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Crítica de clásica

Buen y gozoso arranque de la Escuela Superior de Música Reina Sofía

Dirigida por Péter Csaba, la inauguración del curso académico 2023/2024 se produjo con un concierto homenaje al centenario del nacimiento de Alicia de Larrocha

La Orquesta Sinfónica Freixenet de la Escuela Superior de Música Reina Sofía regresa al Auditorio Nacional
La Orquesta Sinfónica Freixenet de la Escuela Superior de Música Reina Sofía regresa al Auditorio NacionalArchivo

Obras: Mozart, Strauss y Beethoven. Orquesta de Cámara de Lausanne. Solista y director: Renaud Capuçon. Ibermúsica serie Arriaga. Madrid, 15-XI-2023.

La Orquesta Sinfónica Freixenet es uno de los lujos y logros de este centro de enseñanzas musicales. Se va alimentando año a año con los alumnos más destacados. Y se nota porque se ve en ellos una entrega, una calidad y una disposición magníficas. Si a ello unimos el conocimiento, la experiencia y el “savoir faire” de su director, el rumano Péter Csaba, tan ligado a la Escuela, que no es ningún jovencito pues ha cumplido ya los 70, la ecuación se resuelve fácilmente. Y eso que el maestro no anda ligero de peso y denota a veces, como es lógico, cierta fatiga. El caso es que eso no fue óbice para que mostrara una agilidad y una gestualidad sorprendentes; en un repertorio además nada fácil ni nada descansado. La sesión comenzó con una compacta -a veces demasiado- “Obertura para un Festival Académico” de Brahms, que sonó brillante y decidida, animada y ligera de tempo. Las cuatro secciones estuvieron suficientemente contrastadas y bien hiladas y la coda fue muy saludablemente coronada a pesar de la borrosidad general y a algún que otro traspiés de los metales.

Nos recreamos luego con la maravillosa música del “Concierto nº 23 en La mayor K 488” de Mozart y nos elevamos con el espirituoso y cálido segundo tema del “Adagio”, estupendamente cantado, con una digitación límpida sin ningún tipo de acaramelamiento, por la gentil Marta Zabaleta, que ya desde su primera entrada mostró su sensibilidad y su fresco fraseo. Muy pequeñas motas se pueden poner a su actuación más allá de la claridad no fuera siempre absoluta y el sonido no tuviera, quizá, la tersura ideal. Acompañamiento muy cuidado y colaborador, con muy buena actuación de los vientos, en especial el clarinete; no estamos seguros si “de bassetto”. Las dos trompas eran desde luego naturales. Lástima que Zabaleta, para agradecer los aplausos se sentara ante el piano para tocar la “Danza del fuego” del “Amor brujo” de Falla. El encanto, la magia quedaron rotos. Cualquier cosa o cosita de Mozart habría sido más lógica.

Nos levantó el ánimo después del descanso una briosa, idiomática, bien acentuada y contrastada, diseñada con mucho conocimiento y sentido del color, de la especial tímbrica y de los ritmos de origen magyar del “Concierto para orquesta” de Béla Bartók, que Csaba se conoce como la palma de su mano. Ya la Introducción, lóbrega, oscura, misteriosa, en pianísimo, nos empezó a dar la pauta. Muy bien acentuado el ritmo del travieso “Juego de las parejas”, de extraño aire burlón, y seca y concisa, concentrada la “Elegía”, con junas magníficas frases de las violas. El flautín remató con su último suspiro.

“Allegretto” bien administrado y con sus toques dramáticos el “Intermezzo interrotto”. Pieza contradictoria con su falso aire de allegretto, bien marcado aquí. La baraúnda que gobierna el “Finale”, un endiablado “Presto”, fue bien diseccionada con apenas irregularidades, más allá de ciertos y leves errores de planificación. Pero la mano de Csaba, muy ágil y movedizo, con gestos un poco a empellones pero claro y más preciso de lo que podría parecer, imantó a los jóvenes instrumentistas, que tocaron con arrojo, empeño y entusiasmo. No había una propina prevista, cosa rara, y se repitió el final de Bartók. Gran éxito, con la presidenta de la Escuela, Paloma O’Shea, aplaudiendo la primera. Esupendas y concisas notas al programa de Irene Bernabéu.