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Macarena Gómez: «Tenía mucha curiosidad por ver mi interpretación ‘‘sin ojos’’»

Encarna a una prostituta ciega en la película «Pieles», de Eduardo Casanova, un papel escrito especialmente para ella, que tanto expresa con la mirada, donde reside su fuerza interpretativa

Macarena Gómez: «Tenía mucha curiosidad por ver mi interpretación ‘‘sin ojos’’»
Macarena Gómez: «Tenía mucha curiosidad por ver mi interpretación ‘‘sin ojos’’»larazon

Encarna a una prostituta ciega en la película «Pieles», de Eduardo Casanova, un papel escrito especialmente para ella, que tanto expresa con la mirada, donde reside su fuerza interpretativa.

Macarena Gómez tiene un rostro inquietante. Más allá de su innegable atractivo, esa mirada suya, intensa y diferente, que paraliza el viento, la convierte quizá en una de las actrices más particulares y, desde luego, demandadas del cine español en todos los géneros. Sin embargo, en su última incursión en la gran pantalla tuvo que prescindir de ella. De su mirada y de sus ojos, cerrados por obra y gracia del director Eduardo Casanova, que decidió que ella interpretaría a una prostituta ciega en su película «Pieles». Debió ser toda una experiencia: «Cualquier rodaje, o simplemente cualquier día de mi vida, con Eduardo es una experiencia. O sea, el hecho de estar sin ojos, que para la gente resulta algo tan increíble, cuando me lo propuso me pareció bien. Lo que me pida me va a saber a poco».

Algo tendrá el agua cuando la bendicen y algo tendrá ese realizador, que ha reunido para tan singular filme a un elenco de grandes actores que deben encarnar personajes con malformaciones en una cinta que algunos consideran arriesgada: «Lo conocí con 13 o 14 años y me impactó lo inteligentísimo que era. Y creo que tengo tendencia a hacerme amiga de gente inteligente, de personas muy listas. Me pareció que Eduardo, pese a su juventud, hablaba de una manera y tenía un discurso distinto que me cautivó. He hecho la película con él no solo por la amistad que nos une, sino porque realmente confío a ciegas –y nunca mejor dicho– en ese talento suyo».

Con un Lazarillo

Con todo, no debió ser fácil para la actriz prescindir de esa mirada con la que siempre ha expresado tanto en su profesión. Tampoco el propio hecho de necesitar a una persona que la guiara porque le sellaron los párpados, le taparon los ojos con una prótesis y una amiga tuvo que hacerle de lazarillo durante todo el rodaje: «Para mí la dificultad estaba más en el proceso de ponerme la prótesis, que suponía cuatro horas cada día a las cinco de la mañana, que tener que ser guiada; pero también fue difícil perder el sentido que considero que tengo más desarrollado, el de la vista. Asimismo, mi mirada, donde me parece que reside mi fuerza interpretativa. Creo que por eso Eduardo, que me conoce tanto, me dijo: “Te voy a poner el mayor reto de tu vida, vas a tener que expresar sin tus ojos, Macarena”. O sea, me lo escribió aposta y fue difícil, sobre todo porque no podía ver los ojos de mi “partenaire” ni comprobar si estaba expresando con el resto de mi cuerpo lo que quería expresar, no solo ya con el diálogo, sino físicamente. Como no era fácil no poder percibir sus reacciones a través de la mirada tuve que desarrollar otros sentidos: el olfato, el oído... El olfato fue muy interesante porque yo percibía cuando mi “partenaire” –más que la actriz, el personaje– estaba nerviosa por el sudor. Era importante sentir la acción-reacción, porque un actor sin su “partenaire” no es nadie».

No sé si lo más extraño para Macarena fue trabajar sin ojos o verse después sin ellos en la pantalla en una historia que ha impactado a mucha gente. «No pasa nada porque las historias impacten, ¿eh? Todo lo contrario. Pero es cierto que yo tenía mucha curiosidad por ver mi interpretación, porque no sabía lo que había hecho; y también por saber si percibía la ternura que tenía el personaje y que yo había querido darle, sin utilizar los recursos que empleé hasta entonces como actriz. Usé otros totalmente distintos. Y cuando “abrí los ojos” y me vi y vi la película, me sorprendí porque siempre digo que pocas veces un filme terminado me parece muchísimo más grandioso que el guion, como me pasó en este caso: Eduardo había conseguido incluso que las escenas que podían ser hirientes resultaran agradables».

Macarena dice que no pasa nada porque las películas impacten y yo estoy con ella. Tienen que crear y hacer algo con el espectador: ayudarle a sentir, a vivir, a cuestionar la sociedad en la que vive. «En esta hay una crítica social tremenda. Lo que más me llegó no fue cómo presenta la manera en que juzgamos a las personas diferentes físicamente, sino el horror que puede caber en un ser humano de apariencia, digamos, normal». Pues con tanta cirugía plástica, al final todos seremos «normales» e incluso iguales. «Yo estoy a favor de la cirugía plástica, aunque soy de la teoría de que hay que usarla con medida. Si te quieres operar para sentirte más guapa o mejor pues me parece muy bien, pero siempre tiene que haber un límite y alguien a modo de conciencia que te diga que no sigas operándote». Hay muchas intérpretes que se operan por aquello de la eterna juventud, pero Macarena, que lleva 18 años trabajando, parece que la ha conseguido, porque parece una niña. «Yo creo que tengo un poco la actitud de niña. Porque tengo ya 39 años». Una niña afortunada que ha trabajado sin parar en esta profesión tan dura en España que no da de comer ni al 80 por ciento de los actores. «Esa es la cruda realidad. Estoy muy agradecida de poder vivir de esto, pero también debo decirte que me lo he currado muchísimo. He participado en todo tipo de proyectos sin remunerar, empalmo un trabajo con otro sin dormir. Soy una curranta. Y hago cortos, largos, teatro, vídeos, de todo, porque en verdad me encanta trabajar y soy inmensamente feliz cuando lo hago. Pero por eso, cuando no lo he tenido me lo he buscado hasta debajo de las piedras». Una curranta, sí, con menos tiempo para la reivindicación que para el trabajo. «No soy una persona reivindicativa ni salgo a la calle a luchar por mis creencias. Creo que la mujer tiene que reclamar su posición en la sociedad desde su pequeño núcleo familiar. Es como empezar en el cine como meritorio, llevando el café, desde abajo, desde el principio. Así, poquito a poco, se van consiguiendo las cosas que uno se propone».