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Libros
Champán, juego, excesos... La vida sin tristezas y a todo gas de Françoise Sagan
Una biografía indaga en la vida de la autora de «Buenos días, tristeza», la obra con la que conquistó la literatura con 18 años

Aparentemente se podría pensar que «Buenos días, tristeza» es un libro ligero, de esos que se llevan a la piscina o a la playa en estos días. Sin embargo, nos encontramos ante uno que causó un gran impacto en la literatura cuando en 1954 se convirtió en la carta de presentación de una joven y desconocida escritora que respondía al nombre de Françoise Quoirez, un apellido que cambió a la manera de alias por el de Sagan en homenaje a sus queridos Stendhal y Marcel Proust. Mucho se ha escrito sobre la autora que lo tuvo todo, sobre aquella que era la carta de presentación del glamur de Saint-Tropez, de vivir rápido y ser un mito que todos querían imitar, pero que vio cómo todo se iba apagando poco a poco al no lograr repetir aquel primer éxito y escándalo. Sin embargo, Superflua Editorial propone una revisión de la biografía de la escritora de la mano de Marie-Domenique Leliève, quien, a la manera de un gran reportaje periodístico, arroja nueva y desmitificadora luz sobre quien ha sido dibujada con trazos de leyenda. «Françoise Sagan. A toda velocidad» no es solamente una gran investigación, sino que aporta materiales útiles para poder entender las andanzas de la narradora y el tiempo que le tocó vivir.
La investigación de Leliève se beneficia de numerosos testimonios. Uno de los más interesantes es el de Florence, casi una hermana para Sagan e hija de André Malraux, el gran intelectual y ministro de cultural gaullista. Gracias a ella podemos saber sobre el origen de una escritora que antes de enfrentarse a la hoja en blanco por primera vez lo había leído absolutamente todo «de Stendhal y también de Flaubert, Faulkner, Hemingway, Camus, Fitzgerald, un poco de Malraux. Estaba colonizada por la literatura», asegura la amiga que rivalizaba con Françoise en erudición y en citas literarias. Un día entregó un manuscrito a Florence. Lo había redactado en únicamente seis semanas para pasarlo ella misma después a máquina usando solo un dedo. Era agosto de 1953 y la amiga lo leyó de un tirón. A las dos de la madrugada hizo la llamada decisiva a Françoise: «Está todo bien. Eres una escritora».
Gracias al libro podemos conocer las andanzas de «Buenos días, tristeza» por el mundo, desde su peculiar editor René Juilliard a los celos de Marlene Dietrich ante la aparición de Sagan como estrella mediática que aparecía en las páginas de «Paris Match» y «Life». Pero es que Sagan, como subraya su biógrafa, era la personificación de la modernidad, una hija de la guerra que quería vivirlo todo, entre fiestas con champán, piscinas en Saint-Tropez y Normandía, coches descapotables de gran velocidad –especialmente Aston Martin– y dinero, mucho dinero, en efectivo para poder tentar a la suerte en los casinos. Ella mismo lo definió mejor que nadie cuando apuntó que «el exceso es un gusto o un sentido. Te acompaña en la vida, es lo que hace maravillosa la existencia, que siempre ofrece nuevos excesos que acometer».
Las cosas cambiaron radicalmente para Françoise cuando protagonizó un accidente que casi la mata. Fue el 13 de abril de 1957 cuando, a bordo de un Aston Martin, se dirigía a toda pastilla al molino que había alquilado para escribir su tercera novela. Para muchos medios aquello fue, como apunta la biógrafa, casi un rito de paso a la edad adulta. «Le Monde» incluso llegó a comparar todo aquello con la reciente muerte de James Dean seis meses antes, también a toda velocidad. Sagan había desafiado a su propia desaparición física con éxito. Sin embargo, las cosas no salieron bien. El mito fue convirtiéndose en un recuerdo, en una plegaria no atendida hasta una caída en los infiernos fiscales. Sus problemas con la hacienda francesa acabaron por convertir a Sagan en alguien que dependía de la buena y generosa voluntad de los otros. Cuando murió no tenía un céntimo. Todo esto queda reflejado en un libro apasionante, en un gran ejercicio de periodismo imprescindible para conocer a Sagan.
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