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Netflix: lo que pasa es que ya no interesa (tanto) lo que programas

El batacazo bursátil del miércoles ponía una corona funeraria en la tarta de resultados de la plataforma y corrieron los analistas a explicar por qué

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El batacazo bursátil del miércoles ponía una corona funeraria en la tarta de resultados de Netflix y corriendo fueron todos los analistas que en el mundo caben a explicar por qué con una caída de 200.000 suscriptores sobre un censo de 220 millones las acciones se habían desplomado. Las respuestas son múltiples y, como se dice ahora, incluso cuando no viene a cuento, transversales. De acuerdo, tenemos guerra rusa, la pandemia ha terminado (de momento) y la competencia cada día es mayor (y en algunos casos, mejor). Disney no va a dejar que le cacen el ratón tan fácilmente. Ni Amazon, ni Apple, ni HBO. La explicación de la propia Netflix es echarse un montón de excremento encima: la culpa la tienen las claves que comparten los usuarios. ¿Pero no fue la propia Netflix la que permitió que esas claves se compartieran para llegar al mundo todo y hacerse con todo el mercado? Ah, la vida. Lo que un día fue bueno, luego se hincha y explota. Nos pasa a todos con la tripa. De la tableta a la barriga pasan unas pocas horas de zapping.
Pero yo venía aquí a hablar de mi libro y, como ahora no tengo, voy a hablar de mí. Tal vez los de Netflix podrían mirarse también el ombligo y en vez de ver la N lustrosa sacarse alguna pelusilla. Por ejemplo. Empezar a preguntarse por qué cada vez nos gusta menos Netflix. Hubo un tiempo, antes de la última glaciación, en el que estaba deseando llegar a casa y pegarme un maratón de una serie que era más buena que la anterior, en el que los fines de semana se pasaban con palomitas y Coca Cola en casa, y los amigos venían a ver qué misterio escondía la televisión a la carta. Pero el resto del mundo también se mueve (aunque desde vuestra atalaya os parezca imposible) y la competencia creó unas series que superaron a las de Netflix. Y resulta que puedo permitirme pagar un par de plataformas, pero no siete.
Así que un día, al fin, la ardilla alcanza la nuez y se va a otra pantalla. Sí, celebro haber visto «El poder del perro» en casa y a los pocos días de estrenarla. Celebro que sea tan buena. Queríais que el cine fuera igual a Netflix. Doblegar a Scorsese. Os planteáis, al menos, incluir publicidad. Revivir el cine matándolo de alguna manera. No siento nostalgia, por pura pereza, de la sala oscura, que diría Almodóvar, y la verdad no sé muy bien a qué sitio oscuro se refiere. El «streaming» y la multipantalla no tiene vuelta atrás. Pero lo importante es el contenido -no cerrar «La casa de papel» por ejemplo- para llegar, como nos recordará en breve el ya mítico Buttz Lightyear de Disney, hasta el infinito y más allá.

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