Historia
Cervantes, una biografía sin fantasías y contrastada a través de documentos
El historiador Alfredo Alvar saca una revolucionaria semblanza del escritor que incluye todos los documentos que existen sobre él
El reciente estreno de la película de Alejandro Amenábar, «El cautivo», ha actualizado los cinco años que Miguel de Cervantes, apresado por piratas berberiscos en 1575 a su regreso de la batalla de Lepanto, pasó en las mazmorras de Argel a la espera de ser liberado con el pago del acostumbrado rescate. Esa reclusión ha suscitado todo tipo de hipótesis, sin obviar supuestas relaciones homosexuales; unas vivencias que darían lugar a su comedia de enredo, con tonos melodramáticos, «Los baños de Argel». Cabe pensar con fundamento que tras esa experiencia el autor de «El Quijote» no sería el mismo a su regreso a España; de ahí la importancia de esta incidencia biográfica. Más allá de la misma, la vida de Cervantes ha sido profusamente estudiada; sería el erudito ilustrado Gregorio Mayans y Siscar, el primero en biografiarlo en 1737, abriendo paso a la labor de escritores, historiadores y filólogos como, entre otros, Sebastián Juan Arbó, Jean Canavaggio, Jordi Gracia, Santiago Muñoz Machado o Krzysztof Sliwa. El rigor de estos autores contrasta con cierta mixtificación que ha sufrido la figura cervantina; basta pensar en la algo novelesca «Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra», de Luis Astrana Marín. Mucho se conoce de nuestro genial novelista, pero también abundan las zonas oscuras, equívocas o desnortadas de su biografía. Incertidumbres e hipótesis que acaso confluyan simbólicamente en su retrato apócrifo, que preside el salón de actos de la RAE.
Verdad documental
Con la intención de aclarar confusas ambigüedades, sospechosas interpretaciones y claros errores, el historiador Alfredo Alvar (Granada, 1960), autor de «El duque de Lerma», «Felipe IV. El grande», «Un maestro en tiempos de Felipe II» y «Los Austrias», publica ahora «Cervantes», una rigurosa biografía cuya metodología anida en su expresivo subtítulo: «La verdad del hombre a través de sus documentos»; es decir, el autor lo que hace es diseccionar la vida cervantina a través de la documentación que se conserva o incluso de aquella que, no habiéndose encontrado o no habiendo existido jamás, pretendía acreditar sucesos e incidencias de esa vida.
En el prólogo aclara el biógrafo que él no es un filólogo, y que su mirada es la del historiador que, basándose exclusivamente en un fondo documental, con datos y registros comprobados, pretende –y consigue– establecer la verdad de hechos indudables. En páginas preliminares se avanzan sugestivas propuestas: en la época hubo más de un Miguel de Cervantes, con lo que el cruce de identidades podía llevar a inevitables confusiones; no abandonó nunca a su esposa, en la que tenía plena confianza; es falsa su constante penuria económica, porque vivió épocas de acomodada condición social; testó, sin duda, aunque no se hayan encontrado esas últimas voluntades.
«¿Tuvo dos horas de tranquilidad en esta vida?», se pregunta el autor con ironía
Estos referentes iniciales, brevemente enunciados, espolean a una lectura apasionante; el tono desenfadado, y hasta jocoso, de estas primeras páginas se transformará posteriormente en un riguroso y documentado corpus, que ilumina minuciosamente las más conocidas –y no pocas desconocidas– circunstancias de la vida y la obra del novelista. Resulta claro el objetivo de esta biografía: «Voy a sacar a Cervantes de sus libros, del papel y la tinta impresa, y me quiero sumergir con él en el otro papel y en la otra tinta, en el papel y la tinta de los documentos de archivo, haciendo con él el viaje de sus vidas».
Controversias
La intencionada controversia sobre el lugar de nacimiento de nuestro novelista se resuelve con escrupuloso rigor documental: vio la luz en Alcalá de Henares en 1547, «tiempos de ortodoxia, heterodoxia y... erasmismo», se precisa con todo acierto, adelantando un dato clave en la estética –y la ética– cervantina: la decisiva influencia de Erasmo de Rotterdam. El tan aireado asunto de la cuchillada que Cervantes propinara a un tal Antonio de Segura, quien resulta malherido, se desmiente totalmente; en todo caso se trataría de otro Miguel de Cervantes; el que aquí nos ocupa estaba al servicio entonces del jovencísimo cardenal Aquaviva en Roma; un puesto de confianza incompatible con aquella pendencia.
Especial atención merece la experiencia militar de Cervantes, claramente implicado este con los deberes de su condición. Lo prueban tres referentes documentales: sus textos literarios, como el potente discurso de las armas y las letras en el Quijote; localización exacta de las unidades militares en las que sirvió; y las informaciones aportadas por diferentes testigos, y que se detallan minuciosamente.
La semblanza, que conjuga rigor y amenidad, aspira a borrar elucubraciones
Destaca aquí todo lo relacionado con la batalla de Lepanto en el contexto del dominio cristiano del Mediterráneo, su cautiverio y las vicisitudes del pago del rescate. Se aportan varios testimonios de su entregada participación en «la más alta ocasión que vieron los siglos», y que habían de servir como aval para su liberación; en boca de un compañero de milicia: «Y así vio este testigo que peleó como valiente soldado con los dichos turcos en la dicha batalla en el lugar del esquife, como su capitán lo mandó y le dio orden con otros soldados; y acabada la batalla, como el señor don Juan (de Austria) supo y entendió cuán bien lo había hecho y peleado el dicho Miguel de Cervantes, le acrecentó y le dio cuatro ducados más de su paga».
En «El Quijote» se alude a la vida en estas prisiones de Argel –baños– a través del «relato del cautivo»: «Y, aunque la hambre y desnudez pudiera fatigarnos a veces, y aun casi siempre, ninguna cosa nos fatigaba tanto como oír y ver, a cada paso, las jamás vistas ni oídas crueldades que mi amo usaba con los cristianos. (...) Solo libró bien con él un soldado español, llamado tal de Saavedra». Con las reservas del caso, cabe pensar que Cervantes gozaría de un trato algo más benigno que el dispensado a los cautivos en general.
Una madre coraje
Curioso protagonismo el de la madre de Miguel –y de su hermano Rodrigo, que también estaba cautivo–, ultimando incansablemente los detalles del rescate y su resolución económica, de la que se da aquí detallada cuenta. Toda una madre coraje esta Leonor de Cortinas insistiendo en sus ruegos y gestiones ante altas instancias administrativas, recabando dinero, buscando influencias e inspirando piedad, llegando así a declararse viuda sin serlo. Resulta fascinante el proceso de impresión de «El Quijote», al detallarse los procedimientos de publicación de libros en la Castilla de principios del siglo XVII, que debían obtener el incontestable «privilegio de impresión».
Con igual perseverancia erudita se rastrea el periplo burocrático de las primeras ediciones de las obras de Cervantes, una laberíntica jungla de expedientes y memoriales. En la cumbre del éxito provocado por «El Quijote», complacido nuestro novelista con tan merecido reconocimiento, aparece apuñalado en la puerta de su casa, muriendo posteriormente, el caballero navarro Gaspar de Azpeleta, al parecer por un asunto de faldas no ajeno a cuestiones económicas: «El proceso de Ezpeleta sirve para volver a centrar el foco de atención en una de las claves del vivir de Cervantes: además de escribir siempre estuvo vinculado a la vida de los negocios, como testaferro, ser oscuro, a la sombra de otros».
Se verá imputado en este suceso y, con todo acierto, se pregunta el biógrafo: «¿Tuvo dos horas de tranquilidad en esta vida Miguel de Cervantes?». Numerosos documentos perfilan aquí otro Cervantes, cuya vida y obra encuentra la inapelable demostración documental de lo sucedido. Una biografía de impresionante rigor y no poca amenidad, que tiene un claro objetivo sobradamente conseguido: «Mi propósito ha sido el de eliminar todas las elucubraciones, fantasías y suposiciones tan al uso en los escritos cervantinos. Llevado al extremo, lo que esté en los documentos fue, y de lo demás no tengo noticia y, por ende, no fue»; para acabar precisando: «Hay tantos Cervantes cuantos lectores de Cervantes haya habido. Pero lo que es inamovible son los hechos históricos o personales que he recogido en este corpus». Imprescindible este fascinante volumen en la ya abultada bibliografía sobre el insigne autor de «El Quijote».