días: «Es una constante abusiva en todo el planeta. La industria que lo quiere todo», asegura de un proyecto que nació tras la pandemia. «Como fan de la ciencia ficción puedo asegurar que todo termina volviéndose en real».
Bien lo sabe el creador afincado en Nueva York, que denuncia tanto el modo de vida de EE UU, donde «desciende la esperanza de vida pese a ser el país más rico del mundo», como la explotación turística de su tierra, Mallorca: «La gente ya no puede vivir en sus barrios porque la sociedad está completamente mercantilizada. Hasta hemos perdido el tren, ahora todo carreteras y coches que no tienen sitio para aparcar», explica un artista que, tras el Burning, ya mira a sus trabajos en Nueva York, Londres y su regreso a Palma por la Nit de l'Art, el 20 de septiembre.
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