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Crítica de "Y uno se cree": Yo escribí una canción con Joan Manuel Serrat ★★★★

Jordi Soler recuerda su vida y su amistad y admiración hacia el compositor, con el que cual escribió una canción
La música unió a Serrat y Soler
La música unió a Serrat y SolerArchivo
La Razón

Valencia Creada:

Última actualización:

En febrero de 2021, Joan Manuel Serrat le propuso a Jordi Soler, nacido en 1963 en el Estado mexicano de Veracruz hijo de exiliados españoles y que impactó con «Los rojos de ultramar» (2004), escribir conjuntamente una canción. Al emblemático cantautor le había fascinado un pasaje de su novela «Ese príncipe que fui» (2015), donde, con Moctezuma y en el contexto de la selva azteca, aparece un mítico pájaro de nombre impronunciable. La historia de esta colaboración es lo que narra ahora. Lo revela el detallado subtítulo del libro: «De cómo Joan Manuel Serrat y yo nos pusimos, una vez, a escribir una canción». 
Este es el pretexto para detallar la admiración que, durante décadas, ha sentido el escritor por quien es ya un clásico de la mejor música popular, un referente cultural y civil que ha marcado a varias generaciones. Así, rememora Soler su juventud en tierras mexicanas, en la colonia La Portuguesa, formada mayoritariamente por barceloneses transterrados por la Guerra Civil española. Es allí donde nace su fascinación por las canciones de Serrat a través de los álbumes dedicados a Miguel Hernández, Antonio Machado y, sobre todo, al Mediterráneo. Esta música formará parte de su educación sentimental, al tiempo que le mantuvo unido a su identidad originaria, donde mucho tenían que ver también las novelas de Juan Marsé y hasta las hazañas de Johan Cruyff.
Entre realidad y ficción
Avanzará la composición de la canción en un compartida autoría que les llevará a indagar en la fauna y flora mexicanas, a medio camino entre la ficción y la realidad, el rigor científico y el mito ancestral. Midiendo versos y documentando tradiciones, se intensificará una amistad en la que música y literatura conforman un emotivo imaginario popular.
Desde las primeras audiciones de esos temas, el novelista soñaba ya –«uno se cree»– en conocer personalmente a su ídolo: «Oíamos tanto sus canciones que ya sentíamos que lo conocíamos, que era nuestro amigo, una cosa que, soñábamos, podría suceder en el futuro, ¿por qué no?, decíamos cuando se nos espesaba el delirio». Jugosas anécdotas y entrañables evocaciones conforman este interesante libro.
Lo mejor
Comprobar cómo cierta música puede ser la banda sonora de una vida
▼Lo peor
Alguna que otra innecesaria, aunque ocurrente, divagación narrativa