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Patrimonio

Los guardianes del Patrimonio: cómo salvar del fuego una obra de arte

Durante los últimos cuatro años se ha desarrollado IPPHA, iniciativa que supone un cambio de paradigma en la extinción de incendios en espacios que albergan obras de arte y que solventa las carencias del marco normativo

«Las Meninas» podrían no existir. Podrían haberse quemado, al igual que el «Adán» de Durero o «Las tres gracias» de Rubens. Imagínense las majestuosas salas dedicadas a Velázquez en el Museo del Prado sin estar colgada su gran obra maestra. Podría haber cambiado la historia del arte. Afortunadamente, junto a las citadas, la pintura se salvó de un incendio histórico, una suerte que no corrieron otros lienzos que también hoy serían admirados con igual relevancia. Ocurrió en 1734, en el Real Alcázar de Madrid –palacio de la monarquía hispánica hasta el incendio–, durante una desastrosa Nochebuena. El servicio, celebrando la festividad, desatendió una chimenea donde podrían haberse originado las llamas. Se propagaron rápidamente, y, si bien se lograron salvar 1.000 obras de arte, otras 500 desaparecieron, como es el caso de «La expulsión de los moriscos», de Velázquez, y otros lienzos de Tiziano, Veronese, Rafael o Tintoretto. Un desastre patrimonial cuyo recuerdo hace crecer el mayor temor para un amante del arte: ¿y si un desastre acaba con nuestro patrimonio? No vivimos en el siglo XVIII ni tenemos su falta de infraestructuras, pero sí se vivió algo similar hace unos años.

El incendio de Notre Dame fue un antes y un después. Aquella aguja cayendo devorada por el fuego se convirtió en una estampa histórica inolvidable. Pero ante todo incitó a la reflexión: ¿qué protocolos existen ante un incendio de una obra? ¿Se deben cuidar las piezas histórico artísticas de una manera especial? ¿Estamos preparados para eso? Hay un grupo de personas que, además de preguntárselo, se pusieron manos a la obra y, después de cuatro años investigando y desarrollando protocolos, España puede contar con sus propios guardianes del Patrimonio.

El Instrumento de Protección de Patrimonio Histórico Artístico (IPPHA) supone un cambio de paradigma en la extinción de incendios estructurales. Liderado junto a Rubén Serrano, Mario Barbero explica a este diario que «no somos bomberos profesionales, sino que tenemos un equipo de carácter multidisciplinar». Catorce personas, entre ellas doctores en arquitectura, expertos en patrimonio nacional, en historia del arte, en químicas o ciencias, han unido fuerzas para solventar «una serie de carencias en nuestro Patrimonio desde el punto de vista operativo», apunta Barbero, bombero especialista de la Comunidad de Madrid licenciado en Historia del Arte y con especialización en Patrimonio e Investigación. Cuando ardió la catedral parisina «nos dimos cuenta de que estábamos con una mano delante y otra detrás», recuerda, «nos pusimos a investigar qué productos o protocolos utilizaríamos, por ejemplo, en una ciudad como Toledo, que tiene tres culturas monoteístas».

Imagen facilitada por IPPHA de uno de los ensayos del proyectoLa Razón

Fue así cómo comprobaron que según lo establecido hasta entonces tendrían que abordar estos desastres «igual que si extinguiésemos un incendio de una vivienda o una nave industrial. Entonces necesitábamos crear unos agentes extintores que estuviesen a la altura de espacios con tan alta sensibilidad».

«Hay que hacer un cambio normativo», urge Barbero, «pues lo que se receta a día de hoy es paracetamol para todos los dolores y empeora la solución». Son los extintores que acostumbramos a ver al entrar en un restaurante, una oficina o una iglesia románica: los de polvo químico seco. «Es un fosfato de amonio que, cuando lo impulsas, te crea una nube de color azulado que extingue el oxígeno por desplazamiento. No es un remedio que esté mal, pero para el arte es letal», asegura el experto. A partir de las investigaciones realizadas durante los últimos años, desde el equipo de IPPHA, que han probado doce tipos de extintores, «los peores son los de agua y los de polvo químico seco. Los restauradores tienen problemas terroríficos por estas técnicas, y no hablemos de cuando lo afectado son tapices». ¿Cuál debe ser, por tanto, la nueva norma?

Control del fuego

Cabe destacar, primero, que en España existen casi 23.000 bienes de interés cultural. No hace falta mucho más para hacerse una idea que mirar a nuestro alrededor. En las ciudades, pueblos, carreteras y campos del país se extienden innumerables iglesias y edificios históricos, todos ellos cargados de pinturas, esculturas y obras de arte, cada una con sus singularidades dependientes de su material o de la época en la que fueron creadas. Es por tanto un complejo trabajo el de atender a las necesidades de cada pieza, pero igualmente necesario. «No le puedes aplicar la misma receta a un fresco que a un retablo románico o barroco, o a una pintura del XVI que a una del XVIII. Imagina un desastre en plena Semana Santa en Andalucía. Cada cosa tiene un grado de exposición al fuego», explica Barbero. Una vez lo conocen, trabajan y distinguen estas peculiaridades, desarrollaron para el peor de los casos, que es afectación directa por fuego, el IPPHA Termical y el IPPHA Encapsulate, «ambos con una capacidad extintora brutal y que no dejan residuos en la obra de arte, lo que facilita el trabajo posterior de los restauradores».

Cuánto habrían cambiado las cosas de haber existido estas iniciativas en aquel aciago 1734. Pero así funciona la evolución tecnológica, y lo que presentan desde el equipo de Barbero son agentes extintores dignos del siglo XXI. «Hemos investigado mucho para ambas técnicas», asegura. Por un lado, para entender cómo funciona el IPPHA Encapsulate, imaginemos una iglesia gótica cuya cubierta está comenzando a arder. Con este agente extintor «lo que haríamos sería decidir la zona de sacrificio, es decir, a partir de dónde ya no va a pasar el fuego. Aplicado, el extintor realiza una barrera donde el fuego muere, encapsula el incendio y te da la seguridad de que de esa área no va a salir», apunta. Por su parte, el IPPHA Termical «tiene una efectividad tremenda. Si aplicas dos o tres pulsaciones sobre un retablo o una escultura es capaz de rebajar entre 50 y 100 grados cada treinta segundos. Tiene una efectividad enorme, y además es limpio, por lo que los restauradores no reciben un daño añadido al que hayan generado las llamas». Han diseñado, por tanto, un protocolo de intervención de gran efectividad, de primer nivel y magnitud, y que además son inocuos para las obras de arte, lo que significa que, a la vez que se cierra el círculo de años de trabajo, se abre la posibilidad de avanzar con pasos agigantados hacia la protección de nuestro patrimonio histórico artístico.

Explicación de una extinción aséptica (IPPHA Termical) en obra pictórica y retablosLa Razón

Asimismo, la gran atención no se debe ya enfocar a obras como «Las Meninas». Estas se encuentran a muy buen recaudo al ubicarse en museos. Las grandes pinacotecas españolas, de la talla del Prado o el Thyssen-Bornemisza, asegura Barbero, «no corren peligro, porque ellos sí poseen la capacidad de tener agentes extintores de la rama de los que se necesitan». Nunca se van a quemar las Pinturas Negras de Goya ni el «Guernica». Aquí el problema reside «en las iglesias románicas del siglo XII de Segovia, en las catedrales de las ciudades o en las obras de pintores que se reparten por los pueblos», apunta Barbero. Es decir, son los palacios, las mezquitas, las bibliotecas o las sinagogas que se extienden por nuestra geografía las que deben contar con estas herramientas. Y en ello continúan Barbero y compañía trabajando. «Hemos investigado esculturas de madera, arquitecturas, techumbres... nos queda la cuestión del textil y alguna cosa más», explica. Poco a poco, por tanto, y paso a paso, se llegará a una tranquilidad tan sólo establecida gracias al trabajo de estos ignífugos y artísticos ángeles de la guarda.

De la teoría a la delicada práctica

Para hacer realidad estos protocolos es crucial informar a los bomberos y cuerpos de seguridad. En este sentido, Seganosa, la empresa probablemente más potente a nivel europeo encargada de la formación para emergencia de todos los cuerpos profesionales, rápidamente se interesó por el IPPHA y ha contribuido en ese sentido. De su mano han desarrollado todo el I+D+I relativo a la investigación, así como han contado con el apoyo de la Universidad Politécnica y la Complutense de Madrid, que también se interesaron en el carácter científico e investigador del proyecto. Así, informan sobre cómo manipular obras de arte, y en Vigo «ya hemos hecho varias ediciones de un curso a nivel nacional e internacional en el que trabajan para ver de qué forma actuar ante un incendio en espacios que albergan obras de arte», explica Barbero. Así como se ha materializado un máster universitario para el próximo año «destinado a los profesionales expertos en estos espacios», apunta.