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«Coco», Pixar derriba el muro de México

El estudio firma una delicada y respetuosa inmersión en la cultura del país azteca a través de la aventura de un niño que viaja a la Tierra de los Muertos

CANTA Y NO LLORES Miguel y Héctor, los dos protagonistas de «Coco», en una escena del filme
CANTA Y NO LLORES Miguel y Héctor, los dos protagonistas de «Coco», en una escena del filmelarazon

El estudio firma una delicada y respetuosa inmersión en la cultura del país azteca, donde ya es la película más vista de su historia, a través de la aventura de un niño que viaja a la Tierra de los Muertos

Dicen que nada ayudó tanto a la distensión entre Francia y Alemania tras las hondas heridas de la I Guerra Mundial como «Bajo los techos de París» (René Claire, 1930), un filme que los alemanes de entonces amaron como si fuera suyo. A veces, una película adquiere, sin proponérselo, una especie de destino manifiesto. O un libro, como aquel «La cabaña del Tío Tom» que el mismísimo Lincoln entendía como la mayor contribución a la abolición de la servidumbre. Con «Coco», la primera salida al extranjero de Pixar, por así decirlo, se obra un pequeño milagro diplomático entre Estados Unidos y México. Paz para los espectadores de buena voluntad. Y es que esta cinta de la factoría filial de Disney, estrenada en octubre en el país azteca, se ha convertido allí en el filme más visto de su historia a pesar de que sean los siempre controvertidos «yankees» quienes tomen prestado su acervo cultural.

«La reconciliación no es la razón por la que hicimos esta película –explica Lee Unkrich, codirector junto a Adrián Molina–, ya que empezamos el proyecto hace 6 años en un contexto diferente, pero creo que ahora más que nunca es importante celebrar lo bonito de cada cultura, nuestras diferencias y a la vez lo que es común a todos». El éxito clamoroso en México, añade la productora Darla K. Anderson, «es algo que ha superado nuestros sueños. Hemos intentado abordar la cultura mexicana desde el respeto y la autenticidad, pero no esperábamos una acogida tan entusiasta. Nos ha llegado al corazón». No sería de extrañar tampoco, ya que a estos niveles de la industria no se da puntada sin hilo, que una cabeza pensante de Pixar viera necesario hacer un guiño a un público hispano cada vez más amplio dentro de Estados Unidos. Sea como sea, la jugada ha salido redonda.

Un artista en la sombra

La memoria, la familia y las aspiraciones personales frente al peso del pasado son los temas que subyacen en la historia de Miguel, un niño de una localidad rural de México que esconde sus dotes para la música por temor a despertar la ira de sus familiares debido a que, en el pasado, su tatarabuelo, un famoso cantante, abandonó a la familia para internacionalizar su carrera. Desde entonces su memoria ha sido desterrada del clan, que, año tras año, en el Día de los Muertos, evita colocar una fotografía suya en el altar de las ofrendas. Para conciliar su amor para con sus seres queridos –entre ellos, la centenaria Mamá Coco, la bisabuela presa del alzhéimer– y su vocación musical, Miguel viajará a la Tierra de los Muertos en busca de los misterios que se esconden tras su árbol genealógico. «El alma de la historia es el concepto de familia y el modo en que podemos conciliar la vida familiar con nuestros sueños, algo que a veces es difícil de equilibrar y que plantea límites», señala Anderson. Un mensaje que, añade, «es universal porque todos tenemos familia, antepasados, y todos hemos tenido que hacer sacrificios para salir adelante».

El hecho de ubicar la historia en México dotaba de una mayor raigambre al tema de la familia. «Desde el principio teníamos claro además que queríamos contar la historia con el Día de los Muertos de telón de fondo, que es algo que engloba a la familia y el deber de recordar a los seres queridos», apunta Unkrich. Cuando en 2011 Pixar dio luz verde al proyecto, productores y directores iniciaron numerosos viajes al país vecino para empaparse de su cultura. «Fuimos a México DF, a Morelia, a Oaxaca... –relata Anderson–. Conocimos muchas familias, convivimos con ellas y celebramos a su lado el Día de los Muertos. Vimos bastantes generaciones distintas residiendo bajo un mismo techo e intentamos transmitir todo eso a través de la historia de ‘‘Coco’’». Por allí desfilan desde Miguel, el adolescente al que quisieron dotar de «luces y sombras» en su infancia, hasta la anciana Mamá Coco que, según el director, «fue el personaje más complicado de animar, por todo ese rostro envejecido con arrugas. Los animadores lo captaron de manera estupenda, sus rasgos cobran vida de manera muy sutil y dulce».

Pero el gran reto en cuanto a fantasía y el espacio en el que los creadores de «Coco» se jugaban el todo por el todo era la Tierra de los Muertos, un escenario que ocupa gran parte del metraje. «En la Tierra de los Vivos podíamos basarnos en nuestras propias experiencias en México –argumenta Unkrich–, pero en la de los Muertos no era posible, lógicamente. No obstante, hay muchas influencias de documentación, ya que queríamos que fuese un lugar típicamente mexicano, basado en la historia de México». Así, se inspiraron en los orígenes del DF: «La ciudad surgió a partir de los canales, en el agua. Y nosotros construimos este mundo desde esos componentes y la Tierra de los Muertos se va construyendo como un coral o un árbol familiar, en capas, desde la base que recuerda a una pirámide azteca hasta las construcciones más modernas de la cúspide». «Coco» es un canto de amor a la cultura mexicana y no duda en homenajear a sus artistas más internacionales, ya sea en sus códigos estéticos como en los diversos cameos que ofrece: Frida Khalo, Jorge Negrete, Diego Rivera, María Félix... Pero más allá de lo concreto, Pixar apela nuevamente a un clasicismo universal: «Queremos que nuestras películas perduren en el tiempo, que no sean solo bonitas o divertidas, sino que digan algo y tengas un sentido», concluye Anderson.

Abusos en la fábrica de los sueños

El estreno de «Coco» ha coincidido en el tiempo con la tormenta desatada en Hollywood por los numerosos casos de abusos sexuales silenciados durante décadas. Este vendaval (que ha tocado de lleno a Harvey Weinstein y Kevin Spacey, entre otros) no ha pasado de largo por Pixar. De hecho, afecta a una leyenda viva de la animación como John Lasseter, cofundador de la firma. Nacido en Hollywood, en 1957, ha sido director de las dos primeras entregas de «Toy Story» y «Cars», además de productor ejecutivo de cuantiosos éxitos del estudio ahora en manos de Disney. El pasado 21 de noviembre, Lasseter salió al paso de un reportaje que estaba a punto de publicarse en «The Hollywood Reporter» con sospechas sobre abusos del pasado, y, en una carta enviada a los trabajadores, anunció que se tomaba seis meses de excedencia: «Nunca es fácil enfrentarse a tus errores, pero es la única manera de aprender de ellos. (...) Se me ha hecho saber que a algunos os he hecho sentir incómodos o que os faltaba al respeto. Nunca fue esa mi intención», manifestaba el ejecutivo en su carta.

Una voz de premio

El doblaje de «Coco» al español está plagado de personajes conocidos. Gael García Bernal interpreta a Héctor, uno de los protagonistas de la cinta, mientras que al joven Miguel lo dobla Luis Ángel Gómez Jaramillo, un niño que ha cobrado gran fama en México tras su paso por «La Voz Kids». Pero la más sorprendente y entrañable de las colaboraciones es la de la escritora y Premio Cervantes Elena Poniatowska (en la imagen), que presta su voz a Mamá Coco, la centenaria abuela de Miguel. Un homenaje que la autora ha agradecido y honrado.