Cristianismo

Boualem Sansal: «en mi libro me he inventado un Corán para no ser condenado por blasfemo»

Este argelino es una de las voces más interesantes de la literatura actual francesa. El autor acaba de publicar «2084. El fin del mundo», una controvertida obra por su crítica a los totalitarismos religiosos.

Un miembro del EI sujeta la bandera mientras derriba una cruz en Mosul
Un miembro del EI sujeta la bandera mientras derriba una cruz en Mosullarazon

Este argelino es una de las voces más interesantes de la literatura actual francesa. El autor acaba de publicar «2084. El fin del mundo», una controvertida obra por su crítica a los totalitarismos religiosos.

Con un título que hace inevitable pensar en Orwell, el escritor argelino Boualem Sansal propone una fábula inquietante y curiosa en «2084. El fin del mundo», publicada por Seix Barral y con el reconocimiento de la crítica y los lectores franceses a sus espaldas, entre ellos el de un paladar literario tan exigente como el de Michel Houellebecq. Nos encontramos en Abistan, un imperio que se rige por un régimen totalitario con ecos de fundamentalismo religioso. Ficción que puede ser realidad o una realidad que nos gustaría que fuera ficción, Samsal invita a pensar sobre el momento que estamos viviendo, con los radicales islamistas apuntando hacia el infiel Occidente. El autor estuvo ayer en Barcelona para presentar su obra y habló con este diario sobre todo lo que rodea a «2084».

–¿Se puede leer su novela como una crítica del fundamentalismo religioso?

–El totalitarismo, ya sea religioso o político, siempre es el mismo. Hablamos de un sistema político que pone en marcha una fórmula como la que obliga a que un niño se tome un jarabe, cuando se le obliga a abrir la boca. Con dos elementos, dos personajes de una fuerza arrasadora, como son dios y el profeta. No hablamos de líderes políticos, de un gran hermano con el que se pueda dialogar. Ninguna dictadura política puede equipararse a la religiosa porque no hay otra fuerza que no sea la fe, lo que es incontestable.

–En la nota introducción del libro advierte al lector que esté tranquilo, que todo es absolutamente falso y lo demás está controlado. ¿Realmente todo está controlado?

–Sí, sí. No es algo que diga irónicamente. Detrás de estas ideologías, ya sean religiosas o políticas, hay organizaciones completas, perfectamente estructuradas y con un funcionamiento muy preciso. Efectivamente, todo está controlado. Esto no es como el stalinismo que no está muy perfeccionado porque se comprimió entre cincuenta o cien años. Hablamos de siglos, de catorce siglos detrás de este tipo de sistemas. Han trabajado mucho, gobernado durante siglos y se han enfrentado a quien hiciera falta.

–¿Cree que las dictaduras religiosas han sufrido un proceso de retroalimentación?

–Son las tres religiones de Abraham y el núcleo es común. Se prestan mutuamente elementos. Por ejemplo, hay mucho de judaísmo en el cristianismo. En el fondo es la misma religión.

–¿El sistema de control a la población, bajo su punto de vista, es común en todas estas dictaduras religiosas?

–De alguna manera el cristianismo ha tenido un agente transformador que ha sido la modernidad. Es decir, 3.000 años de judaísmo habían confluido en una religión muy arcaica, pero ha tenido como un barniz modernizador que la ha cambiado. El Islam, por su parte, sigue atado a lo arcaico, incluso en sus formas. Si se piensa bien, por ejemplo, en las ejecuciones, cuando se castiga por un pecado en los países musulmanes, la pena de muerte adopta una forma que es todo menos moderna. Si fuera más americano, como la silla eléctrica... Pero es que les siguen cortando la cabeza. Mantienen los modos arcaicos.

–¿Y por qué mantienen esos métodos tan antiguos para quitar la vida?

–Pues porque, a diferencia de otras religiones, se entiende que el libro de los musulmanes está escrito por Dios y tú no puedes cambiarle ni una línea. Por eso si la pena por robar es cortar una mano, pues se corta la mano. No puedes hacer una versión siglo XXI de la palabra de Dios, según ellos.

–Lo que sí resulta bastante moderna es su manera de divulgar los castigos, ya sea con vídeos en alta definición o usando las redes sociales. Sabemos de sus crímenes gracias al uso que hacen de internet, su divulgación del terror.

–Como todas las religiones se da un paso para adelante y dos para atrás. Cuestionan la novedad en relación a la tradición y a el corán. Para los musulmanes la televisión y el cine no están bien: son diabólicos porque solamente Dios tiene derecho a crear vida. En cambio, de internet el corán no dice nada para que esté prohibido. De la misma manera, el corán habla de que los que reniegan de su religión serán degollados, y así hay que hacerlo.

–En el cristianismo, hay un Papa que es el máximo representante de Dios en la Tierra, partiendo de él una jerarquía muy concreta. Con el islamismo no sucede eso sino que hay un imán que interpreta en cada pueblo o ciudad.

–Es que no hay un Islam único sino decenas. En el momento en el que el profeta muere, surgen muchas divisiones. Hay numerosas fracturas. De hecho hay guerras internas porque no existe algo parecido a un Vaticano que pueda unir, que sea el juez último al que enviar las preguntas o las protestas para que juzgue. Las derivas, además, son distintas. Esto significa un problema muy grande con dimensiones mundiales.

–Pero, ¿el Islam no aspira a crear una única estructura?

–Sí, a eso es a lo que aspiran y es lo que ha hecho que se desaten todos los últimos acontecimientos. Pero los saudíes, por ejemplo, son los que dicen que descienden del profeta y, por tanto, los que tienen que ostentar la máxima autoridad. Los árabes, con los estadounidenses ayudándolos. porque quieren un único Islam. Los persas, los suníes, los chiíes, todos dicen que «el Islam soy yo», que son los más auténticos, el verdadero o el genuino. Los otomanos y los turcos recuerdan que el último califa era otomano y que, por tanto, «el Islam soy yo», que es lo que dice Erdogan. Hay un nuevo Islam que se puede sumar a la ecuación que es el de Occidente o el que tiene lugar en Occidente. Está naciendo aquí y que la percepción es que le tenemos miedo, pero a la vez es tan importante porque ¿se imagina lo que sería un Islam de Europa? ¿Una Europa judeocristiana que quisiera gobernar el Islam? Y si no, mire el discurso de Angela Merkel: un bienvenidos seais. Si adoptan el Islam, el siguiente califa podría ser europeo. Por eso, igual Merkel deja de ser canciller y se convierte en la nueva califa.

–Es que la tentación es muy grande.

–Sí, así es. Por eso se está haciendo cada vez más hueco esa frase de que Europa no es judeocristiana sino musulmana. Todo esto es la misma guerra, el mismo tipo de batalla que tuvo lugar en la Edad Media. Las guerras de religión ahora tienen lugar en Europa.

–El hecho de denunciar toda esta situación, ¿no le hace pensar que puede convertirse en un objetivo? ¿Qué pueda repetirse lo que sucedió con Salman Rusdhie?

–No, no lo creo. Llevo mucho tiempo discutiendo todo esto en público, aunque tal vez no lo he hecho entre el público más llano. Son antiguas discusiones que ya empezaron cuando el comunismo quiso ser la única religión sobre el mundo. Reconfigurar el mundo a través de la religión está en la agenda de los gobiernos.

–¿Rechaza la blasfemia?

–La blasfemia lleva aparejada la pena de muerte, que es lo que le sucedió a Rusdhie en «Los versos satánicos», donde extrapoló punto por punto lo que era «El Corán». Yo he evitado todo esto de manera consciente. No hablo de Alá en la novela y he cambiado lo suficiente para no ser condenado por blasfemia. Me he inventado un Corán que no lo es, aunque se sugiere.

–Pero el Abistan de su novela podría ser comparado con Estado Islámico.

–Sí, la comparación es palpable y está ahí. No le negaré que el parecido resulta totalmente evidente.