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Cine

Si se siente solo (o deportado), múdese al Comuniverso

Disney Pixar estrena «Elio», película que refleja debates actuales como la soledad en un mundo interconectado o la necesidad de tolerar lo diverso

Elio y Glordon, jugando por el Comuniverso
Elio y Glordon, jugando por el ComuniversoDisney Pixar

¿Estamos solos? ¿Hay vida en otros planetas? ¿Vendrán los alienígenas a por nosotros o, por qué no, los buscará el todopoderoso algoritmo? ¿Qué aspecto tendrán? Analicemos el nuestro: de nuestras extremidades se extienden trozos alargados y móviles de carne, tenemos (algunos) pelo que nos brota por encima de los hombros, así como dos globos oculares que reaccionan ante cualquier movimiento, sonido o evento. Nos vemos normales, pero quizá para unos supuestos vecinos extraterrestres seamos deformes y raros. Si en la Tierra existe de por sí tanta variedad de formas, cuerpos, tamaños y colores, basta con darle rienda suelta a la imaginación para idear a los alienígenas. ¿Cómo caminan? ¿Tienen caras? ¿Y ojos? Este ha sido el nuevo desafío de Disney Pixar: tratar de «alejarnos de las cosas de ciencia ficción que hemos visto, y crear un espacio innovador, que buscara la diversidad», explica Mary Alice Drumm, productora de una película que aterriza hoy en cines. Dirigida por Madeline Sharafian, Domee Shi y Adrian Molina, «Elio» es el nuevo canto a lo diverso, a la igualdad pese a las diferencias, a la inclusión de lo novedoso, que realiza la compañía cinematográfica. Una cinta de animación para la que han contado para el diseño de estos extraños y peculiares personajes con Harley Jessop, responsable de los también ricos e inmersivos universos de «Coco» y «Ratatouille».

El protagonista es un ser humano: Elio Solís, un niño que perdió a sus padres y vive con su tía Olga, alto cargo de la Fuerza Aérea que renunció a ser astronauta para cuidar de su sobrino. «En un principio iba a ser su madre, pero nos dimos cuenta de que era mejor si la conexión entre ellos no era una garantía, como sí losería entre madre e hijo», explica Sharafian. La infancia de Elio no es sencilla: no tiene amigos, no termina de entenderse totalmente con Olga y, por tanto, se siente solo en el mundo. En parte por ello se obsesiona con los alienígenas: desea por encima de todo ser abducido, pues quizá fuera de nuestro planeta consiga sentirse acompañado, identificado o querido. Elio, apunta la directora, «apuesta por el espacio porque es la respuesta fácil. Está atrapado en ese pensamiento en blanco y negro tan común en el mundo en que estamos ahora, tan pesimista». Asegura que la soledad es un tema que resuena en Pixar, en una época que se ve dicha negatividad acentuada «por las redes sociales, que te hacen sentir aún más separado porque ves a toda esa gente viviendo vidas maravillosas y piensas que algo malo debes estar haciendo para no vivir así». Y Elio lo consigue: se ve transportado al Comuniverso, una suerte de ONU interplanetaria donde todo es posible, donde viven extraterrestres de múltiples galaxias, formas y aspectos y donde, tras ser confundido por el líder de la Tierra, forja vínculos inesperados y se ve al frente de una aventura de proporciones intergalácticas. Pero la fascinación por el espacio de este pequeño trotagalaxias se ve acentuada, ante todo, cuando conoce a Glordon, un alienígena que también se siente incomprendido por su entorno y con quien forjará un vínculo especial.

Si bien, pese a la ficción, el trabajo de Disney Pixar siempre se recibe –e incluso critica– como un reflejo de lo que nos rodea, «Elio» aterriza en un marco social complejo. No dejan de aumentar los debates identitarios, así como los referentes a la inmigración y a la interculturalidad se intensifican, ante todo, en Estados Unidos. En esta escena, la cinta se estrena con una familia latina residente en el país americano como protagonistas: ¿es necesaria esta ventana a nivel social? «Tratamos de reivindicar y de hacer las películas tan personales como podemos», apunta Drumm, refiriéndose a que, al ser Molina el primer director, «por eso tenemos a los Solís en la cinta». Pero también opina que «las películas del espacio son maravillosas porque a veces ese lugar infinito puede ser desalentador. Hay un momento en el filme en que Elio mira hacia la Tierra, y tanto él como nosotros nos damos cuenta de que todos somos terrícolas, todos estamos juntos. Y eso representa a Pixar, a toda esa gente diferente uniéndose». La película así lo sostiene: ser únicos no debe ser lo mismo a estar solos.

En busca de la originalidad

Se trata de la nueva apuesta de animación de una compañía que recientemente ha arrasado en taquilla con la segunda entrega de «Del revés». En plena época en que parece que la innovación no se lleva, en la que se recuperan y revisitan proyectos anteriores y se multiplican los «live action», ¿es la creación de nuevas ideas un riesgo? «Sí, es muy difícil», afirma Sharafian, «pero en Pixar somos muy afortunados, porque como estudio aún nos enorgullecemos de la originalidad». Asegura la directora que ese debate existe de puertas hacia adentro: «Hemos reflexionado acerca de cuál es nuestra posición al respecto. Y al final nos damos cuenta de que Pixar existe gracias a las originales, así que las seguiremos fomentando». No por ello deja de alabar cintas como «Toy Story 3», «una de mis favoritas. Así que el reto también está en mantener el listón de calidad lo más alto posible». Una «alta presión» que, asume, «nos lleva a no rendirnos y a hacerlo cada vez mejor. Siempre nos esforzaremos por ser originales, y siempre terminamos en un lugar increíble», concluye.