Estreno

Crítica de “Promesas de París”: las mentiras piadosas de la política ★★★

Un fotograma de "Promesas de París"
Un fotograma de "Promesas de París"ImdbImdb

Dirección: Thomas Kruithof. Guion: Jean-Baptiste Delafon y Thomas Kruithof. Intérpretes: Isabelle Huppert, Reda Kateb, Naidra Ayadi, Jean-Paul Bordes. Francia, 2021. Duración: 98 minutos. Drama.

No puede haber una película más oportuna, aquí, en Francia y en Pernambuco. Cuando se trata de política, el dilema es eterno: de qué hablamos cuando hablamos de promesa electoral, qué pesa más en la balanza de las urnas, la honestidad o la ambición. La protagonista de “Promesas de París”, dos veces alcaldesa de una “banlieu” parisina, encarna ese dilema con diplomática precisión: antes de retirarse, tentada por una cartera ministerial, quiere conseguir del gobierno 63 millones de euros para reformar las viviendas de su distrito. Cómo no, Isabelle Huppert está más que convincente jugando al ping-pong entre el idealismo y el pragmatismo, del mismo modo que lo está Reda Kateb, que interpreta a su secretario personal.

Los políticos, como los actores, le deben la vida a la credibilidad de sus estrategias de seducción, aunque la película de Thomas Kruithof parece más interesada en captar la urgencia de su agenda, la ubicuidad contradictoria de sus actos, y las pruebas, populares o institucionales, que tienen que atravesar para conseguir una cosa y la contraria. Así las cosas, la performatividad de la política y sus intrigas palaciegas se doblega ante la filmación de una carrera de obstáculos que destaca por su ágil, estresante ritmo y sus paradojas, a veces no lo suficientemente exploradas. Si la política es adictiva es porque no hay nada después de ella, aunque ese abismo, que Huppert puede transmitir con un temblor labial, apenas tiene profundidad psicológica. El conflicto moral de la alcaldesa solo está en lo que le sucede, menos en lo que piensa o siente. Todo va demasiado rápido en el filme, quizás para que no se note que los políticos mienten aunque digan la verdad.

Lo mejor

Huppert y Kateb, y el hecho de que se consume en su suspiro, tal es su urgencia narrativa.

Lo peor

El vértigo de la política engulle el retrato psicológico de los personajes.